martes, 26 de marzo de 2013

Imágenes

Como si esto fuese uno de esos paneles de corcho que los adolescentes cuelgan en sus cuartos y en los que van pinchando con chinchetas sus reliquias, aquí traigo yo tres imágenes que me han llegado estos días y me han hecho mucha ilusión...

Esta primera fue mi regalo del día del Padre. Se lo encargó P. a J.A. y me lo entregó enmarcado. Me gustó muchísimo. Tanto que además de a P., llamé a Logroño a J.A. para agradecérselo a él también, en su calidad de artista-caricaturista... Solo le puse una pega, y es que uno no es, ni mucho menos, un intelectual. Uno lee para pasar el rato, simplemente. Luego, este reproche me lo afeó A., y me dijo que se iba a creer el angelico que no me había gustado lo suficiente, que había estado un poco frío en mi agradecimiento al decirle eso y no sé cuántas cosas más... Agradecer algo, como se ve, puede resultar bien difícil.




Esta es un lejanísimo eco del pasado, enviado por nuestro amigo J., que se la encontró en una página nostálgica sobre nuestro colegio. Creo que teníamos entonces doce o trece años. Por qué nos  hicieron esta foto en El Patatal -que así llamábamos a ese campo de fútbol-, con la escombrera al fondo, es cosa que tiene fácil explicación. En mi barrio no había ningún rincón mejor en el que fotografiarnos.



A los dos o tres día de este correo, le envío nuestra amiga C. a A., a través del facebook, un enlace a una página sobre viejas fotografías de Mieres. Como yo no pertenezco a esa red social, me la tuvo que enseñar A. Estuvimos casi una hora en ella. Yo estaba fascinado. Aparecen allí, además de esta misma foto, decenas de imágenes, la novela gráfica de mi pueblo, las gentes conocidas, desconocidas u olvidadas, y las calles y los barrios, los bares, el mercado, los días de lluvia, el hollín en el aire, la nieve... Hasta el local de la barbería de Falo, donde nos cortamos el pelo más de veinte años, con la leyenda verdadera de las dos hermanas locas que vivían encima y que acostumbraban a salir a la ventana a amenazar a los paseantes... Fue emocionante. No sé muy bien cómo explicarlo, pero sentí lo mismo que nos ocurre con las buenas novelas, que en esa página había un reflejo palpitante de toda esa vida pasada, y que todo lo que allí está retratado, gentes y edificios, la mayoría ya desparecidos, quedaban de esa manera a salvo porque todavía están allí vivos y reales...


Esta última salió en el periódico hace un par de días. Aparece en ella mi madre. Ilustraba la noticia de la actuación de su grupo de teatro en Turón. Mi madre es la que está sentada, muy firme, en la mesa de la derecha, junto a una amiga suya con boina y chaleco porque hace el papel de alcalde. Se lo pasan muy bien en los ensayos, y en esas actuaciones también, sobre todo porque luego suelen invitarlos a merendar... Al parecer, me contó al día siguiente mi madre, en esta de Turón fue el éxito grande, y recibieron muchos aplausos y parabienes. Pero no hubo piscolabis. Será cosa de la crisis, reflexionó mi madre.

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