viernes, 28 de febrero de 2014

Elogio de la cama

Llegados al fin a la orilla de este largo fin de semana de cuatro días -hasta el miércoles no volvemos al instituto- disfrutamos pensando en lo bien que vamos a estar sin la obligación de madrugar.

Fantaseamos ya con el tiempo extra que vamos a pasar en la cama, e incluso acariciamos la idea de no levantarnos. Con una radio cerca, tres o cuatro libros y un orinal, a lo mejor podíamos pasar todo este tiempo sin salirnos de la cama, pensamos...

Luego, lo más probable es que incluso madruguemos, y que hagamos mil cosas, de aquí para allá, pues también eso nos gusta. Sin embargo, ahora, no dejamos en pensar en esa posibilidad de quedarnos varados entre las sábanas, bajo el edredón nórdico, al abrigo de las inclemencias del tiempo y de la vida.

Qué invento la cama. Ya lo decía Descartes, que consideraba "que en ninguna parte mejor que en la cama se preparaban unos exámenes ni se pensaba ni se estudiaba mejor y con mayor fruto". Pues eso.




                              

jueves, 27 de febrero de 2014

Día ajetreado

El jueves pasado fue un día largo y vario. Después de cinco clases, por la tarde nos fuimos al Partido de los Jueves, al que llamamos así porque lo celebramos ese día de la semana desde hace ya muchos años.

Luego, duchados y muy satisfechos por la actuación de nuestro equipo -solo hicimos tres jugadas dignas de ese nombre, pero tan hermosas que no solo nos sirvieron para conseguir un empate, sino también para salir del pabellón con una sonrisa en los labios-, nos acercamos a casa de los cuñados, a celebrar el cumpleaños de F. Le regalábamos un bastón, y estábamos inquietos. Aunque es evidente que lo necesita tras su operación, temíamos que nos lo fuese a tirar a la cabeza. También le habían comprado sus hijas un pañuelo y un par de golosinas más, pero lo del bastón nos preocupaba. Decidimos dárselo cuanto antes. 

Lo miró con desconfianza. En ese primer momento, estoy casi seguro de que se le pasó por la cabeza comenzar a darnos con él en las corvas. Pero se contuvo.

- Esto me va hacer muy abuela...-musitó mientras lo medía con la vista.

-Hombre, F. tienes cuatro nietos, uno de ellos con veinticinco años...

-Ya, pero yo no quiero parecer una abuela... Desde luego, cuando vuelva al pueblo, allí no lo voy a usar...-y continuaba sopesando el bastón.

Finalmente, salimos de allí indemnes y, antes de volver a casa, pasamos por el Indiano, que es un café muy acogedor, para la inauguración de una exposición de un compañero de A., Chema Arake, que es un dibujante espléndido, con un mundo propio muy sugerente. Nos gustó tanto que hasta compramos un dibujo, como si fuésemos coleccionistas. 

Llegamos al fin a casa, cansados y felices. Eso fue el jueves pasado. Hoy, tras ganar 6-3, volvimos a casa sin más. F. ya tiene el bastón guardado en el armario.


(Todo se arreglará -el dibujo que hemos comprado-)


miércoles, 26 de febrero de 2014

Eternos lectores

"El Doncel de Sigüenza, el inquisidor del Corro en San Vicente de la Barquera, el obispo Alonso de Madrigal en Ávila y Dante en Rávena..."

Nos recordó a todos estos eternos lectores JJL en su última novela. Hermosa manera de pasar la eternidad...






martes, 25 de febrero de 2014

De náutica (II)

Al tanto de nuestros escarceos natatorios, nuestra amiga  M. J. nos ha regalado un manual de natación. 

Es un librillo precioso que encontró en la feria de antigüedades de hace un par de semanas. Al verlo, se acordó de uno y nos lo compró.

Es un libro en octavo, de la editorial Aguilar, impreso en Madrid en 1943 y titulado Método de natación. Lo firma un tal Bertram Galbraith, nada más y nada menos que ex-director de Deportes Acuáticos de los Exploradores de Nueva York -ahí es nada-. Tiene, además, las huellas de uno de sus propietarios anteriores. Escrito en tinta azul, se lee al dorso de la portada:

Reigsegnements: 
Rue La-Fayette, nº. 3-A
Maison de repas (Hôtel )
Tanger (Internacionale ville)

Nom du posseur: 
Mikel Pascal Dols.
Nationalité: espagnolle
Age: 16
Lieu et date de naissance: Castellon.
1947

Salvo lo de haber nacido en Castellón, el resto -esa ciudad y ese nombre- rezuman poesía y misterio. Si vive aún, este Pascal Dols tendrá, por tanto, 82 años. Lo he buscado por internet, pero no he encontrado nada. Pascal es apellido italiano, y Dols aragonés. Pero nada más.

En la contraportada, ha dejado dibujado este muchacho, con la misma tinta azul, un mapa del norte de África y el Peñón de Gibraltar, desde el que ha trazado dos flechas, una en dirección a Tánger y otra a Tetuán...

Nada más abrir el libro, el prólogo ya nos ha encandilado:

"El autor de este reducido tratado ha sido un afortunado profesor de este deporte durante muchos años. Antes de salir del colegio fue director de deportes acuáticos de Exploradores de Nueva York y del campamento de Dan Beard (U.S.A.). Estudió la natación espectacular y artística y de ningún modo es un entrenador de caballos de carreras humanos. Lo que más le atrae son los casos más recalcitrantes. Sus conocimientos le permiten realizar su trabajo en cuatro idiomas".

Imagínense la ilusión al vernos reflejado en esos "casos recalcitrantes" y cómo vuela la imaginación al comprobar que se puede nadar en varios idiomas...

