lunes, 14 de marzo de 2011

Frágil mundo

Llevamos dos días aturdidos por las imágenes que las teles enseñan del Japón. Desde que comenzaron a informarnos de lo que allí había ocurrido, realizamos cada mínimo acto cotidiano maravillados de que todo siga en su sitio. Levantamos las persianas, miramos a la calle y no sabemos cómo dar las gracia  ante el paisaje monótono de gentes y coches de cada día. También al pulsar el interruptor y comprobar que la luz se enciende como siempre. Abrimos el grifo, y el agua acude puntual, fría o caliente, según lo hayamos girado a izquierda o derecha. Las zapatillas están donde las dejamos anoche, antes de acostarnos, y funcionan la radio y esa misma televisión que nos informan de ese desastre monumental y sobrehumano. Siguen alineados en las estanterías nuestros libros, y toda nuestra casa en pie. Y sabemos que todas las personas que amamos están sanas y salvas, igual que nosotros.


Es entonces cuando comenzamos a imaginarnos que todo eso lo perdiésemos de repente, que nos despértasemos un día y ya no hubiese gente pasando bajo nuestras ventanas, ni coches, ni luz, ni agua, ni zapatillas que ponerse, ni libros, ni casa. Y que no supiésemos qué ha sido de los nuestros. Y sólo entonces, por un momento, podemos entender vagamente esa desgracia descomunal que acaba de aplastar a los japoneses.

3 comentarios:

  1. Razón tienes. Lo estaba pensando hace un rato, en la enésima repetición de la lengua de lodo que todo lo engulle. También se me ocurría que en Japón no habrá pillaje, que las gentes seguirán buscando parientes, gasolina, sustento o escapatoria, sufridas y resignadas, sin aumentar al prójimo un daño que ya es terrible. Se puede ser muy admirable en la desgracia, más que en la bonanza, pero no es fácil.

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  2. Sólo la naturaleza nos pone en nuestro sitio, nos convierte en hormigas ante su imparable fuerza; el ser inteligente admite esto y se esfuerza,por tanto, en doblegar al monstruo que alberga dentro de cada humano para que no aumente el sufrimiento cuando la naturaleza estalla; el necio, por el contrario, quiere dominar la naturaleza a toda costa dejando libre al verdadero instigador de todos sus males. Los japoneses han entendido muy bien cuáles son sus prioridades:educar al hombre y respetar la naturaleza.Aprendamos de ellos y lloremos con ellos.

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  3. Algunos lugares recordarán "la carretera". ¡Cuanta desolación¡

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