miércoles, 26 de junio de 2013

Como si fuese otra ciudad

Andamos estos días encantados ante la aparición en esta ciudad nuestra de negocios que no parecen de aquí, sino de otro sitio, y que nos permiten fantasear con alegría con que esta ciudad no es esta ciudad sino otra, distinta y mejor...

El primero fue un taller de bicicletas, muy pequeño, casi escondido en una calle junto al parque. Te hacen allí la bicicleta a medida, con los colores que tú elijas, no solo para el cuadro, sino también -es lo más llamativo- para las llantas de las ruedas. Puedes escoger también toda clase de manillares y sillines, pedales, cadenas... Desde que han abierto, se pueden ver circular por la ciudad bicicletas bien peregrinas y curiosas, muy bonitas casi todas, con unos colores que alegran el tráfico monótono y gris...








Luego fue una tienda de vestidos, bolsos y otros complementos. El día que entré con A. me dio la impresión de estar en cualquier local de moda de Chueca. Los vestidos, los bolsos y los complementos que allí se vendían yo solo los he visto en ese barrio de Madrid. Fue la primera vez que me alegré de visitar una tienda de moda. Como desde el interior solo se veía un pequeño fragmento de la calle del Tinte, sin seña particular alguna, me hice la ilusión de que si salía fuera me iba a encontrar en la de Fuencarral. Solamente por esa razón me puse muy contento y animé a A. -que no daba crédito- a que siguiese mirando entre las estanterías y las perchas, que no había prisa...

Y el último ha sido, en el barrio, La Bodega de Serapio, en un viejo almacén de vinos que han rehabilitado. El sábado estuvimos allí tomando el aperitivo. Conservan casi todo como estaba, sobre todo una enorme cuba de vino que si no es de los tiempos de Cervantes, lo será de los de Azorín. Hace tan solo un par de años todavía funcionaba ese almacén, que visitaban los vecinos para tomarse un chato o rellenar la garrafa para el consumo de la semana. Ya era un sitio precioso, cervantino y azoriniano... 

Mientras lo mantuvieron cerrado, tampoco dejó de ser hermoso, con sus grandes puertas de madera verde y el rótulo sobre ellas: ALMACÉN DE VINOS AL POR MAYOR Y DETALL. Y ahora que han abierto esas puertas otra vez, da mucho gusto traspasarlas, y sentarse en el patizuelo que hay nada más franquearlas, o entrar en el frescor de ese viejo almacén. Está uno allí como si fuese un turista ocioso en algún hermoso lugar del mundo. 



Ahora, sale uno de casa y en dos pasos siente como si hubiese hecho un largo pero descansado viaje y estuviese en otro lugar distinto. A veces, incluso llegamos a pensar que, a la vuelta de la esquina, nos encontraremos con un puerto de mar...

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