Tras este comienzo espléndido, pasa luego a dar testimonio de lo mucho que le debe el libro a sus capaces y famosos maestros, Mattew Mann, instructor de natación de la Universidad de Michigan, y Robert Kiphuth, de la universidad de Yale. Y continúa afirmando que el libro no habría sido posible "sin la colaboración de Louise Galbraith, esposa y alumna del autor, la cual posó en agua fría para la mayoría de las fotos" .

Aunque habla en tercera persona, como Julio César en La Guerra de las Galias, se ve que es un hombre agradecido, y así, prosigue recordando a aquellos que le ayudaron a pulir su español, "algo áspero": don Fernando Esteban, "nadador veterano, periodista ocasional y aficionado lingüista", don Mario Verdaguer, destacado literato español que "nos ha prestado el inestimable beneficio de sus consejos artísticos y lingüísticos", y don Luis Ramallo, "famosísimo jurisconsulto de Palma, que ha sido valiosísimo en lo concerniente a la tramitación de los derechos y publicación de esta obra..."

Para terminar pasándose a la primera persona: "Finalmente, expreso las gracias a mis editores", y ponerle el broche a este prólogo con una sapientísima sentencia, llena de humildad y regusto clásico:

"¡Que no es empresa de un hombre solo el hacer un libro!

Palma de Mallorca, mayo 1943"

El contenido del libro resulta, como no podía ser de otra forma, muy didáctico. Por ejemplo, al ocuparse de asunto tan capital como la respiración, dice: "La respiración tiene en el crawl una importancia vital; de ella depende, en parte principalísima, la mayor o menor fatiga del nadador. Una buena respiración permite el recorrido de largos trayectos sin fatiga alguna, al tiempo que una respiración indisciplinada, aparte la fatiga que produce ya en recorridos cortos, puede ser fuente de diversos obstáculos como, por ejemplo, tragar agua, quedar sin aliento, etc." Leemos este pasaje afirmando con la cabeza, pues, como en esos "casos recalcitrantes" del prólogo, nos sentimos muy identificados, sobre todo en esas últimas frases. Por ello, aconseja, antes de lanzarse al agua, practicar con una jofaina. "Aconsejamos recurrir a ella cuando el alumno quiere ser directamente controlado por su profesor sin enfriar los huesos de uno y otro (en cuyo caso el principiante se extenderá en el suelo, boca abajo, con la cara puesta en una palangana llena de agua y hará todo lo explicado en el segundo capítulo). En el crawl no podremos pasarnos sin los ejercicios de palangana para ejercitarnos en la respiración. El principiante se echará en el suelo, boca abajo, ante una jofaina llena de agua salada o dulce..." Lo mejor de todo es que estas explicaciones vienen acompañadas de un buen número de fotos en las que se ve a un señor (¿será don Fernando Esteban, el nadador veterano y periodista ocasional el modelo?) metiendo el rostro en una palangana a modo de ejemplo...

Yo, impresionado, ya le he preguntado a A. si tenemos una jofaina por casa, para practicar y llevarla el sábado, junto con las aletas, al cursillo.

Y así paso la tarde, embebido en este libro antiguo... Y creo que esta lectura me va a venir muy bien...



(elmalditoirlandes.blogspot.com)

lunes, 24 de febrero de 2014

De náutica (I)

Siempre he sido muy envidioso de esos nadadores -ellas o ellos- silenciosos y elegantes que, con apenas  un par de brazadas, cruzan toda una piscina olímpica o llegan, desde la orilla, a mar abierta. Sin levantar una gota de agua y sin aparente esfuerzo ni fatiga, con la misma naturalidad con la que otros respiramos, vencen la resistencia del agua como una flecha el aire.

Uno, dentro del agua -medio muy hostil, según nuestra amiga H.-, solo sabe mantenerse a flote -que no es poca cosa-, pero al intentar avanzar unos metros componemos la más desmañada figura que imaginarse pueda: agitamos, rígidos, las piernas; braceamos sin ton ni son, desacompasadamente; por mucho que abramos la boca, apenas somos capaces de meter en los pulmones una bocanada de aire; finalmente, tragamos notables cantidades de agua -clorada o marina, depende- que nos hacen sacar la cabeza y agitarnos como pollos lanzados a un estanque. Por todo ello, no pasa mucho tiempo cuando ya andamos sin resuello, bermejos, sin aliento, asfixiados... Y lo que es peor y muy humillante, a pesar de tan grandes esfuerzos, apenas nos hemos movido un punto del lugar de partida...

Fue por todo esto, además de por la fantasía inocente de prolongar los dulces días del verano, por lo que decidí apuntarme, los primeros de septiembre, a un curso de natación. Los sábados y domingos, a prima hora. Sin embargo, como no había plaza para el primer trimestre, me apunté en el segundo, que comenzaba a finales de enero... 

Ya casi me había olvidado de ello cuando llegó el momento de empezar... Por uno de esos desacuerdos que tienen a veces las administraciones, aunque uno estaba apuntado a un cursillo de iniciación, en la piscina que me asignaron -una que está a cinco minutos de casa-, impartían solamente cursos de perfeccionamiento... Afortunadamente, la monitora que me tocó en suerte me pidió que me lanzase a la piscina y que tratase de nadar, a ver qué sucedía... Obedecí de inmediato y di unas cuantas brazadas, tratando de disimular mi múltiples carencias. Sorprendentemente, decidió quedarse conmigo, supongo que por la única razón de que no me ahogué...

-No sabes respirar y estás totalmente descoordinado -me dijo con un tono neutro-, pero te puedes quedar.

