jueves, 2 de mayo de 2013

Conversación telefónica

La semana anterior pasé un buen rato en correos, viendo a gentes muy variopintas. Estaba uno allí para mandarle el regalo de cumpleaños a G. y la pegarata -en mi pueblo, regalo que le hace el padrino a su ahijado por la Pascua- a R. Embutí los dos obsequios en una caja y los facturé rumbo al norte.

A los dos días, recibí la llamada de mis sobrinos. Pensé que era para agradecerme esos presentes, que ya habrían llegado a sus manos. No era exactamente así. Me comunicaron que, efectivamente, ya los tenían en su poder, pero que había surgido un conflicto. G., el mayor, pensaba que los dos regalos que encontraron dentro de esa caja eran para él. R. no había sido de la misma opinión, y al parecer había habido un pequeño intercambio de, llamémoslos así, pareceres. 

Lamenté mucho haber sido el causante de esa disputa, y les aclaré cómo debían repartirse esos presentes. G. lo aceptó, pero nos informó de que el juego que le estábamos diciendo que era para su hermano, traía en la caja que era indicado para niños de cuatro a ocho años, y que R. aún contaba solo tres. 

Luego, cambiando completamente de tema, nos preguntó si sabíamos lo que estaba merendando. Como le dijimos que no, trató de ayudarnos:

-Mira, huele...- y escuchamos cómo, al otro lado del teléfono, exhalaba un enérgica bocanada de aliento.
-¿Qué estoy merendando?-insistió.
-¡Chocolate!-aventuramos sin aventurarnos mucho.
-¡Sí!

Quedó encantado G. con nuestro acierto, y el conflicto, al parecer y de momento, completamente olvidado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario