miércoles, 12 de junio de 2013

La pobreza

El martes, camino del banco, me abordó un hombre muy delgado, con una zamarra oscura y un pequeño zurrón,  y barba de varios días. Al principio no entendí muy bien lo que me decía. Hablaba un español lleno de tropiezos, inseguro como los primeros pasos de un niño muy pequeño. Nos acercamos mucho el uno al otro, como si nos fuésemos a hacer una confesión. A duras penas logré entender que buscaba el cotolengo, pues tenía mucha hambre, me dijo, y le habían dicho que era allí donde debía dirigirse. Yo le hablé de Cáritas, pero estaba el hombre muy lejos de ese lugar. Así que le di unos euros para que se comprase un bocadillo... El hombre me juró que en eso lo iba a gastar, que no había engaño, que si quería que lo acompañase para que lo viera...

Luego, por la tarde, camino al instituto, que teníamos evaluaciones, una larga fila esperaba a las puertas de un garaje donde ha organizado Cáritas un pequeño almacén en el que reparte comida. Los carros de la compra, las miradas de los que esperaban en silencio, sus gestos ensimismados, lentos... Componía todo una imagen muy áspera y muy cruda.

Tal vez haya gente que no vea estas cosas, que se fije tan solo en que continúa amaneciendo cada día, y cada día hay gentes que aún vamos a trabajar, y de vez en cuando nos sentamos en una terraza a tomarnos una caña... Tal vez... Pero eso que yo vi el otro día, ese encuentro que tuve en una esquina del centro de la ciudad, sucede cada jornada, una y otra vez, y va creciendo y no sabe uno hasta dónde llegará esa marea de  pobreza y desesperación... Porque quienes bombean ese agua que ya le llega al cuello a la mayoría no se detienen ni un instante. Ahora son las pensiones -no se pierdan, por favor, este ARTÍCULO de nuestro amigo C.-, y mañana, quién sabe lo que será... Recuerda uno aquella escena de Mary Poppins en la que un banquero lucha con uno de los chiquillos para arrebatarle dos peniques, y pensamos muy seriamente que es un retrato exacto de esa gentuza, y que ni las cartillas de ahorro de nuestros hijos están a salvo.


           

1 comentario:

  1. JOAN MANUEL SERRAT 'DISCULPE EL SEÑOR':
    Disculpe el señor
    si le interrumpo, pero en el recibidor
    hay un par de pobres que
    preguntan insistentemente por usted.

    No piden limosnas, no...
    Ni venden alfombras de lana,
    tampoco elefantes de ébano.
    Son pobres que no tienen nada de nada.

    No entendí muy bien
    sin nada que vender o nada que perder,
    pero por lo que parece
    tiene usted alguna cosa que les pertenece.

    ¿Quiere que les diga que el señor salió...?
    ¿Que vuelvan mañana, en horas de visita...?
    ¿O mejor les digo como el señor dice:
    «Santa Rita, Rita, Rita,
    lo que se da, no se quita...»?

    Disculpe el señor,
    se nos llenó de pobres el recibidor
    y no paran de llegar,
    desde la retaguardia, por tierra y por mar.

    Y como el señor dice que salió
    y tratándose de una urgencia,
    me han pedido que les indique yo
    por dónde se va a la despensa,

    y que Dios, se lo pagará.
    ¿Me da las llaves o los echo? Usted verá
    que mientras estamos hablando
    llegan más y más pobres y siguen llegando.

    ¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise
    si tienen en regla sus papeles de pobre...?
    ¿O mejor les digo como el señor dice:
    «Bien me quieres, bien te quiero,
    no me toques el dinero...»?

    Disculpe el señor
    pero este asunto va de mal en peor.
    Vienen a millones y
    curiosamente, vienen todos hacia aquí.

    Traté de contenerles pero ya ve,
    han dado con su paradero.
    Estos son los pobres de los que le hablé...
    Le dejo con los caballeros

    y entiéndase usted...
    Si no manda otra cosa, me retiraré.
    Si me necesita, llame...
    Que Dios le inspire o que Dios le ampare,
    que esos no se han enterado
    que Carlos Marx está muerto y enterrado.

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