Esta decisión me alivió mucho pues, de no admitirme, tendría que haber ido a otra piscina que está en los confines de la ciudad...

Llevo ya seis clases. Sigo sin saber respirar bien y tampoco he logrado coordinar mis movimientos como es debido. Incluso en una ocasión, practicando el estilo espalda, me golpeé en la cabeza al terminarse la piscina y no darme cuenta a tiempo de ello... Sin embargo, de vez en cuando consigo un par de brazadas buenas, respiro con regularidad un par de metros, muevo las piernas armoniosamente dos o tres segundos... Le he preguntado a mi monitora, una muchacha bajita, fibrosa y paciente, si cree que llegaré a saber nadar algún día.

-Por supuesto-me contestó sin dudarlo.- Todo es cuestión de práctica...

Como es natural, soy el último de la clase, el más torpe, y muchas veces me manda unos ejercicios diferentes a los de los demás. Soy, en esas clases, como aquellos muchachos que, por lo que fuese, iban un tanto retrasados y colocaba el maestro a su vera, en su misma mesa, para poderlos ayudar... A mí me pone en la calle uno, junto al borde de la piscina, para tenerme cerca y recordarme, cada dos por tres, cómo debo realizar los movimientos: 

-E., escucha, primero un brazo, cuentas hasta tres soltando el aire por la nariz, y luego el otro, sacas la cabeza y respiras... Pero despacio, relajado, que parece que te persigue alguien...

Y yo intento hacerle caso, pero al rato ya estoy como esos gorrinos que lanzaban a las aguas de un pequeño muelle, en las fiestas de Perán, entre Perlora y Candás, para que el mozo más hábil lo alcanzase y se quedase con él... Y le repito la pregunta a mi monitora pequeña, fibrosa y paciente:

-¿De verdad crees que voy a conseguirlo?

-Pues claro, peores cosas he visto...

Es muy buena persona mi monitora.



(altorendimiento.com)

viernes, 21 de febrero de 2014

A pares (II)

Y hay que decir que llueve...

Es el gallego, como todos los pueblos, un pueblo sabio, y sus refranes, como todos los refranes de todos los pueblos que son, un modo de sabiduría afinado por los años, la experiencia y una manera particular de mirar las cosas del mundo. El gallego, es un tópico, es ese ser escéptico y sentimental que vive en una esquina sobre el océano y que ha colonizado medio mundo sin decir una palabra más alta que otra, sin aparatosas estrategias bélicas, sin trompeterías ni solemnidades, tan solo con una maleta de cartón y un dulce acento. El gallego es saudadoso y desconfiado y cree que además de las cosas que vemos, existen otras, escondidas e intangibles, pero igualmente ciertas. El gallego, se recuerda mucho, puesto en mitad de una escalera es difícil precisar si sube o si baja. A mí, esta imagen me parece un emblema claro de esa sabiduría de la que hablábamos, porque, si se piensa solo un momento, la mayoría de las veces uno no sabe bien hacia dónde es mejor tirar…
Cuando hablo del gallego y sus refranes, me refiero, claro está, al gallego popular, al gallego normal y corriente que, como toda la gente normal y corriente, se parece mucho a todo el mundo. El otro gallego, el cortesano, el cacique o el registrador de la propiedad, ese es como todos los registradores de la propiedad, como todos los caciques, como todos los cortesanos que en el mundo hay…
Pues bien, tiene ese gallego popular un refrán que me parece una radiografía perfecta de estos tiempos. Dice así: “Mexan por un e hai que decir que chove”“Mean por uno y hay que decir que llueve” (todo el mundo lo habrá entendido a la primera, pero me hacía ilusión traducirlo, por la fantasía de creer por un momento que sabemos gallego…).
Y aquí debería terminar este artículo. En realidad el artículo debería constar únicamente de esas nueve palabras. Para eso están precisamente los refranes, para decir mucho con poco. “Refrán” (título), y luego: “Mean por uno y hay que decir que llueve”. Y punto y final.
Con esto creo yo que habría bastado. Sin embargo, uno es un poco charlatán y, además, casi cada día, al escuchar el boletín informativo de la radio, o al asomarnos a internet, o al ver uno de los telediarios de la tele, se nos viene a la cabeza este dicho, que suena dentro de nosotros, una y otra vez, con el suave acento galaico, con toda la melancolía de la lluvia mansa. Vamos por la casa como alma en pena camino de San Andrés de Teixido, murmurando esa sentencia, en gallego, por supuesto, y tenemos a la familia muy preocupada.
De manera que si alargamos este escrito es por ejercicio terapéutico, a ver si así se nos pasa la manía.
Todo este asunto trágico de la crisis se puede explicar con esa frase. Es indudable que mean por nosotros cuando nos abocan sin remedio al desempleo con una reforma laboral indecente, o cuando dejan a la intemperie a los más desfavorecidos y arropan a los poderosos, o cuando hacen de la justicia su sayo, favorecen el fraude fiscal de los grandes y ahogan a los pequeños. Es evidente que mean por nosotros cuando desarbolan la sanidad y la educación públicas y favorecen las clínicas privadas y los colegios del Opus, o cuando se enriquecen a manos llenas con dinero público mientras cantan las bondades del liberalismo y desahucian a los más indefensos y débiles…
Mean por nosotros cada día pero salen luego a contarnos que no son orines, no, eso que nos empapa, sino lluvia, una lluvia además benéfica que va a hacer de este país un lugar maravilloso; porque, gracias a ella, crecerá la hierba en los bancales y se poblarán de árboles los yermos; aparecerán los puestos de trabajo como nacen las setas en el otoño o la primavera y todos seremos felices y comeremos perdices…
Mean sobre nuestras cabezas cada día y no entienden que, desagradecidos, nos quejemos de que se pasen todo el tiempo arrojándonos esas inmundicias. Y así, están haciendo de este país un gran orinal en el que aliviarse cuando les viene en gana, corruptos y prostáticos.

