jueves, 21 de marzo de 2013

Todo lo que era sólido

Empecemos sin rodeos. El libro de MM es magnífico. Benéfico, inteligente, cívico, de amable lectura... Didáctico, honesto, memorioso... Muchos adjetivos podríamos arrimarle a este ensayo, y todos serían de la misma naturaleza laudatoria y agradecida...

De un modo ameno, claro y sencillo como el agua limpia, explica en él MM cómo están las cosas, y cómo podrían cambiar si las reformas que se hiciesen no fuesen sinónimo siempre de recortes, injusticia, desigualdad y miseria, sino por el contrario un trabajo real de mejora de todo aquello que no funciona... Pero eso no les interesa a estos reformistas de hoy y de siempre...

Actúa en este libro MM como uno de aquellos arbitristas del XVII, pero no como los descabalados y locos, que también los hubo, sino como tantos que hablaron en sus memoriales de lo que verdaderamente perjudicaba al país y a quienes nadie hizo caso.... Y nadie le hará caso a MM si no somos los ciudadanos. Porque nadie va a venir a cambiar nada si la sociedad civil no lo hace.

En Todo lo que era sólido, tal vez por pura ingenuidad, encuentra uno un posible camino para salir de este desastre. Pero ya digo, o lo hacemos entre todos o no se hará... Y no ve uno a la gente ni lo suficientemente indignada ni lo suficientemente solidaria.

Les pongo unas citas que he ido subrayando durante la lectura para ver si se animan...

Primero algunas sobre lo que fueron aquellos años locos de la prosperidad sin fin:

La ruina en la que nos ahogamos hoy empezó entonces: cuando la potestad de disponer del dinero público pudo ejercerse sin los mecanismos previos de control de las leyes; y cuando las leyes se hicieron tan elásticas como para no entorpecer el abuso, la fantasía insensata, la codicia, el delirio -o simplemente- para no ser cumplidas.

Casi  cualquier gasto era factible, a condición de que se dedicara a algo superfluo: porque ni en las épocas de más abundancia ha sobrado dinero para lo que era necesario, para la educación pública rigurosa, para la investigación científica, para la protección de la naturaleza, para dotar de sueldos dignos a los empleados públicos de los que dependen las salud o la vida de los demás y los que se juegan la suya para protegerla.

O estas otras sobre el papel que han jugado, y siguen jugando, ciegos y obstinados, los grandes partidos políticos:

Eligieron fomentar la pertenencia ciega y no la ciudadanía electiva, la mitología y no el conocimiento histórico(...), el clientelismo y no la soberanía cívica, la grosería disfrazada de autenticidad y no la educación, la imagen y no la sustancia. Pasaron de las consignas ideológicas a los eslóganes de la publicidad electoral sin detenerse nunca en el libre pensamiento (...) Dejar que se degradara la educación o fomentar abiertamente la ignorancia les permitía difundir mentiras y leyendas sin miedo a que los refutaran.

Son muchas las notas que he ido tomando durante la lectura de este libro necesario, pero quizá la clave de todo esté en esta, con la que ya termino:

La democracia tiene que ser enseñada porque no es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles. Lo natural es el clan familiar y la tribu, los lazos de sangre, el recelo hacia los forasteros, el apego a lo conocido, el rechazo de quien habla otra lengua o tiene otro color de piel. Y la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que puedan tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el Sol gira alrededor de ella. El prejuicio es más natural que la vocación sincera de saber. Lo natural es la barbarie, no la civilización, el grito o el puñetazo y no el argumento persuasivo, la frustración inmediata y no el empeño a largo plazo. Lo natural es que hay señores y súbditos, no ciudadanos que delegan en otros, temporalmente y bajo estrictas condiciones, el ejercicio de la soberanía y la administración del bien común. Lo natural es la ignorancia: no hay aprendizaje que no requiera un esfuerzo y que no tarde en dar fruto. Y si la democracia no se enseña con paciencia y dedicación y no se aprende en la práctica cotidiana, sus grandes principios quedan en el vacío o sirven como pantalla a la corrupción y la demagogia.

Ea.

www.planetadelibros.com

3 comentarios:

  1. Voy a empezar su lectura inmediatamente. Antes termino a Rafael Reig en "lo que no está escrito"

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  2. Buen libro. Yo también soy incondicional de Muñoz Molina, no suele defraudar.Me ha gustado tu blog, así que me quedo por aquí. Un saludo.

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