miércoles, 27 de marzo de 2013

Como una luz encendida

Como mañana nos vamos de viaje -primero a Úbeda y luego a Logroño, ciudad ejemplar-, para que no se quede este candil apagado y triste, dejamos, como en otras ocasiones, una canción.  Nos la descubrió P. hace unos días. Por si alguna noche un viajero pasa distraído por aquí...




              

martes, 26 de marzo de 2013

Imágenes

Como si esto fuese uno de esos paneles de corcho que los adolescentes cuelgan en sus cuartos y en los que van pinchando con chinchetas sus reliquias, aquí traigo yo tres imágenes que me han llegado estos días y me han hecho mucha ilusión...

Esta primera fue mi regalo del día del Padre. Se lo encargó P. a J.A. y me lo entregó enmarcado. Me gustó muchísimo. Tanto que además de a P., llamé a Logroño a J.A. para agradecérselo a él también, en su calidad de artista-caricaturista... Solo le puse una pega, y es que uno no es, ni mucho menos, un intelectual. Uno lee para pasar el rato, simplemente. Luego, este reproche me lo afeó A., y me dijo que se iba a creer el angelico que no me había gustado lo suficiente, que había estado un poco frío en mi agradecimiento al decirle eso y no sé cuántas cosas más... Agradecer algo, como se ve, puede resultar bien difícil.




Esta es un lejanísimo eco del pasado, enviado por nuestro amigo J., que se la encontró en una página nostálgica sobre nuestro colegio. Creo que teníamos entonces doce o trece años. Por qué nos  hicieron esta foto en El Patatal -que así llamábamos a ese campo de fútbol-, con la escombrera al fondo, es cosa que tiene fácil explicación. En mi barrio no había ningún rincón mejor en el que fotografiarnos.



A los dos o tres día de este correo, le envío nuestra amiga C. a A., a través del facebook, un enlace a una página sobre viejas fotografías de Mieres. Como yo no pertenezco a esa red social, me la tuvo que enseñar A. Estuvimos casi una hora en ella. Yo estaba fascinado. Aparecen allí, además de esta misma foto, decenas de imágenes, la novela gráfica de mi pueblo, las gentes conocidas, desconocidas u olvidadas, y las calles y los barrios, los bares, el mercado, los días de lluvia, el hollín en el aire, la nieve... Hasta el local de la barbería de Falo, donde nos cortamos el pelo más de veinte años, con la leyenda verdadera de las dos hermanas locas que vivían encima y que acostumbraban a salir a la ventana a amenazar a los paseantes... Fue emocionante. No sé muy bien cómo explicarlo, pero sentí lo mismo que nos ocurre con las buenas novelas, que en esa página había un reflejo palpitante de toda esa vida pasada, y que todo lo que allí está retratado, gentes y edificios, la mayoría ya desparecidos, quedaban de esa manera a salvo porque todavía están allí vivos y reales...


Esta última salió en el periódico hace un par de días. Aparece en ella mi madre. Ilustraba la noticia de la actuación de su grupo de teatro en Turón. Mi madre es la que está sentada, muy firme, en la mesa de la derecha, junto a una amiga suya con boina y chaleco porque hace el papel de alcalde. Se lo pasan muy bien en los ensayos, y en esas actuaciones también, sobre todo porque luego suelen invitarlos a merendar... Al parecer, me contó al día siguiente mi madre, en esta de Turón fue el éxito grande, y recibieron muchos aplausos y parabienes. Pero no hubo piscolabis. Será cosa de la crisis, reflexionó mi madre.

lunes, 25 de marzo de 2013

De pronto, la Semana Santa

Hasta que no salí el sábado por la mañana a por el pan y los periódicos, no caí en la cuenta de que ya estamos en Semana Santa... Fue al ver a media docena de señores arrastrando un trono. Debían de llevarlo hacia la catedral. Iban sin la imagen, pero llevaban ya montados todos los faroles. 

Al principio pensé que era cosa del sol, que se estrellaba en el cristal de todos esos fanales y les sacaba reflejos brillantes y raros.