En fin, que lo que dice el gallego: “Mexan por un e hai que decir que chove…”



(denia.com)


jueves, 20 de febrero de 2014

A pares (I)

Desde que nos fuimos del periódico, ya se ha dicho aquí, publicamos los artículos que seguimos escribiendo en una página que se levantó para ello. Para que pudiésemos continuar matando el gusanillo y desahogándonos a gusto.

Cuando salían en el periódico, escribíamos una vez al mes, pues ese era el compromiso. Ahora, sin embargo, liberados de él, pasa el tiempo y no encontramos el momento de ponernos a componer ninguno. Y no por falta de asuntos, que cada día saltan tres o cuatro que nos encienden, sino por pereza. Y así, corren las semanas sin que nos demos cuenta y nosotros ni una línea. Y si un día nos ponemos, pues no sabemos cómo empezar, o cómo seguir -si hemos logrado un par de líneas-, o, en el mejor de los casos, cómo concluirlo... Menos mal que nuestro amigo Cristóbal Guzmán lo mantiene vivo con los suyos - ígneos y espléndidos-.

Escribimos, por tanto, de pascuas a ramos, y, cosa curiosa, de dos en dos. Así de nuevo esta vez, que tras meses sin escribir ni pío, nos salieron al encuentro dos ocurrencias, medrosas, raquíticas, balbucientes, pero ocurrencias al fin. Y de una tacada escribimos dos artículos. El primero, este:


Ce n´est pas une pipe

Desde Pedro Salinas no había escuchado uno un uso de los pronombres más creativo, radical, expresivo, emocionante. “Tú, y cuando digo tú digo él, pero digo tú…”, recitó, enérgico y racial, el presidente Rajoy en su fiesta vallisoletana, esa en la que hace un par de semanas se reunieron las gentes del partido para abrazarse, lanzarse piropos y brindar por ellos mismos, por lo bien que lo están haciendo, por lo guapos y elegantes que son, y lo honrados… Tanto se entusiasmaron que hasta la señora de Cospedal, llevada sin duda por ese delirio embriagador, dijo a su vez eso tan existencial y escalofriante de que será el PP o la nada.
Todo esto es, sin duda, pura vanguardia, puro dadá. Casi cada una de las actuaciones del gobierno, y sobre todo las declaraciones que vienen a continuación, incluidas en estas los silencios del presidente, o sus intervenciones plasmáticas, o sus contestaciones incongruentes –recuerden lo que respondió cuando le preguntaron por el batacazo de la doctrina Parot: “Llueve mucho”, dijo…-, todo eso, digo, viene directamente y sin filtrar del corazón de lo absurdo, de una vigorosa raíz surrealista.
Esos malabarismos del presidente con los pronombres (“Tú, y cuando digo tú digo él, pero digo tú…”, no me canso de escucharlo), no habrían sido posibles sin la obra germinal de su discípula más aventajada, la señora de Cospedal, en aquella intervención antológica del finiquito simulado, verdadera performance del discurso automático. La gente entendió mal aquella declaración memorable. No era una declaración política, sino una obra de arte, de un arte nuevo, modernísimo, original, imaginativo, irracional, humorístico y un tanto deshumanizado, como querían las vanguardias…
A este gobierno se le entiende mucho mejor en esa clave de los ismos de principios del siglo XX… Visto bajo esa perspectiva, todo se comprende mejor. Estos hombres y estas mujeres que nos gobiernan son mucho más que políticos. En realidad, estamos ante unos verdaderos artistas, virtuosos del absurdo que dejan una obra maestra en cada actuación. Es el suyo un arte total que lo mismo te regala un poema -¿qué otra cosa es ese “Tú y cuando digo tú digo él, pero digo tú”, sino un inspirado verso, casi un alejandrino?-, que una escultura como la de Fabra a la entrada del aeropuerto de Castellón –verdadero monumento surrealista, el aeropuerto, no la escultura -, o esos cuadros de los presidentes del Congreso –también vanguardistas todos ellos, aunque en este caso no por el estilo, sino por el precio pagado-…
“Dadá no significa nada”, declaraba Tristan Tzara en su manifiesto, y esta es la frase que guía las declaraciones de nuestro presidente, la clave de esas obviedades que suele declarar en sus contadas intervenciones, tan mal entendidas…
De esta manera, se comprende que el programa del PP no debe leerse como tal, sino como un manifiesto artístico. No hay, por tanto, ni incumplimientos electorales ni un desvergonzado fraude al ciudadano, nada de eso. Se trata de una manera de entender el mundo, el caos y el sinsentido que rodean al ser humano. Cuando el ministro del Interior dice que limitará los derechos de manifestación y protesta para garantizar la seguridad de los ciudadanos; cuando el de Justicia presenta la nueva ley del aborto como una ayuda a las mujeres y la tilda como la más progresista que haya habido jamás en este país; cuando antes el de Hacienda explicó, en intervenciones gloriosas, una amnistía fiscal para los grandes defraudadores al tiempo que amenazaba a otros contribuyentes; todo esto y mucho más, repito, no es política, que es arte. Un arte radical, gamberro y destructor –muy destructor- de las convenciones burguesas y de todas las convenciones que sean.
La única pega es que, como casi todo el arte de vanguardia, sale carísimo, un ojo de la cara nos está costando…
“Ce n´est pas une pipe”, escribió Magritte bajo el dibujo de una pipa. Pues eso. A ver si lo entendemos de una vez.


