El sábado, por no corregir, cogí el programa de la filmoteca y organicé una sesión continua (bueno, casi continua). Por la mañana, sesión matinal, me fui con los chiquillos -P. y sus primas- a El ilusionista, y por la tarde, después de comer y merendar, me los llevé a War Horse. Nos lo pasamos de miedo.
La película de la mañana fue una preciosidad. Con un guíon que había dejado en algún lugar, antes de hacer mutis por el foro, el gran Jacques Tati, y unos dibujos delicadísimos y primorosos, la película nos pareció bellísima. Da mucho gusto ver dibujadas con tanto cuidado ciudades como París, Londres o Edimburgo, y con tanto amor personajes como ese mago indesmayable -trasunto del propio Tati-, o esos viejos cómicos que están a pique de naufragar ante los nuevos tiempos, o la joven y cándida escocesa y los habitantes de una lejana isla... Salimos limpios y contentos.
Y por la tarde, la apoteosis, una película que podría haberse rodado en los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo. Con toda la sabiduría de aquellos clásicos inmortales, nos puso al borde de las lágrimas, y aunque era una versión subtitulada, los chiquillos ni se dieron cuenta, y se pasaron las dos horas largas que duró con la boca abierta y sin pestañear. Cine vigoroso, para hacer llorar y reír, repleto de buenos sentimientos, emocionante, enérgico, feliz...Salimos a la noche del sábado, después de esta sesión doble, limpios y renovados, el alma más ancha. Daban ganas de gritar con ella, tal que Garci: "¡Qué grande es el cine!"
La película de la mañana fue una preciosidad. Con un guíon que había dejado en algún lugar, antes de hacer mutis por el foro, el gran Jacques Tati, y unos dibujos delicadísimos y primorosos, la película nos pareció bellísima. Da mucho gusto ver dibujadas con tanto cuidado ciudades como París, Londres o Edimburgo, y con tanto amor personajes como ese mago indesmayable -trasunto del propio Tati-, o esos viejos cómicos que están a pique de naufragar ante los nuevos tiempos, o la joven y cándida escocesa y los habitantes de una lejana isla... Salimos limpios y contentos.
Y por la tarde, la apoteosis, una película que podría haberse rodado en los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo. Con toda la sabiduría de aquellos clásicos inmortales, nos puso al borde de las lágrimas, y aunque era una versión subtitulada, los chiquillos ni se dieron cuenta, y se pasaron las dos horas largas que duró con la boca abierta y sin pestañear. Cine vigoroso, para hacer llorar y reír, repleto de buenos sentimientos, emocionante, enérgico, feliz...Salimos a la noche del sábado, después de esta sesión doble, limpios y renovados, el alma más ancha. Daban ganas de gritar con ella, tal que Garci: "¡Qué grande es el cine!"
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