jueves, 19 de abril de 2012

Llegar tarde

A las citas yo llego siempre muy puntual. Tan puntual que, en muchas ocasiones, llego antes de tiempo. A veces incluso mucho antes. De tal manera que mi voluntad de ser puntual, extremadamente puntual, tiene el efecto contrario y no llego jamás a la hora. Soy impuntual, aunque al modo inverso en que se acostumbra a serlo. Esto provoca que sea una de esas personas que no están jamás en el sitio adecuado en el momento preciso. 

Así en el artículo de hoy, que en lugar de ocuparme de la polémica del día, esa del Rey y los elefantes, lo dedico al asunto del retrato del señor Bono que, con tanto alboroto real, a quién va a importarle ya...

Sin embargo, por si hubiese por ahí algún desplazado e inoportuno como yo, lo traigo hasta aquí, aunque no con un enlace sino con un más rústico recorto y pego, por haber suprimido el diario, en su versión digital, la sección de opinión.


Grandes hombres, ilustres mujeres

Reconocer a un gran hombre, a un gran mujer, siempre ha resultado difícil. Piensen si no en Cervantes, con su pobreza a cuestas y al que sus contemporáneos jamás se tomaron en serio, o en Santa Teresa y todas las fatigas y angustias terrenales que le hicieron sufrir cuando andaba por los caminos de su siglo, en su labor reformadora.

Podría pensarse que hoy en día ya estos asuntos deberían ser distintos, pues con tantos medios de comunicación, con tantísimos periodistas y tertulianos, tan lúcidos, tan perspicaces y tan bien informados, descubrir al gran hombre, a la gran mujer, tendría que ser cosa de coser y cantar. Nos los traerían a casa, como la compra del supermercado, nos los meterían por los ojos y no deberíamos tener que hacer nosotros esfuerzo alguno. “Fulanito es un gran hombre”, nos dirían en el telediario; “Zutanita es una ilustrísima mujer”, afirmarían; y nosotros lo aceptaríamos de buen grado. El mundo marcharía así, qué duda cabe, con un orden y una jerarquía bien establecidos, no se cometería injusticia alguna y los pueblos serían prósperos e ilustrados.

Pero no. Existen gentes contumaces y perversas que no quieren darse cuenta de la grandeza de estos hombres y mujeres diferentes que cada siglo da como una cosecha afortunada, y que les niegan el pan y la sal, y provocan el desconcierto, la confusión y la infamia al no reconocerlos como lo que son: distinguidísimos varones, hembras preclaras.

Así está sucediendo con el desafortunado debate en torno al retrato de don José Bono. Les parece muy mal a muchos que se vayan a gastar unos miles de euros en pintar a este benefactor de La Mancha toda y del país entero, y lo critican en los medios, y hasta hacen mofa y befa de una tradición tan inspirada como esta de retratar y colgar luego en un pasillo del Congreso a los que han sido sus presidentes.

Es lamentable. Que un hombre que ha gobernado décadas una comunidad autónoma tan brillantemente que no hay ingeniero que no quiera venir a trabajar a una de sus provincias; que ha abierto aeropuertos, extendido vías de alta velocidad, creado facultades de esto y aquello en cada ciudad de esa región, y que, tras tan luminoso gobierno, ha llevado su benéfico modo de administrar la cosa pública al país entero; que quien ha realizado todas estas proezas sea puesto en la picota pública por el deseo legítimo de que las generaciones venideras guarden el recuerdo que se merece, esto no tiene nombre y es un vileza sin igual.

No un retrato, una estatua en cada pueblo se merece este señor, y si la estatua es aún más gravosa, bien gastados estarán todos esos dineros. Yo propongo que se le levante una en la plaza de Alcaraz, ecuestre y broncínea, a la manera de la de Pizarro en Trujillo, por estar ese pueblo muy cerca de su lugar de nacimiento, y ser plaza tan hermosa que bien se merece, para mejorarla, la estatua a caballo de un noble personaje.

En la de Almagro, en cambio, podría erigírsele otra, también ecuestre, a la manera de Don Quijote, y a su vera una del señor Barreda, cual su escudero. Y bustos y más bustos en cada pueblo que gozó de su buen gobierno, como la ínsula Barataria del de Sancho (aunque este por mucho menos tiempo).

A lo mejor es así como se debe proclamar a las gentes la grandeza de quienes nos gobiernan. No con retratos de miles de euros, sino con grandes esculturas,  con carteles enormes que valgan millones y colmen el espacio de nuestras plazas y las fachadas de los edificios.

De todos modos, afortunadamente, el retrato se va a hacer, y las generaciones futuras podrán recordar no solo al señor Bono sino a todos los que, sacrificados, valerosos y corajudos, han presidido el Congreso de los Diputados. Sin embargo, uno no confía mucho en las generaciones que han de venir, pues si se fija que entre la juventud del día muchos hay que no saben con claridad quién fue Francisco Franco, y lo que es aún más grave, tampoco Charles Chaplin o Cary Grant o Marilyn Monroe, pensar que los que vayan a sucedernos deseen saber quiénes fueron esos señores ahí retratados, me parece a mí de una gran candidez.

Efectivamente anda todo muy mal y torcidamente. De la misma manera que se reniega del gran hombre que se va (¿se irá de verdad?), tampoco se quiere ver el sacrificio enorme de nuestra actual presidenta. Una mujer que vale tanto que tiene tres sueldos porque no solo es grande e ilustre, sino también ubicua. Pues hay gente que no lo ve.




1 comentario:

  1. Extraordinario y genial artículo. ¿sabes el motivo por el cuál en la edición digital ha desaparecido la sección de opinión?. Mi opinión te la imaginas.
    Otra cosa: El diario La Voz de Asturias deja de editarse tras 89 años de historia.
    http://www.lavozdeasturias.es/asturias/VOZ-ASTURIAS-periodismo-servicio-asturianos_0_685131651.html

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