(Mañana el segundo).

miércoles, 19 de febrero de 2014

El ciervo

Lo anunciaron hace unas semanas en la radio. Al parecer, y sin que nadie haya podido dar ninguna explicación hasta el momento -por lo menos en la radio no han vuelto a mencionar el asunto-, apareció, en el pueblo de Cenizate, provincia de Albacete, un ciervo. Era un ciervo desconocido en estos lugares, un ciervo de origen centroeuropeo (cervus elaphus), de tremenda cornamenta, que se paseó majestuoso por el pueblo, como un monarca antiguo. Hasta que la Guardia Civil intervino, lo capturó y puso fin así al prodigio.




No sé si las gentes de Cenizate estarán al corriente de ello, pero un ciervo de esa especie es emblema de la sabiduría ("ciervo" significa el que debe ser capturado) y esas astas tremendas son el medio a través del cual reciben los mensajes que los dioses desean transmitirles a los hombres. Que aparezca por tu pueblo un ciervo como ese tiene que significar, por tanto, algo muy profundo. Ese ciervo que apareció milagrosamente en Cenizate era un heraldo de los dioses, conocedor del misterio de la inmortalidad; era, ni más ni menos, la sabiduría que espera ser revelada; "la intuición inteligente que, viviendo en el corazón de los hombre, solo pertenece a Dios". ¿Cómo, si no, explicar su presencia?

Y en la radio, ni palabra de todo esto. Y, claro, los vecinos, sin enterarse de la gravedad de esa visita inesperada. Y la Guardia Civil, a uvas. Desde luego, este mundo nuestro va perdiendo la memoria de cosas muy incumbentes y resulta, por ello, un mundo cada vez más pobre. ¿Qué mensaje traería entre sus astas el ciervo de Cenizate? Por culpa de la Benemérita nos vamos a quedar sin saberlo.




martes, 18 de febrero de 2014

Forbrydelsen

Acabé, desasosegado, la otra noche. Me ha durado casi un mes, tiempo este en el que he estado en vilo, sin poder quitarme de la cabeza la historia y sus personajes, haciendo cábalas sobre el argumento y sus meandros... Cada noche, cuando todos dormían en casa, y había pasado ya bajo nuestra ventana, fatigado y ronco, el camión de la basura; cuando todo era, al fin, reposo y silencio, encendía el ordenador y me enfrascaba una hora en una serie fabulosa: Forbrydelsen...

Uno solo puede decirles esto, que nos ha tenido un mes cavilosos y entusiasmados, que nos parece una de las mejores series que hayamos visto -no hemos visto muchas, pero sí The Wire y Los Soprano- y que se la recomendamos vivamente a quien le apetezca. Sus personajes - Sarah Lund y sus jerséis, o ese Birk Larsen que tanto nos ha recordado a John Wayne- son tan magníficos que si nos los encontrásemos un día por la calle, nos parecería lo más natural del mundo, y hasta nos acercaríamos a saludarlos y a preguntarles por sus vidas...

En fin. Por si quieren una crítica más seria y reposada -pero igualmente entusiasta- les dejo ESTO...




lunes, 17 de febrero de 2014

El arte de pedalear

La bicicleta, como el paraguas, es máquina lograda de un modo definitivo (no la toquéis más, que así es la rosa...) y, como el paraguas, un objeto humano, muy humano...


Yo voy cada mañana al trabajo en bicicleta, una vieja bicicleta un poco escéptica, sentimental y cantarina. Cuando voy andando voy solo. En bicicleta, sin embargo, voy acompañado. 

Según el juego de piñones que elijamos, mantenemos conversaciones de muy distinta naturaleza. Dependiendo del ánimo de cada día, elegimos una u otra marcha, combinando platos y piñones. 

Y de este modo, hay mañanas serias que pedaleamos en alejandrinos, que es un pedaleo largo y con cesura: siete pedaladas, una pausa, y otras siete pedaladas (los lunes y los martes); otras, en cambio, lo hacemos en octosílabos alegres y vivos (los miércoles y, sobre todo, los viernes. Los jueves, desconozco la razón, son dodecasílabos)... Pero también hay, algunas veces, mañanas de tetrasílabos, de hexasílabos, de endecasílabos y heptasílabos combinados... Días de arte menor -la mayoría- o de arte mayor, y casi todos asonantados...

Y así vamos cada mañana, contando, con los pedales, sílabas sobre el asfalto


viernes, 14 de febrero de 2014

San Valentín

Yo, a A., la quiero todos los días, y esto del santo Valentín nos ha traído siempre un poco sin cuidado. Además, nos trae recuerdos infantiles de una película terrible que solían pasar por la tele en esta fecha. Sacaban en ella al santo en forma de gentleman inglés, provisto de bastón y sombrero, mezclándose con las almas terrenales y haciendo el bien por las calles de Madrid. En su boca, siempre abierta una sonrisa inquietante. Un señor que daba grima.

El caso es que no recuerdo nunca si nos hemos regalado algo en esta fecha del 14 de febrero. Probablemente sí, en los primeros años. Para mí, el 14 de febrero es el sobre todo el día en que se murió J., un amigo muy querido de la familia, una bonísima y dulcísima persona.

Sin embargo, por circunstancias que no vienen al caso, nos encontramos A. y yo una hora antes de lo que es costumbre y junto al Corte Inglés. Así que nos dijimos, qué demonios, vamos a obsequiarnos con un detalle.

Y allá nos fuimos. Yo elegí una camisa. 

Nos metimos los dos en el probador, a ver si era de mi talla. 

-Te acuerdas de aquella vez en Menorca...-le susurré.

