lunes, 9 de septiembre de 2013

Álbum de verano (V)

Tranco quinto (Palacio)

Habíamos olvidado los nombre pero no el paisaje. Los vamos recuperando por el camino, como quien recoge las migas de pan que le conducirán de nuevo al hogar: Turanzas, Rales, Vibaño, La Herrería (y aquí, el indicador que te dirige a El Allende, que es como quien dice El Confín, y nos parece a nosotros el nombre más hermoso de todos…), Riofrío, Puentenuevo… Es aquí donde abandonamos la carretera principal y pasamos, efectivamente, por un puente –no tan nuevo pero sí pequeño y estrecho-, y por la carretera que parece un río –vueltas y revueltas-, subimos hasta el lugar de Palacio, hasta la casa en lo más alto del pueblo, frente a la mole del Mazucu, en el valle secreto y misterioso de Ardisana.


Amarillean como nunca los prados, agostados este mes de julio a causa de tantos días sin haber probado ni una gota de agua. Por el contrario, nos parecen más frondosos los bosques, cargadas sus ramas de verdes, temblorosas hojas. Medraron las lluvias en mayo y junio, tan constantes y copiosas que parecía el diluvio. Sin embargo, al llegar julio cesaron. Hace ya dos semanas que no hay noticia alguna de ellas…


Ha salido hoy el sol envuelto en una gasa. Es un sol modernista y decadente. Cuando atardece, antes perderse tras las montañas, va soltando sobre el paisaje, como un orfebre, polvo de oro…


Después de diecinueve días esplendorosos –aquí esta clase de contabilidad se lleva muy rigurosamente-, de días de soles benéficos y cielos despejados, abiertos, incontestablemente azules, despierta hoy cuajado de niebla, perdido el paisaje tras la borrina. Se agradece esta variación. Uno acaba por cansarse de casi todo. Ya se escuchaban quejas en la cola del supermercado, y en el campo se lamentaba el estado de los prados. Se hacían votos, en uno y otro lugar, por un poco de lluvia.

Luego, cuando al fin vengan dos o tres días como el de hoy, esas mismas gentes –y nosotros con ellas- lamentaremos un verano tan húmedo, y en las calles se pararán los amigos y conocidos a comentar un clima tan miserable. Y anunciará uno de ellos que, esa misma tarde, hará las maletas y cruzará el puerto, camino de León. “A secar”.


Y así rodarán los estivales días en esta bendita tierra.

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