Pero no. No era el sol. Al acercarme un poco más pude comprobar que las luces que brillaban en esas lámparas eran de naturaleza eléctrica, y de muy variados colores además: verdes, rojos, amarillos... Como si los hubiesen comprado en un bazar chino, o como decoración de feria, de unos coches de choque o algo así...

Yo, de la Semana Santa no quiero saber mucho. Es un trauma de la infancia. Una herida infantil abierta por aquellos días cenicientos, grises y aburridísimos, en los que todo estaba cerrado, incluso los bares, y en los que la televisión solo emitía los oficios religiosos y unas películas biblícas y larguísimas de esas que le gustaban mucho a Tereci Moix pero que a nosotros nos parecían deprimentes... De repente, al llegar esos días, el mundo se convertía en un lugar desolado y tristísmo, y en concreto mi pueblo, ya de natural gris y penumbroso, adquiría un aire de un funebrismo aplastante.

Solo respirábamos un poco cuando a media tarde nos íbamos hasta Ablaña. Allí estaba don Antonio, que salía con un cubo de los de fregar colmado de agua bendita y nos ponía a todos pingando, o encendía una hoguera a la entrada de la vieja iglesia... Pero era todo eso poco consuelo, pues exigía a cambio seguir las misas, y los cantos y sermones tan lúgubres y dolorosos...

De manera que a uno la Semana Santa le espanta siempre un poco, y tratamos cada año de pasar estos días como si la cosa no fuese con nosotros. Nosotros, con la Semana Santa, procuramos hacernos los distraídos.

Generalmente, como no nos quedamos aquí, no hemos visto ninguna de las procesiones de esta ciudad nuestra. Pero nos han contado cosas muy curiosas: los penitentes, por ejemplo, acostumbran a llevar una bolsa de caramelos y los van arrojando a las gentes, como en cabalgata de Reyes; y van atados unos a otros por una cuerda, porque la gente solía atravesar las procesiones sin miramientos, y también porque no era raro que los mismos nazarenos rompiesen filas y se saliesen de la procesión para saludar a las amistades o, cuando ya comenzaron a abrir algunos bares y cafeterías, para entrar en uno de ellos, a tomarse algo, un vino o un café, y aliviar así un poco la fatiga de la marcha... A mi cuñada y mi mujer, acostumbradas a la seriedad de la Semana Santa de su pueblo, esto no les parece serio. Yo, en cambio, no lo veo tan mal. 

Sin embargo, sería mucho mejor que estos ritos los celebrasen los católicos más discretamente, en la intimidad de sus templos, y que los ayuntamientos no dejasen salir a gentes encapuchadas a las calles... Estos días, a mí me ensombrecen mucho porque me traen aquellas memorias tristes de la infancia, y me dejan taciturno, mustio y amorugado.


            

P.S. Un año, hace ya bastantes, bajé a las siete de la mañana a ver este paso. Lo que me ocurrió luego, también es recuerdo fatigoso y poco grato. Un motivo más para que este tiempo no sea mi favorito. Pero esta peripecia ya la contaré en otra ocasión.

viernes, 22 de marzo de 2013

Un artículo nonato

Ayer tenía que haber salido este artículo en el periódico. Como se explicó en su día, ya no vamos a escribir nada en él. A lo mejor, hemos pensado, abrimos un blog con el nombre del grupo -Tersites-, y lo usamos para nuestros desahogos en forma de artículos, los mismos que los escribíamos antes más los que quieran sumarse. Pero esté ya estaba hecho y, para no desaprovecharlo, pues lo traigo aquí.


Perdidos

Igual que los protagonistas de aquella famosa serie, después de un tiempo subidos a una nube y viajando cómodamente en lo más alto, nos vemos ahora estrellados en una isla desierta en la que no hay otra cosa que una selva impenetrable dentro de la cual ocurren cosas bien peregrinas e inexplicables. Creíamos vivir en el mejor de los mundo posibles, creíamos ser ricos, guapos y prósperos, y en lo que tarda un avión en desplomarse hemos descubierto que solo somos unos pobres náufragos perdidos en una isla lúgubre e incierta.