-Si hombre, ¿estás loco?-me miró espantada.

-Si nos pillasen -insistí-, siendo la fecha que es, no podrían reprocharnos nada. Es más, yo hasta les daría permiso para que lo contasen y lo aprovechasen en la publicidad... Se les iban a llenar los probadores y menudas cajas iban a hacer...  

-La camisa te queda perfecta - me cortó A. -, así que vámonos de aquí, que te estás trastornando...

A. quería un bolso. Había, en esa almacén, más de dos centenares. Cuando llevábamos ya un tiempo tratando de elegir uno, comencé a contarlos. Los miró y remiró, casi todos, un par de veces. Pero ninguno acababa de convencerla. A. tiene, desde hace años, un bolso ideal en su cabeza, El Bolso, que es un bolso que, como todos los ideales, es muy difícil de encontrar. Le pasa, con ese bolso, como a los conquistadores españoles con El Dorado. De manera que tuve que recordarle que teníamos un hijo y que no tardaría en volver del instituto, y que aún debíamos hacer la pasta con gulas al ajillo... La tomé dulcemente del brazo y la llevé a la sección de discos, donde le compré el último de Luz Casal, cantante a la que A. venera. Aunque estaba ella delante, cuando me preguntó el dependiente si lo envolvía para regalo, le contesté que por supuesto.

Al llegar a casa, colgó la camisa, que no había pedido que envolviesen, en mi lado del armario -se distingue muy bien porque es el lado más reducido y breve-. Yo, en cambio, oculté el disco en un rincón, y a los postres se lo entregué con toda la prosopopeya del mundo y un dulce beso.

Y luego se queja de que no soy nada romántico...








jueves, 13 de febrero de 2014

Demonios (Cunqueiriana IV)

Uno cree en los demonios porque en casa, desde siempre, se les ha mentado mucho. Mi padre, al que nunca escuché una palabra malsonante, ni tampoco una más alta que otra, acostumbraba, cuando algo salía torcidamente, a cagarse en los demonios. Se cagaba en ellos así, de un modo general, sin entrar en distingos.

Seguramente sea esta la razón de nuestra afición a saber de ellos y a enterarnos de sus variedades y categorías. Por tener una imagen más precisa de aquellos en los que se ciscaba mi padre. Por ello hemos leído estos días, con una sonrisa en la boca, el Diabolicón de Jorge Ordaz. Es un libro divertídisimo y ameno del que se podrían decir muchas cosas buenas, pero nosotros nos vamos a quedar con que a Cunqueiro le habría gustado mucho. 

Se trata de un diccionario de diablos, colocados por riguroso orden jerárquico y alfabético -en primer lugar los superiores y mandamases, luego los intermedio y de oficios y finalmente los menores y del montón- y sobre los que se nos ofrecen toda clase de noticias eruditas y curiosas con una prosa dieciochesca y deliciosa.  

Se podría hacer un libro parecido rebuscando entre las páginas de don Álvaro, que también fue muy aficionado a saber de demonios, trasgos y demás gentes de esta clase, aunque no creo que fuese porque su padre maldijese como el nuestro. Por ejemplo, gracias a él sabemos nosotros de la existencia de Bisodie, un diablo portugués y casanova al que "todas las féminas que trató lo adoraban y lloraban su ausencia, porque de un convento de ellas se había despedido la víspera de la Candelaria por unas horas, y nunca más volvió. A lo mejor, como el demonio Cobillo, anda por París perfumando francesas (...). Sus amigas han insistido en el dulce acento, en la apasionada mirada, en la delicadeza de modales, en el andar pulido, y en que era muy aficionado a regalar espejos, en los que las prójimas se veían mozas. Se comprende que lo llorasen cuando no volvió. Volando se fue por las ramas desnudas de los robles." Y concluye Cunqueiro: "Lo peor del asunto es que la gente de mi tierra, de Entre-Douro-e-Minho y de Traz-os-Montes, creen que con Bisodie se han ido todos los demonios del país. Y no es verdad. Quedaron algunos". 






miércoles, 12 de febrero de 2014

Abstemio (Cunqueiriana III)

A diferencia de John Wilmot, segundo conde de Rochester, que se volvió abstemio tras cinco años continuamente borracho y un par de horas de resaca, uno lo es a causa de su vesícula. Sin embargo, leyendo, aquí y allá, estas palabras -de Cunqueiro, claro-, ganas le dan a uno de descorchar una botella y embriagarse en su compañía... Son palabras que han de gustarles mucho a mis compañeras M.A., M.J. y T., exquistas catadoras de caldos. Aquí las copio y a ellas se las dedicó:

"El vino es un ser vivo (...). Alguien ha dicho, y no ha ido muy lejos de la verdad, que era un dios. En un relato de Manzoni, unos bebedores están en la bodega entablando amistad con el vino nuevo. La puerta medio desgonzada la han calzado con una rota cabeza de mármol, descubierta por el arado en el campo vecino. La hija de uno de los bebedores, una graciosa muchachita de ojos azules y la cintura misma de una brisa toscana, vierte sobre aquel trozo de estatua antigua un vaso de vino, y al instante el mármol despierta, la cabeza viene a humana vida, y ante la niña se levanta un gentil caballero de los bosques latinos, los labios entreabiertos y las manos osadas. Ella se desmaya. Cuando vuelve en sí, la cabeza está en su lugar, calzando la puerta, pero con una sonrisa que nunca tuvo en la boca..."

