lunes, 28 de marzo de 2011

Viaje a Granada

Viernes, 25

Entramos a la ciudad con el "Vuelvo a Granada" de Miguel Ríos bien alto en el equipo de música del coche. Antes habíamos escuchado un ratito "El pequeño reloj", de Morente, como homenaje, pero para la llegada preferimos algo más alegre y enérgico, porque siempre nos pone muy contentos volver a esta ciudad.


En el hotel, un amigo de la recepcionista había conseguido que esta le dejase curiosear en la lista de clientes. Quería saber si se alojaba allí Sara Carbonero.

-Hay gente de la Cope y de la Cadena Ser, pero  ya te dije que ella no está aquí. Estará allí enfrente, con su novio- y señalaba displicente al otro lado de la calle, donde al parecer estaba alojada la selección de fútbol, que jugaba esa tarde en Los Cármenes.

-Pues es una pena, con la ilusión que me hacía verla- se lamentaba el amigo.

-Bueno, ya está bien- la amiga recepcionista le arrebató la hoja y, agitándola delante de su rostro, le conminó - Y a ti nadie te ha enseñado esto, ¿de acuerdo?

¿Y Santiago Segurola, está Santiago Segurola?, estuve a punto de preguntarle a la muchacha. Pero no lo hice. Todavía no teníamos confianza. A mí me habría gustado mucho ver a este hombre, para acercarme y darle las gracias por esas crónicas suyas tan estupendas, y nada más salir a la calle iba mirando por todos lados, por si andaba por ahí, y cuando nos cruzábamos con un grupo de tres o cuatro personas juntas, todos  me parecían periodistas deportivos recién llegados de Madrid.


Luego nos fuimos a comer con J. Á. Reconocí, en la mesa de al lado, no a mi admirado Segurola, sino a Diego Mainz, jugador que fue el año pasado defensa central del Albacete, y juega esta temporada en el Granada. Nunca vamos al fútbol, y el año pasado no habremos visto  más de dos o tres partidos del Albacete por la tele. Y sin embargo, se me ha quedado la cara de este muchacho. Tengo ese don. Veo una vez a una persona y ya no se me despinta la cara. Se trata de un talento  inútil, que proporciona unos conocimientos inútiles.  Por el contrario, si se nos rompe la cisterna del baño y el agua comienza a manar imparable, no sabemos dónde está la llave de paso ni, una vez encontrada, cómo se cierra esta (esto ya lo contaré en otra ocasión).


Después nos fuimos a ver la casa de J.Á. Es una casa de estudiantes. Diminuta y destartalada, la comparte con dos amigos en un callejón estrecho que sale a San Juan de Dios. Como suele suceder en estas fincas, no les falta una vecina solitaria y amante de los gatos, que se dedica a darles de comer y atrae a la república felina de todo el barrio, con el consiguiente escándalo; y en el primero, unos señores de mediana edad a los que han bautizado como Los Chamaquitos ( -¿Mexicanos?, le pregunté. -No, peruanos- me aclaró), que suelen escuchar músicas sabrosonas a todas horas y que deben de ser numerosos por los colchones que se ven en el balcón.



En el portal, encima de los timbres, había una instalación artística muy original, obra de los cerrajeros granadinos que, a lo que se ve, son tantos que se ven obligados a ganarse un sobresueldo con estos composiciones tan coloristas.


Luego nos llevó a tomar un café a un sitio precioso, el  Bohemia Jazz Café, en la Plaza de los Lobos. Se trata de un local oscuro, como una cueva, lleno de libros y de fotos en blanco y negro de viejos artistas. Olía maravillosamente, a café, libros y maderas empapadas del humo de todos los cigarrillos que se habrán fumado allí hasta hace dos días. Tomamos nuestras bebidas entre Peter Lorre y un jovencísimo Alfredo Mayo. Como en otros muchos lugares de esta ciudad, estaba todo lleno jóvenes que hablaban sin parar, se reían o le cantaban el cumpleaños feliz a uno de sus amigos. Cerca de nosotros, dos muchachos hablaban de sus erecciones con gran naturalidad. Aunque agucé bien el oído, la música y el rumor del resto de las conversaciones no me permitieron enterarme bien de la naturaleza de esa charla.

Antes de salir, mientras esperaba a los demás que habían ido al servicio, intenté hojear alguno de los libros. Imposible. Los tenían pegados con cola a las baldas.


 
Entre esa Plaza de los Lobos y la de la Trinidad (que los vecinos también llaman de la Mierda por lo peligroso que resulta cruzarla al atardecer, cuando los estorninos vuelven a sus nidos y, antes de acostarse, se alivian sobre los paseantes), nos llevó J. Á., que conoce bien nuestros gustos, a una librería de viejo. Allí, afortunadamente, los libros no estaban prisioneros, sino muy bien cuidados y limpios, y los  podía uno sacar de la estantería para contemplarlos. Nada más entrar, a mano izquierda y en una balda de las más altas, uno de ellos se adelantó unos centímetros, y asomó su lomo entre los demás. Yo diría que hasta me silbó muy suavemente. Evidentemente, trataba de llamar mi atención. Era la Guía de Cataluña que escribió Pla para Destino, dentro de una colección de guías de España. Con fotografías de Catalá Roca y unos planos muy bonitos. De Pla uno leería hsta las listas de la compra, si las hubiere. Le expliqué a A. la situación: que había empezado él, que no era yo quien lo había buscado sino él a mí, y que cuando un libro te llama de esa manera, cómo dejarlo allí, le pregunté, eso sería casi como abandonar a un hijo. Me miró con lástima. Lo que costaba no se lo dije ni ella me lo preguntó. Mejor así. De manera que me dio permiso, con una curiosa mezcla de benevolencia y leve irritación: ¿Dónde vamos a meter tanto libro? Pero haz el favor de comprarlo ahora mismo, que si no vas a estar toda la tarde pensando en él y mañana tendremos que volver otra vez hasta aquí.




Cerca de esa Plaza de la Trinidad está la Escuela de Bellas Artes donde estudia J. Á. Íbamos allí para ver la exposición de fotos de un certamen sobre Igualdad  en el que le han dado el primer premio con esta que ya hemos traído hasta aquí un par de veces:


El sótano donde las tenían expuestas lo encontramos cerrado. No abrían hasta las siete. Así que nos fuimos a callejear por ahí, para hacer tiempo...
Continuará

2 comentarios:

  1. Recuerdo al grupo "Los Puntos" que, aunque originarios de Almería, le dedicaron a Granada esta canción. ¿os acordáis?:
    "Dicen que es verdad
    que se oye hablar
    en las noches cuando hay luna en las murallas.
    Alguien habla.

    Nadie quiere ir
    en la oscuridad
    todos dicen que de noche está la Alhambra
    embrujada.
    Por el moro de Granada.

    Dicen que es verdad
    que su alma está
    encantada por perder un día Granada
    y que lloraba.

    Cuando el sol se va
    se le escucha hablar
    paseando su amargura por la Alhambra
    recordando y llorando por Granada.

    Dicen que es verdad
    que nunca se fue
    condenado está a vivir siempre
    en la Alhambra
    y a llorarla.

    Al aterdecer
    cuentan que se ve
    entre sombras la figura
    de aquel moro
    hechizada.
    Por perde un día Granada.
    Dicen que es verdad
    que su alma está
    encantada por perder un día Granada.
    Y que lloraba
    cuando el sol se va
    se le escucha hablar
    paseando su amargura por la Alhambra
    recordando
    y llorando por Granada"

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  2. Amigo Jesús, no me acordaba de tan bella tonada. Para el próximo viaje no la dejamos pasar.

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