¿Por qué ha sucedido todo esto? Si uno lee los periódicos al uso, o ve los telediarios de las grandes cadenas, o escucha la radio, poco sacará en claro. Ahora, si se ve un programa de nombre Salvados, entonces la explicación aparece clara y luminosa… No sé ustedes, pero yo no conozco un periodismo mejor hecho y más benéfico. Si alguien quiere saber qué es realmente lo que nos está ocurriendo, no puede dejar de ver cada uno de los capítulos de este programa. Se habla en ellos de todo: de los bancos y las cajas de ahorro, de la ley hipotecaria, del tribunal de cuentas, de los negocios de la electricidad y las gasolinas, del funcionamiento de las diputaciones, del fraude fiscal, de las comunidades autónomas, de la toga, la espada y la cruz…  Si algún día, dentro de muchos años, viene un historiador a hacer el inventario de estos ciegos años,  no podrá dejar de ver todas estas horas de televisión.

Conduce este programa, de una realización exquisita, casi cinematográfica –fíjense en sus cabeceras-, Jordi Évole, que comenzó  en la tele como comediante y ha desembocado en un periodista impagable, uno de esos periodistas que, como pedía Camus, “informa bien en lugar de informar rápido, precisa el sentido de cada noticia mediante un comentario apropiado, instaura un periodismo crítico y, en todas las cosas, no admite que la política venza sobre la moral ni que ésta caiga en el moralismo…”

Que el señor Évole comenzase su carrera como cómico no es un dato irrelevante. Porque solo a través del humor y la ironía se puede aguantar lo que está ocurriendo. Pero en Salvados, el señor Évole deja atrás sus personajes y aparece tan solo como alguien que quiere saber lo que está pasando y que lo pregunta con una eficaz mezcla de ingenuidad, picardía y firmeza. Con educación exquisita pero con obstinación, negándose a comulgar con ruedas de molino y sin dejarse llevar por la corrección política ni los prejuicios.

El programa tiene, casi siempre, la misma estructura. En primer lugar hablan especialistas en la materia sobre la que se va a tratar, periodistas serios que han investigado el tema, inspectores de hacienda, economistas, vecinos, ciudadanos, siempre muy bien preguntados. Pero lo más revelador nos son estas charlas, sino lo que viene después, a saber, las preguntas al político, que al tratar de excusar lo inexcusable, de explicar lo inexplicable, queda en las más cruda de las evidencias, desnudo como el rey aquel del cuento…

Aunque se han aireado mucho, como no podía ser de otro modo, las declaraciones que le hizo el señor Matas, yo guardo un recuerdo imborrable de la entrevista a Miguel Sebastián, ex ministro de Industria con Zapatero. No lo pude pasar peor aquel domingo, viendo a aquel pobre hombre tragando saliva, sudando ante cada pregunta que se le hacía, revolviéndose inquieto y desasosegado en su asiento… No le llegaba la camisa al cuerpo al ex ministro… El momento culminante fue cuando le recordaron sus advertencias a los bancos de que se le estaba al gobierno acabando la paciencia, y cómo se decía que el señor Blanco le había corregido. El ex ministro creía que no le estaban grabando y contó que ese señor Blanco le había tirado de la oreja, efectivamente, por aquellas declaraciones suyas, y que le había aconsejado lo siguiente: “Con los bancos la paciencia ha de ser infinita”… Yo, no sé por qué, escuché esas palabras con la voz que dobló a Marlon Brandon en El Padrino.

