martes, 22 de marzo de 2011

La música del viaje

El sábado nos fuimos a Úbeda. Durante los viajes en el coche, para hacerlos más amenos y llevaderos, ponemos música, y para que no haya discusiones, elegimos un CD cada uno, democráticamente.

A. escogió una antología de Loquillo y los Trogloditas, que tienen canciones muy estimables pero a los que yo tengo cierta tirria pues me recuerdan un concierto suyo en Oviedo, lleno de altercados, al que tuve la mala fortuna de asistir. Aún tengo muy viva la imagen del cantante, altísimo cual jugador de baloncesto, saltando belicoso y homérico del escenario y encarándose con el  público innumerable que abarrotaba la plaza de toros y le estaba tirando de todo un poco. Lo pasé regular. Sin embargo, me vino bien esa música suya, porque armonizaba perfectamente con la cantidad de curvas que hay desde Albacete hasta Alcaraz, y creo que me ayudó a una conducción más deportiva, fluida y eficaz.





P. se decidió por los Beatles. Desde que un día, en otro viaje, le pusimos un disco de estos muchachos de Liverpool, les ha cogido gran afición. Es música perfectamente recomendable para todo tipo de carreteras. Con ella nos adentramos en los campos jiennenses.




Yo elegí uno de Luis Pastor, donde canta unos temas preciosos a dúo con diversos cantantes de exóticos orígenes: africanos, brasileños, portugueses, canarios, extremeños y uno o dos de Madrid. Sólo escuchamos tres o cuatro canciones porque ya estábamos llegando a nuestro destino.



A P. este disco no le gustó demasiado y trató de convencerme para que volviésemos a los Beatles, pero no cedí. A veces soy un padre inflexible.

Fue un viaje muy plácido, bajo un cielo azul reluciente, manchado aquí y allá por el humo dormido de los rastrojos que estaban quemando en los campos y los olivares. Al final, en el horizonte, las cumbres de la Sierra de Mágina se veían cubiertas de nieve.

lunes, 21 de marzo de 2011

Primavera

A pesar de andar el mundo tan revuelto y tan patas arriba, hoy ha llegado, una vez más, la primavera. En días como estos, tan terribles, son de agredecer su fidelidad y su constancia.

Según cuenta Cunqueiro en Los otros caminos, el secretario del ayuntamiento de Ginebra da fe, todos los años, de la llegada de la primera hoja verde a los castaños de la ciudad. Y fantasea don Álvaro: "Quisiera ser ese secretario del Estado, en ese día, levantando acta de que ya nació la hoja verde".


Muñoz Molina, por su parte, se inventa un dulce trabajo, muy semejante, AQUÍ.

Y hace unos cuantos días, cuando aún estábamos en Asturias, pudimos leer en el periódico de allí, en su última página, que aunque aún faltaban 16 días para la primavera, habían sido vistas ya las primeras golondrinas: "Dos golondrinas comunes volaban ayer por el valle del río Nora, en Priañes. Son parte de la avanzadilla de esta especie, que aparecen en las fechas habituales. Su número aumentará entrado el mes".


¿Puede, un periodista, dar noticia más hermosa? 

viernes, 18 de marzo de 2011

En el jardín de sir Logan Pearsall Smith

¡Qué aburrido levantarse por la mañana siendo siempre la misma persona!

... Entonces pensé en la lectura, la hermosa y discreta felicidad de leer. Eso fue bastante: esa alegría no empañada por la edad, ese refinado vicio impune, esa egoísta y serena embriaguez de por vida.

Hay dos objetivos en esta vida: primero, conseguir lo que se desea; y una vez conseguido, disfrutar de ello. Solo los más sabios logran lo segundo.

¡Qué lleno está el mundo de ángeles caídos!

Cuidado si pierdes el tiempo libre. Estás perdiendo el alma.

Lo que me gusta de un buen escritor no es lo que dice, sino lo que susurra.

¡Qué farsantes, que afirmamos vivr por la belleza y no vemos nunca el amanecer.

La gente dice que lo importante es vivir, pero yo prefiero leer.

