viernes, 18 de marzo de 2011

En el jardín de sir Logan Pearsall Smith

¡Qué aburrido levantarse por la mañana siendo siempre la misma persona!

... Entonces pensé en la lectura, la hermosa y discreta felicidad de leer. Eso fue bastante: esa alegría no empañada por la edad, ese refinado vicio impune, esa egoísta y serena embriaguez de por vida.

Hay dos objetivos en esta vida: primero, conseguir lo que se desea; y una vez conseguido, disfrutar de ello. Solo los más sabios logran lo segundo.

¡Qué lleno está el mundo de ángeles caídos!

Cuidado si pierdes el tiempo libre. Estás perdiendo el alma.

Lo que me gusta de un buen escritor no es lo que dice, sino lo que susurra.

¡Qué farsantes, que afirmamos vivr por la belleza y no vemos nunca el amanecer.

La gente dice que lo importante es vivir, pero yo prefiero leer.

No pido demasiado; mis esperanzas para mis últimos años no son desmesuradas. En enero (como un viejo ateo francés al que he leído) comienzo a pensar en la temporada de las fresas, y cuando esta se acaba, espero con ilusión los melocotones maduros de agosto.

(De su libro Todas las trivialidades, aquel que yo me empeñaba, una tarde de las pasadas navidades, en una librería de Oviedo, en bautizar como Todas las perplejidades, y por eso la dependienta no daba con él de ningún modo).

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