lunes, 6 de junio de 2016

Cuatro días en Berlín

 ¿Quién, desestimando los peligros del terrible e ignoto mar, dejaría por propia voluntad Asia o África o Italia para visitar Germania, región privada de encantos, con un clima severo, sin ningún consuelo para el que cultiva sus tierras y tampoco para quien tan solo las contempla?

Tácito


Facturación

Decir algo de una ciudad en la que solo has estado cuatro días es, no cabe duda, un gran atrevimiento. Si además esa ciudad es Berlín, con una historia tan particular, tratar de sacar alguna conclusión no deja de ser un disparate. Sin embargo, sentados frente a este blog, comportarnos de este modo, atrevidos y disparatados, no nos importa demasiado. Así que vamos a contar aquí ese viaje y a extraer una serie de conclusiones precipitadas, por si le sirvieran de algo a quien decida darse una vuelta por esa ciudad extraordinaria. 

Viaje de ida

Cada vez que subo a un avión no puedo evitar pensar en la posibilidad de un accidente aéreo. Volar me parece la acción más antinatural que pueda imaginarse. Hacerlo, además, dentro de un aparato enorme y pesadísmo, lleno no solo de pasajeros, sino de un montón de bultos, cajas y maletas pesadísimas, eso ya es algo inconcebible. Sé que la física explica satisfactoriamente el fenómeno, pero yo no acabo de confiar del todo en la física. 

Al comienzo lo paso mal. Hasta que no transcurren diez minutos y compruebo que seguimos suspendidos en el aire, no me tranquilizo. Luego saco un libro, para olvidarme de dónde estoy. Esta vez llevaba conmigo las Noticias de Berlín de Cees Nooteboom. Son el relato de los años que vivió en esa ciudad, hace casi cuarenta años. Antes, durante y después del Muro. Cuenta cosas muy curiosas y se lee con el gusto con el que se leen los libros escritos con naturalidad y sin alardes. Antes de salir de casa leí también los artículos que mandaba a El Sol Sagarra en los años veinte, y los de Camba, de la misma época, y un librillo de un poeta esloveno, Ales Steger, que se titula así, Berlín, sin fantasía alguna. 

Sagarra se burla bastante de la seriedad de los berlineses, que encuentra muy graciosa, y se queja de lo primitiva que es su gastronomía. Camba mantiene parecidas opiniones y se nota que los alemanes le caen simpáticos. Con ese gusto suyo por la paradoja, afirma que el pueblo alemán es el pueblo más bueno del mundo y que esa es la causa de que sean capaces de cometer grandes atrocidades (lo escribe antes del nazismo): "Yo creo, en efecto, que todo el mal que los alemanes le hayan podido hacer al mundo se lo han hecho por exceso de bondad: por no poner en duda nada de lo que les decían sus periódicos, por no disgustar a sus príncipes y por imaginarse que el mundo sería mejor cuando Alemania lo hubiese purificado con el hierro y el fuego. Al disparar su cañón monstruo sobre París, los alemanes creían que, en el fondo, París debía agradecerles la atención (...). El alma alemana es incorruptible. Ningún agente físico parece ejercer acción sobre ella. Y quizá si Alemania constituye una excepción en el mundo sea precisametne por esto. El hombre malo, en efecto, puede corregirse; pero ¿cómo corregir al bueno?"

El libro del escritor eslovaco es una edición preciosa de Pre-Textos, pero contiene un exceso de lirismo que lo hace, a ratos, bastante empalagoso. No obstante, a veces dice cosas inteligibles y prácticas, por ejempo que Berlín es la ciudad de las panaderías y de las farmacias. Las hay, al parecer, en cada esquina. O esto otro: "Para quien llega a Berlín por primera vez, el agua es la mayor sorpresa y revelación. La ciudad flota sobre ríos y lagos, aunque sin ostentación, más bien con discreción".

Del libro de Nooteboom, mientras seguíamos sin caernos, subrayé estas frases: "Si hay un lugar en el mundo donde el pasado se sienta a sus anchas, ese debe de ser Berlín"; "Se necesita un método para estar en un sitio al que no se pertenece"; "Berlín es la ciudad de lo que no hay, de lo que ha sido aniquilado por las bombas, de lo cercado, de la misteriosamente prohibido..."; "una ciudad que se lee como una extensa remembranza en piedra, una ciudad a la que todos los días se le recuerda su papel anterior(...). La historia es invisible porque sucede muy despacio; solo muy raras veces se permite apresurarse. Uno de eso momentos fue noviembre de 1989". 

¿Qué método emplearemos nosotros para estar en Berlín estos cuatro días?



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