"Yo, que no soy borracho, ni siquiera gran bebedor cotidiano, creo que habría que preocuparse seriamente de incluir en la lista de los derechos humanos el derecho a beber vino, aunque sea con exceso (...). Estimo que el derecho del hombre a su ración sobrada de vino debe figurar entre los derechos humanos como el derecho a elegir el trabajo que a uno más le guste, el derecho a salir de su país y el derecho a dar y recibir limosna (...). Como decía Omar Jayyám -quien sabía que se bebe para recordar y no para olvidar-, hay demasiadas insolencias en este mundo para que el hombre no llame en su ayuda al compañero vino, locuaz y efusivo. Aquí, en mi país gallego, tenemos vinos que son grandes adultos que te acompañan echándote un brazo por el hombro".

"El vino también es un misterio. Lo dan las cepas y la composición de la tierra en que enraízan, la lluvia y el sol de la primavera, el cálido verano con los lentos atardeceres, las frías caricias del rocío de los amaneceres septembrinos...; pero, asimismo, una canción que pasó junto a un viñedo, floreciendo en bocas jóvenes, mejorará el vino que den los racimos que escucharon..."





martes, 11 de febrero de 2014

Los cojos (Cunqueiriana II)

Leemos en Cunqueiro:

"...y yo ya he contado de un paisano mío que encontró una vez en el camino, en una tarde de lluvia, a tres cojos que se cobijaban bajo un único, amplio, gris paraguas. Los cojos metieron a mi amigo bajo el paraguas, y cuando escampó, lo cerraron y se fueron, dejando a su huésped que continuase viaje solo. Pero resultó que de ir bajo el paraguas con tres cojos, quedó cojo. Cosa muy comentada en el país y que nadie logró explicar".

Pues bien, me despertó esta historia la memoria de otra que me contó, hace años, mi padre, también sucedida a un amigo suyo. Y fue esta que yendo en coche -que lo de andar por los caminos ya es cosa antigua-, tuvo un pequeño percance, en un cruce, con otro vehículo. Fue un choque sin importancia, apenas un roce entre las dos máquinas. Pero al bajarse de los coches los ocupantes, contempló espantado el amigo de mi padre, que viajaba solo  y resultó ileso, cómo descendían del otro tres hombres, los tres rencos de la pierna izquierda. Y que se llevó tal susto, al creer que había sido él el causante de tal estropicio, que le costó mucho reponerse y aceptar que ya estaban tullidos antes de subirse al vehículo y tener el accidente. Después, con el paso del tiempo, el amigo de mi padre acabó también él cojo siniestro. Sin que mediase nada que pudiese explicarlo, un día comenzó a andar paticojo, sin doblar la rodilla, con la pierna tiesa, y así hasta que se murió, hace ya algún tiempo.


(Los cojos, de  Pieter Brueghel)

lunes, 10 de febrero de 2014

Las horas felices (Cunqueiriana I)

Horas non numero nisi serenas. "Solo marco las horas apacibles". Esta era la leyenda que se podía leer en un reloj de sol que había en una casa romana. La tenemos muy presente mientras leemos una colección de artículos de Cunqueiro, Los otros rostros.  

Porque no pueden ser más apacibles -y quien dice apacibles bien puede decir felices- las horas que pasamos leyendo estas páginas que van marcando, como los relojes, el paso del tiempo y las estaciones, las festividades señaladas, los magostos del otoño, el viaje invernal de aquellos magos prodigiosos, la llegada de la primera hoja verde a las quimas de los árboles y las dulces romerías del verano. El paso de los años -grandes gorros de colores para los galeses- que llegan por el Oriente al mismo tiempo que el viejo enrojece y cae por los acantilados del Finisterre...

Y, entre ambos, etimologías ("Por cierto, que en el tesoro agrario de la lengua latina, delirar significa justamente salirse del surco... Los delirantes son los que se salen de él.¡Hermosa metáfora!"), noticias eruditas y curiosas (" Hay noventa y nueve tabernas de la tierra al Paraíso. Hay que hacer una estación en cada una, y beber algo. Hay los que se emborrachan, no tienen dinero para pagar, y entonces retroceden por el camino del infierno. La taberna del medio del camino se llama Bilêklê. El buen Dios viene a ella una vez por semana, el sábado a la tarde, y conduce con Él al Paraíso a los clientes que no están demasiado borrachos"; "Contra lo que se cree comúnmente, los más de los fantasmas son silenciosos, y no hay nada de ruidos de cadenas o golpes contra las cuerdas. Muchos aman la música, otros se acercan al fuego y otros abren un libro..."), crítica literaria ("Lo más hermoso que se haya dicho nunca de un beso está en el Dante. Cuando Paolo y Francesca se disponen "a besar las deseada sonrisa"..."; "Todo poeta, en cierto modo, es un antropófago -viven de sí mismos, huertos cerrados-"), botánica ("Hay árboles, como el abedul, que dan al viento hojas amarillas como monedas de oro, y otros, como el castaño, que dejan caer hojas a las que concede uno un destino humano: a poco de caer oscurecen, pudren, se hacen polvo, y sin más ya no se puede distinguirlas de la tierra en la que han caído, porque se han hecho tierra"), opiniones ("El paraguas es una máquina humana, muy humana..."; "...el canto del gallo, que es una de las cosas más importantes que puede escuchar un hombre"; "...ocioso, lo que en puridad podemos llamar ocioso, exige estudio y paciencia..."), demonología ("Uno -demonio lunar- es Silbal, que tiene siete dedos en cada mano, porque son catorce los hilos con que se mueven, como si fueran marionetas, los sueños de los hombres") y un amplísimo catálogo de otros muy variados asuntos ("Que hay gente en los espejos es casi seguro"; que Montaigne y Spinoza tenían parientes gallegos, el primero una abuela; que Luis Vives cantaba muy mal, pero cantaba, etc., etc.).

