miércoles, 12 de febrero de 2014

Abstemio (Cunqueiriana III)

A diferencia de John Wilmot, segundo conde de Rochester, que se volvió abstemio tras cinco años continuamente borracho y un par de horas de resaca, uno lo es a causa de su vesícula. Sin embargo, leyendo, aquí y allá, estas palabras -de Cunqueiro, claro-, ganas le dan a uno de descorchar una botella y embriagarse en su compañía... Son palabras que han de gustarles mucho a mis compañeras M.A., M.J. y T., exquistas catadoras de caldos. Aquí las copio y a ellas se las dedicó:

"El vino es un ser vivo (...). Alguien ha dicho, y no ha ido muy lejos de la verdad, que era un dios. En un relato de Manzoni, unos bebedores están en la bodega entablando amistad con el vino nuevo. La puerta medio desgonzada la han calzado con una rota cabeza de mármol, descubierta por el arado en el campo vecino. La hija de uno de los bebedores, una graciosa muchachita de ojos azules y la cintura misma de una brisa toscana, vierte sobre aquel trozo de estatua antigua un vaso de vino, y al instante el mármol despierta, la cabeza viene a humana vida, y ante la niña se levanta un gentil caballero de los bosques latinos, los labios entreabiertos y las manos osadas. Ella se desmaya. Cuando vuelve en sí, la cabeza está en su lugar, calzando la puerta, pero con una sonrisa que nunca tuvo en la boca..."

"Yo, que no soy borracho, ni siquiera gran bebedor cotidiano, creo que habría que preocuparse seriamente de incluir en la lista de los derechos humanos el derecho a beber vino, aunque sea con exceso (...). Estimo que el derecho del hombre a su ración sobrada de vino debe figurar entre los derechos humanos como el derecho a elegir el trabajo que a uno más le guste, el derecho a salir de su país y el derecho a dar y recibir limosna (...). Como decía Omar Jayyám -quien sabía que se bebe para recordar y no para olvidar-, hay demasiadas insolencias en este mundo para que el hombre no llame en su ayuda al compañero vino, locuaz y efusivo. Aquí, en mi país gallego, tenemos vinos que son grandes adultos que te acompañan echándote un brazo por el hombro".

"El vino también es un misterio. Lo dan las cepas y la composición de la tierra en que enraízan, la lluvia y el sol de la primavera, el cálido verano con los lentos atardeceres, las frías caricias del rocío de los amaneceres septembrinos...; pero, asimismo, una canción que pasó junto a un viñedo, floreciendo en bocas jóvenes, mejorará el vino que den los racimos que escucharon..."





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