No pido demasiado; mis esperanzas para mis últimos años no son desmesuradas. En enero (como un viejo ateo francés al que he leído) comienzo a pensar en la temporada de las fresas, y cuando esta se acaba, espero con ilusión los melocotones maduros de agosto.

(De su libro Todas las trivialidades, aquel que yo me empeñaba, una tarde de las pasadas navidades, en una librería de Oviedo, en bautizar como Todas las perplejidades, y por eso la dependienta no daba con él de ningún modo).

jueves, 17 de marzo de 2011

Autoblogmbo

Se me había ido el artículo de este mes al limbo. Ni me acordaba de que ya nos tocaba de nuevo, tan rápidas pasan las semanas. Si no llega a ser por C., que me lo recordó en un correo el martes, no entrego nada. Lo que ocurre es que ya no tuve tiempo para escribir algo más o menos serio - algo como ESTO de E. G. M.-, y saqué de las bodegas del ordenador un texto que tenía medio compuesto cuando comencé con este blog y en el que daba cuenta de su nacimiento. Lo guardaba arrumbado en una carpeta porque  me parecía demasiado soso, y sobre todo dudaba si no supondría una presunción eso de ir a contarles a la media docena que nos leen semejante alumbramiento, y hasta un abuso, pues no dejaba de ser una invitación impertinente a que lo visitasen, y también una vanidad. Podría haberle dicho a C. que no tenía nada, y ponerme a escribir algo decente para abril, pero no. Me pudo la presunción, no me ha importado abusar de quienes tan amablemente ocupan un par de minutos en leernos, y mi vanidad no ha dejado pasar su cita mensual con el papel impreso. Y AQUÍ está el articulito de marras.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Atlántica XXII

Me acabo de leer el Indignaos, de monsieur Hessel. Y, efectivamente, me encuentro en un estado de ligero cabreo. Me ha llevado, esta lectura, no más de quince minutos, de manera que ya se imaginarán que, o tiene el hombre un gran espíritu de síntesis, o poco ha podido decir. Y es esto último, que no dice apenas nada. Nada, al menos, que no se sepa de sobra. Tendría que haber supuesto que, en tan breves páginas, seguramente no se puede hacer otra cosa.


Dice que la prensa ya no es independiente, que está en manos del poder y el dinero; que los logros sociales conseguidos tras la II Guerra Mundial corren grave riesgo de perderse; que hay, en el mundo, mucho dinero, más del suficiente, pero que cada día que pasa está peor repartido; que no son los políticos quienes toman las decisiones importantes, sino otros, no se sabe muy bien quién... Lo dice así, con frases no más largas que las que acabo de emplear, y, claro, se queda uno un poco con cara de bobo, esperando algo más, no sé, algún ejemplo expresivo y contundente. Cuenta también un poco de su vida, que ha sido apasionante, de sus actividades en la Resistencia francesa, y de cómo participó en la redacción de la carta de los Derechos Universales del Hombre cuando se creó la ONU... Pero lo hace igualmente de una manera muy somera. Y, eso sí, cada dos líneas anima a los jóvenes de hoy a rebelarse, a decir no, a indignarse... Lo cual está muy bien, qué duda cabe, pero...

Naturalmente, tendría que haber pensado que, con noventa años, no estaría el señor para escribir muchas más páginas. Eso lo comprendo. Ahora, que se editen estas pocas líneas y que te cobren cinco euros por ellas, me parece, efectivamente, indignante.

Unos días antes, sí que habíamos descubierto motivos reales, más ampliamente explicados y muy bien documentados, para esa irritación cívica de la que se habla tan vagamente en ese librillo decepcionante. Los encontré en una revista que se edita en Asturias y que me pasó mi hermano. Se llama Atlántica XXII y en este número que me he traído a casa cuenta con cierto detalle de qué manera los políticos de esa región -los unos, los otros y los de más allá- la han convertido en su pequeño reino particular, y cómo las practicas más inmorales, sorprendentemente legales algunas e ilegales las más -se ha encarcelado a un exconsejero, y a un par de altos cargos y funcionarios afines en lo que han dado en llamar Operación Marea-, son moneda corriente allí. Cuenta tales cosas que la noche que la leí me fui a la cama con unas ganas terribles de hacerme guerrillero, echarme al monte y asaltar a todos esos mandatarios y a sus cómplices a su paso por el Huerna, para darles su merecido, esto es, vaciarles los bolsillos, confiscarles el coche oficial y desterrarlos del Principado por una larga temporada. Cuesta esta revista, como el librillo de arriba, cinco euros, pero al contrario que aquel  su lectura asegura una indignación justa y bien fundada.

