miércoles, 22 de mayo de 2013

Dos aforismos y una miseria

A veces, muy raras veces, me sale un aforismo. Siempre sin querer. Casi sin darme cuenta. Como les nacen los jaramagos a las cunetas. Suele ser cuando paseo, o en la ducha, o cuando no estoy haciendo nada. Lo decía Azorín, que para un escritor era muy importante dedicar muchas horas a no hacer nada. Y para los que no somos escritores pero escribimos, también.

El jueves pasado, cuando volvía del partido de los jueves, relajado, cansado y lento, me salieron, vaya a saberse por qué, estos dos -existenciales y trenzados- más uno más un poco más largo, ese sí que sé por qué, en el cruce de la calle del Tinte.


Lo normal es ser normal, esto es, cultivar dos o tres rarezas y comportarse en lo demás de un modo corriente.

Sin embargo, qué raro ser uno mismo, pudiendo ser cualquiera.

¡Cómo miramos a los peatones que cruzan en rojo los semáforos ! ¡Qué lección cívica en nuestra mirada! Los que se dan cuenta de esas ojeadas, agachan la cabeza y disimulan. Por eso no se enteran de que, si continúan sin verse coches en el horizonte, también cruzamos en rojo nosotros...



(dasberlinfestival.blogspot.com)

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