Si este blog fuese un árbol, sacaría hoy mi pequeña navaja -la que me regaló C. O. cuando se casó su hijo en Bilbao y no puedieron llevarse a la perra consigo, porque se llamaba igual que su consuegra-, y le haría unas muescas en la corteza, para dejar constancia y recuerdo duradero de todos esos amigos que queremos tanto.
En estos tres días hemos visto a algunos, y eso nos ha hecho muy felices.
Así que vamos a pensar que este blog es un árbol, y vamos a hacer más profundas esas marcas, las de sus iniciales, que son, por riguroso orden de aparición, las que siguen:
G. y J. R., aquella tarde que llovía a dos pasos de nosotros y lucía el sol; y R. y R., que acababa de despertarse de su siesta, y llegaron luego, la misma tarde que no tomamos café en el Reconquista. Y C. y H., con M. y N. y un balón de fútbol el domingo, en El Fontán y El Campillín, una mañana que fue luminosa y feliz. Y M. J. al día siguiente, en el tren, camino a Mieres, para comer todos juntos; y esa misma tarde, en Gijón, N., que parecía otra persona tocado con aquella peluca pero el mismo de siempre, con el que da gusto estar; y A. que, lo mismo que yo, éramos los únicos en esa ciudad y esa tarde que no nos disfrazamos; y C., la pequeña y guapísima enfermera; y Á., el payaso más dulce de aquel carnaval.
Nos hace mucho bien contemplar el tronco marcado de este árbol nuestro, ver en él esas iniciales que son nombres y también recuerdos buenos de tantos días como estos..
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