martes, 12 de junio de 2012

El viaje entretenido (Pintura rápida)

Después de Almagro, por la tarde y ya en Villanueva, mientras los demás descansaban un rato me fui a callejear y a visitar una librería de viejo que hay allí. Tenían poca cosa, pero todo muy bien dispuesto y ordenado. Nos habríamos llevado un tomito con las conferencias que Jiménez Lozano dio en la Residencia de Estudiantes sobre el oficio de escribir, y el ensayo de Azaña sobre el Quijote, pero ya los tenemos a ambos  en casa. Confirmando el espíritu soñador de este lugar, había muchísimos libros de viajes.









Al salir, en la plaza estaban expuestos todos los cuadros de un certamen de pintura rápida que habían celebrado esa mañana. La plaza estaba llena y las gentes expectantes. Desde un estradillo, comenzaban las autoridades a cantar los premios. Anunciaban el nombre del mecenas que patrocinaba cada galardón, y acto seguido el nombre del pintor afortunado. Dieron, si no llevé mal la cuenta, más de veinte: Electricidad Romero, 200 euros; Cierres metálicos Puerta, 250; Joyería Serrano, 300; y así sucesivamente. Tiendas de electrodomésticos, agencias de viajes, ópticas, restaurantes y figones..., hasta el multiprecios Badulaque contribuyó a este homenaje al arte pictórico. Hubo, también, un particular, que subió elegante de sombrero y tirantes a entregar diploma y cheque, y el propio ayuntamiento, a pesar de los tiempos negros que corren, contribuyó con uno de los premios más abultados. El primero, que patrocinaba una fundación de artistas locales, 2500 euros.

Los que ganaban descabalgaban su cuadro del caballete y se iban con él debajo del brazo hasta el estradillo, desde el que se lo enseñaban al público como hacen en el boxeo unas coquetas señoritas con los carteles que indican el numero del asalto.

Casi todos los lienzos eran muy figurativos, escuela Tomelloso, y todos los artistas pintores se veían morenos como hortelanos de haberse pasado todo el santo día a la intemperie. Algunos se ve que eran amigos, seguramente de irse encontrando en estos certámenes, y se jaleaban unos a otros con entusiasmo.

Cuando todo acabó y ya no hubo más mecenas ni premios, los que no habían sido señalados con el dedo de la fortuna se apresuraron a colocar bajo sus caballetes un papelillo con un numero de teléfono y el aviso de "se vende", escrito a mano.



Se hicieron, que yo viese, tres o cuatro transacciones, rápidas y sin regateos (300, 400, 500 euros). Los demás, los que ni alcanzaron un premio ni encontraron comprador, se fueron yendo  muy poco a poco, igual que la luz del día. Recogían sus cuadros, plegaban los caballetes y se iban arrastrando unas cajas como las que llevan los fontaneros o electricistas a sus reparaciones, calle abajo...

Sentado en un banco, contemplaba yo todo esto mientras esperaba a la familia. Cuando ya se iba el último artista pintor, di en  pensar que esto que hace uno cada día, venir a este desván a contar lo que nos pasa o, cuando no nos pasa nada -que es lo habitual- lo que vemos o imaginamos, es muy semajante a lo de esos  pintores. Como pintura rápida es, dos o tres pinceladas apresuradas hurtadas a las últimas horas del día, ya con poca luz, ya un poco fatigados... Lo escribo, lo corrijo en unos segundos (casi siempre se nos escapa alguna errata), y le doy a "publicar", que es un acto en todo semejante a ese de escribir en un pequeño papel "se vende"  y colocarlo bajo los cuadros...


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