martes, 15 de marzo de 2011

Jerónimo Granda

Hace más o menos una semana estábamos de carnaval en Gijón. Fue una tarde estupenda. N., con una peluca inefable, componía una curiosa mezcla entre un cantante heavy y el Javier Bardem de No es país para viejos.


Cuando nos íbamos a cenar, nos cruzamos con Jerónimo Granda. Llevaba la funda de su guitarra al hombro. Este señor es uno de los grandes patrimonios humanos que tenemos en Asturias. Es un cantante cáustico, socarrón y popular de gran éxito allí. Vendría a ser, para definirlo con rapidez y justeza, nuestro Brassens particular. Además de sus propias composiciones, de un humor muy inspirado, interpreta también con gran sentimiento esas tonadas emocinantes que se cantaban antes en los chigres y los bares, y no suelen faltar nunca en esos últimos momentos exahustos y sudorosos de bodas y comuniones, para que la gente, ya un poco borracha, llore a su gusto. La mina y el mar o Pescadores son dos de estos temas que digo (se los pongo más abajo). Además, es un gran comediante y entre canción y canción acostumbra a  hacer  unos monólogos graciosísimos, en un asturiano muy jugoso, desde mucho antes de que se pusiesen de moda en las televisiones. Yo tengo en la mesilla de noche un librín donde se recogen algunos de ellos. Lo tengo ahí para ver si, mientras duermo, se me mejora el humor.


Es hombre sin pelos en la lengua, que se ríe de los poderosos de este mundo con mucha lucidez, sin enfadarse, serenamente. Da gusto escucharle. Y tiene una voz profunda, grave y armoniosa.


Pues bien, cuando acabamos de cenar y volvíamos hacia el coche, al pasar por Begoña, resulta que allí estaba, subido a un escenario, cantando. Era ya el final de la actuación. La penúltima tonada se preguntaba, con la música del ¿Dónde están las llaves...?, por dónde estarán les perres, esto es, el dinero que al parecer se han llevado unos cuantos altos funcionarios y algún exconsejero del Principado que, aquel día, aún dormían en la cárcel de Villabona. La gente coreaba entusiasmada. Cerró la actuación con la canción que les pongo aquí abajo, que tampoco tiene desperdicio (fíjense en el público, ya talludito,cómo se sabe la letra y de qué manera entregada le siguen).






lunes, 14 de marzo de 2011

Frágil mundo

Llevamos dos días aturdidos por las imágenes que las teles enseñan del Japón. Desde que comenzaron a informarnos de lo que allí había ocurrido, realizamos cada mínimo acto cotidiano maravillados de que todo siga en su sitio. Levantamos las persianas, miramos a la calle y no sabemos cómo dar las gracia  ante el paisaje monótono de gentes y coches de cada día. También al pulsar el interruptor y comprobar que la luz se enciende como siempre. Abrimos el grifo, y el agua acude puntual, fría o caliente, según lo hayamos girado a izquierda o derecha. Las zapatillas están donde las dejamos anoche, antes de acostarnos, y funcionan la radio y esa misma televisión que nos informan de ese desastre monumental y sobrehumano. Siguen alineados en las estanterías nuestros libros, y toda nuestra casa en pie. Y sabemos que todas las personas que amamos están sanas y salvas, igual que nosotros.


Es entonces cuando comenzamos a imaginarnos que todo eso lo perdiésemos de repente, que nos despértasemos un día y ya no hubiese gente pasando bajo nuestras ventanas, ni coches, ni luz, ni agua, ni zapatillas que ponerse, ni libros, ni casa. Y que no supiésemos qué ha sido de los nuestros. Y sólo entonces, por un momento, podemos entender vagamente esa desgracia descomunal que acaba de aplastar a los japoneses.