lunes, 13 de enero de 2014

La estancia

Lo primero que hicimos el primer día fue ir al supermercado de Hunosa, al viejo Economato. Fuimos a por unas botas de invierno para P., que solo tiene zapatillas deportivas porque dice que es el único calzado que le gusta. De manera que iba a mi lado a regañadientes. Igual que mi hermano y yo, hace ya más de veinte años, cuando nos llevaba mi madre. Eran unas mañanas, aquellas en las que íbamos a por provisiones, tediosas, interminables. Había que hacer dos largas colas, una para entrar y otra al salir, antes de pagar en las pocas cajas que había. Pero estaba siempre lleno -por esta razón tenías que esperar antes de poder entrar- y el tráfico de carros, encargados, reponedores, era denso... Hoy, sin embargo, todo ha mudado. En ese lugar, hoy, se podría rodar una película sobre alguna de las antiguas repúblicas comunistas... Apenas hay una docena de clientes, todos jubilados, la mayoría de los estantes se ven medio vacíos, las baldosas del suelo sueltas, las paredes desconchadas...



Resultó ardua la elección de las botas, pero una vez conseguidas, nos colocamos en la caja rápida. Aunque la clientela era poca, se movía con lentitud, sacaba sus monederos con parsimonia y contaba las monedas muy cuidadosamente... Nos tocó, además, la cajera más atolondrada, que aunque joven, también maniobraba con parsimonia, sin prisas ni aceleramientos. Tardamos más de media hora en poder pagar. Salí un poco sombrío. En la puerta había pegadas más de una docena de negras esquelas... Al llegar a casa, me contó mi madre que en febrero cierran todos estos supermercados. Si esto sigue así, pensamos, no tardarán tampoco en cerrar el pueblo...



Por la tarde nos vimos con C. y H. en el Café Paraíso. Cuando ya nos íbamos, llegó F. Hacía muchos años que no lo veíamos. F. se dedica a impartir talleres literarios por las bibliotecas públicas del país y a publicar reseñas literarias en el periódico. Es poeta, pero, qué remedio, vive de esas cosas. Me tranquilizó un poco sobre el futuro de mi pueblo: han abierto una librería, y son varios los jóvenes talentos que acaban de ganar varios certámenes literarios allende el Pajares... Nos volvimos, con esa información, un poco más esperanzados. "Quién sabe", dimos en pensar, "si no acabará nuestro pueblo, después de las minas, reconvertido en una pequeña república literaria, quién sabe..."





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