Ya digo, horas felicísimas las que pasamos con este libro entre las manos. 




miércoles, 5 de febrero de 2014

La mujer pirata


Jean Peters (Anne Bonney, capitán Providence) : - Elegid doctor.

Herbert Marshall (Doctor Jameson): - Dudo que haya algo aquí que me guste. ¡Ah, sí!

-¿Un libro? ¿Eso es todo?

-Los libros tienen un poder mágico.

-¡Más poder tiene una andanada de cañón! ¿Puede un libro hundir un barco?

-Los libros han hundido los barcos más poderosos, destruido ejércitos y derrumbado imperios.


 Jacques Tourneur, "La mujer pirata" (1951).



martes, 4 de febrero de 2014

Los visitantes y Ron Lalá

Vinieron a ver a F., N. y J. A. Eso, para nosotros, fue como un regalo más de Reyes. 

Los paseamos por la ciudad, comimos y cenamos por ahí, y hablamos de tebeos -que les gustan mucho- y de esas series que vemos y a las que estamos fatalmente enganchados...

Luego, cuando ya se fueron, me pasé las horas leyendo -qué nostalgia, hoy que escribo esto, por esos días de las vacaciones de invierno...-. No sé dónde, no sé en qué periódico, leí de un grupo de teatro. A nosotros el teatro nos gusta mucho, pero nunca vamos. Por pereza, por desidia, por vergüenza ajena -si un actor se equivoca y pierde el pie, o aparece un espectador grosero, o suena un móvil, o a la gente no le gusta la obra y patalea o silba-, qué sé yo... Pero de ese grupo, decía el periodista lo que sigue: "...algo así como el resultado de cruzar en una retorta los Luthiers con los Joglars de la buena época y rociar la mezcla con esencia de Momty Python y el salero versificador de Muñoz Seca...", y, claro, se nos despertó, golosa, la curiosidad... Y las ganas de viajar allá donde estos cómicos parasen...

Pero no lo haremos, que somos caballeros del punto fijo, inmóviles en el sofá, leyendo... (Prolepsis: cuando le cuento a M. J. de este grupo, me cuenta ella a mí que pasaron, no ha mucho, por esta villa, y que ella, que no es persona de perezas ni desidias ni de absurdas vergüenzas, los vio, y que fueron muy de su gusto; que, efectivamente, despiertan sonoras risas y curan toda negra melancolía, como The wrong mans... Y nosotros en la inopia y el sofá...). Se llaman Ron Lalá, y actúan, cantan y bailan al ritmo de los versos clásicos, que suenan, en su bocas, como rosas recién cortadas...

No los vamos a ir a ver a no ser que pasen otra vez por esta villa, pero por si se da el caso de que alguien que lea esto se los encuentra un día en el camino, que no haga como nosotros, que no le gane la pereza, la desidia ni la ajena vergüenza, y se pare un rato a escucharlos...





        

lunes, 3 de febrero de 2014

Coquinaria

Con el cambio de costumbres que nos trajo este nuevo curso, con los nuevos horarios de P., ahora cocinamos nosotros y, a pesar de nuestra falta de pericia y de cierta torpeza consustancial, y tal vez influidos por esos programas que se han puesto de moda en la tele y que no vemos pero que seguramente nos afectan por ósmosis, el caso es que nos ha dado por interesarnos por las cosas de comer cuando están crudas, y en el proceso para hacerlas más o menos comestibles... 

Me he hecho con un vademécum, una enciclopedia que está sacando LNE cada domingo y que me van guardando mis padres. Trae multitud de erudiciones y, como colofón, tres o cuatro recetas. Lo de las erudiciones es muy importante, pues enriquecen los platos,  los hacen más sabrosos, y conceden digestiones benéficas y bien agradables. Esto no lo digo yo, que lo tienen demostrado y dicho nada más y nada menos que Bertrand Russell ( los melocotones le sabían más ricos después de enterarse de que venían de China, y  de todo el largo viaje que habían hecho hasta llegar a nosotros) y Cunqueiro. Y es así que ahora sabemos que la voracidad de la lubina le valió, en la antigua Roma, que la comparasen con el lupus, y que de ahí le viene la etimología; que la calabaza "fue antaño alimento de campesinos y de personas de escasos recursos, por lo que llegaría a gozar de poco aprecio en las mesas acomodadas y de bajo precio en el mercado. El Diccionario de Autoridades diría de ella en 1726 que era "comida insípida y de floxo mantenimiento, pero útil para algunos achaques";  que la berenjena, "oriunda de India y extendida por el Mediterráneo gracias a los árabes, en cuya mesa se halla bien presente, tardó mucho en llegar a las mesas europeas, donde hasta el siglo XIX conocería bastante rechazo; entre otras cosas, por su color atípico, prejuzgado como tóxico y próximo al de la belladona"; que la merluza es caníbal y que preparada a la sidra fue famosa en la sidrería El Nalón, en Oviedo, "desde mediados de los sesenta, por más que con anterioridad ya fuera practicada por la desparecida Casa Bango, en El Fontán, probablemente inspirada por la lubina a la asturiana (con sidra), que la famosa marquesa de Parabere ofrecía en su recetario por los años treinta"...

Algunas de esas recetas son inasumibles, pero también se encuentran muchas bien sencillas y naturales... Y ahí está uno gobernando la carne gobernada, preparando una merluza con salsa verde o un milhojas de berenjena y bacalao... Y unas veces nos salen bien y otras no... Pero no desesperamos y, leyendo leyendo, vamos acumulando muy variadas noticias que si bien pueden parecer inútiles, hacen mucho más sabrosas nuestras comidas...