miércoles, 15 de enero de 2014

La estancia III

Anunciaron en la tele, la radio y los periódicos que una ciclogénesis explosiva entraría por Galicia y llegaría Asturias aquella misma tarde... La esperamos en el balcón de la cocina, expectantes. Sin embargo, solo se presentaron, por el camino del Oeste, un poco de viento y algunas lluvias. Con semejantes nombre y apellido, esperaba uno mucho más... Mucho nombre para tan flojo temporal, pensamos, y ya nos metimos para dentro, murmurando que ya no saben cómo asustarnos...

A lo mejor era por eso, por la ciclogénesis explosiva, por lo que encontré tan asustadiza, como un gorrión a la intemperie, a la encargada de la nueva librería de mi pueblo, la que me dijo F. En verdad que es una librería bonita, con libros muy bien escogidos, que esperan a los finos lectores de mi pueblo, que los debe de haber. Le pregunté por un par de cosas, y como no las tenía, se deshizo en mil y una disculpas que a duras penas pude ir refrenando asegurándole que no tenía la menor importancia, que eran libros de editoriales raras y resultaba por ello de lo más normal que no los tuviese...

Por la tarde fuimos a La Corredoria, en el tren de cercanías. Le iba contando a P. la cantidad de viajes que hicimos en nuestra juventud en ese tren, camino de Oviedo. Yo creo que esto ya se lo he contado una docena de veces, pero, piadoso, simulaba prestarme atención. Ese viaje es para nosotros un viaje sentimental.

Íbamos a ver a los sobrinos y a recoger el viejo coche de mi hermano, que como no lo iba a necesitar en esos días, nos lo dejaba para que anduviésemos más ligeros por ahí. Al despedirnos, como no me acordaba muy bien dónde estaba el embrague -el que usamos nosotros desde hace años es automático-, arranqué inseguro, trazando unas cuantas eses. Yo creo que mi hermano se quedó un tanto preocupado. Pero, como P. en el tren, disimuló.

(Tan poca cosa fue esa ciclogénesis, que los adornos navideños del edificio sobre la mítica ferretería Cristaloza, ni se movieron)


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