lunes, 30 de septiembre de 2013

Álbum de verano (XVII)

Tranco decimoséptimo (Palacio)

En la sobremesa, después del capítulo de The wire, puse en el ordenador el DVD que había comprado el otro día en Oviedo, unos cortometrajes de Víctor Erice. Uno de ellos lo rodó en este valle. Es una película preciosa, en blanco y negro y casi muda. Se titula Alumbramiento y dura apenas once minutos. Los personajes, hasta las tomas finales no dicen ni mu. Sin embargo, no es una película silenciosa. Todo lo contrario. Se escuchan en ella el llanto de un recién nacido, el vibrar sordo y amodorrado de la hora de la siesta, el piar de algún pájaro, el zumbido seco de las guadañas que cortan la hierba, los pasos iguales de un reloj de pared... Se trata de una película breve y simbólica, llena de un doloroso lirismo... El tiempo, la vida, la muerte...

Al llegar los títulos de crédito, ya un poco distraídos, creímos reconocer un nombre. Volvimos atrás. Efectivamente, ahí estaban el nombre y el apellido, no muy común, de don A. Para comprobar que era él, vimos un documental que traía como extra el DVD, grabado con una cámara doméstica, sobre el rodaje de la película. Al final hay varias tomas del grupo de actores, que posan junto al director para unas fotografías. Efectivamente, el segador 1 se parece extraordinariamente a don A.. Sin embargo, hay algo en su rostro que nos parece distinto. Podría ser él, o tal vez un primo suyo... La película se rodó en 2002, y esa extrañeza podría ser, simplemente, el paso de los años...



De manera que dos días después, le pregunté a don A. por ello. Sí, el segador 1 es él. Lo llamaron, le hicieron una pequeña prueba y estuvieron una semana rodando. Al comienzo, estaba un poco preocupado, pues pensaba que al ser zurdo, tal vez eso supusiese un impedimento a la hora de grabar, qué sabía él. Pero le dijeron que no se preocupase, que lo único que debía hacer era segar como lo había hecho toda su vida. Sale en tres planos: uno de espaldas, cabruñando; otro, un plano de detalle de sus manos, aguzando la piedra de afilar; y ya el último, segando... Nos explicó que lo rodaron en un prado que se ve desde la casa, y en el caserío que hay en el límite de él. Don A. no ha visto la película nunca. No llegó a estrenarse en los cines, aunque si lo hubieran hecho, tampoco la habría visto, pues lo más seguro es que no hubiese tenido tiempo para ir. Este cortometraje es uno de los episodios de una película colectiva en el que colaboraron varios directores internacionales: Ten minutes older: the trumper. No sé en otros países, pero aquí, ya lo decimos, no se llegó a estrenar nunca.



-Vinieron, lo rodaron y se fueron. Y ya no supimos nunca más nada de aquello.

Le invitamos a  que la viese. Pusimos el ordenador en la mesa de la cocina y le ofrecimos un asiento delante de ella. Mientras iba pasando la película, nos contaba don A. cosas de aquellos días, y le alegraba reconocer a sus vecinos, y los nombraba en voz alta. Al terminar, nos explicó que el director era un hombre muy suave y muy amable, y muy curioso de todo, especialmente de los nombres que les daban a las herramientas y aperos, a las labores de cada día, y que ya conocía él muchos de ellos, porque, les contó, era vecino, de Santander... Recordó que les porfiaban mucho para que comiesen con ellos en una carpa que habían levantado junto al caserío, y que les traían la comida en unas furgonetas. Pero que él nunca accedió, pues teniendo su casa a la mano, cómo iba a quedarse a comer allí. 




-Yo creo que, de todos los vecinos que salimos, soy el primero que la ve...

Naturalmente, le regalamos el DVD. Al principio se negaba a aceptarlo, pero insistimos asegurándole que nos iba a costar muy poco hacernos con otra copia -exactamente tres euros, que es lo que nos había costado en la Fnac, donde tenían un buen número de ellas-, y que cómo no iba a tenerlo él en su casa... Nos lo agradeció una docena de veces. Cuando nos despedimos era ya noche cerrada.





                             

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