Por eso, cuando salen algunos a utilizar el  Tribunal de Cuentas como argumento de autoridad para defender la limpieza de las cuentas de su partido, nos entra mucha risa. El capítulo sobre este tribunal es también antológico: miembros suculentamente pagados y colocados allí por los mismos partidos que van a vigilar; informes que llevan cinco o seis años de retraso; evaluaciones que pasan por alto la opacidad de las cuentas de ayuntamientos y diputaciones; millones que se dice no saber de dónde han salido pero que solo suponen una leve reconvención avisando de que eso no está bien, que no lo vuelvan a hacer… Como ven, el visionado de semejante programa es tan pedagógico, que cuando vienen luego a tratar de engañarte, te das cuenta. Otra cosa no puedes hacer, pero ya tienes que ser muy distraído para no darte cuenta…

De manera que te acuestas cada domingo con una rara mezcla de agradecimiento e indignación, lúcido pero desolado. Mejor informado pero más impotente. Viendo Salvados, es raro no sentirse perdido. No hay nada que hacer, piensas mientras reclinas tu cabeza en la almohada. Sin embargo, antes de dormirte, te dices a ti mismo que si ese programa sigue vivo, todavía hay una esperanza. Pequeña y muy frágil, como aquella luz del pasillo que dejaban encendida tus padres en la infancia, en las noches de pesadilla o tormenta. Pero una esperanza al fin.


            

jueves, 21 de marzo de 2013

Todo lo que era sólido

Empecemos sin rodeos. El libro de MM es magnífico. Benéfico, inteligente, cívico, de amable lectura... Didáctico, honesto, memorioso... Muchos adjetivos podríamos arrimarle a este ensayo, y todos serían de la misma naturaleza laudatoria y agradecida...

De un modo ameno, claro y sencillo como el agua limpia, explica en él MM cómo están las cosas, y cómo podrían cambiar si las reformas que se hiciesen no fuesen sinónimo siempre de recortes, injusticia, desigualdad y miseria, sino por el contrario un trabajo real de mejora de todo aquello que no funciona... Pero eso no les interesa a estos reformistas de hoy y de siempre...

Actúa en este libro MM como uno de aquellos arbitristas del XVII, pero no como los descabalados y locos, que también los hubo, sino como tantos que hablaron en sus memoriales de lo que verdaderamente perjudicaba al país y a quienes nadie hizo caso.... Y nadie le hará caso a MM si no somos los ciudadanos. Porque nadie va a venir a cambiar nada si la sociedad civil no lo hace.

En Todo lo que era sólido, tal vez por pura ingenuidad, encuentra uno un posible camino para salir de este desastre. Pero ya digo, o lo hacemos entre todos o no se hará... Y no ve uno a la gente ni lo suficientemente indignada ni lo suficientemente solidaria.

Les pongo unas citas que he ido subrayando durante la lectura para ver si se animan...

Primero algunas sobre lo que fueron aquellos años locos de la prosperidad sin fin:

La ruina en la que nos ahogamos hoy empezó entonces: cuando la potestad de disponer del dinero público pudo ejercerse sin los mecanismos previos de control de las leyes; y cuando las leyes se hicieron tan elásticas como para no entorpecer el abuso, la fantasía insensata, la codicia, el delirio -o simplemente- para no ser cumplidas.

Casi  cualquier gasto era factible, a condición de que se dedicara a algo superfluo: porque ni en las épocas de más abundancia ha sobrado dinero para lo que era necesario, para la educación pública rigurosa, para la investigación científica, para la protección de la naturaleza, para dotar de sueldos dignos a los empleados públicos de los que dependen las salud o la vida de los demás y los que se juegan la suya para protegerla.

O estas otras sobre el papel que han jugado, y siguen jugando, ciegos y obstinados, los grandes partidos políticos:

Eligieron fomentar la pertenencia ciega y no la ciudadanía electiva, la mitología y no el conocimiento histórico(...), el clientelismo y no la soberanía cívica, la grosería disfrazada de autenticidad y no la educación, la imagen y no la sustancia. Pasaron de las consignas ideológicas a los eslóganes de la publicidad electoral sin detenerse nunca en el libre pensamiento (...) Dejar que se degradara la educación o fomentar abiertamente la ignorancia les permitía difundir mentiras y leyendas sin miedo a que los refutaran.

Son muchas las notas que he ido tomando durante la lectura de este libro necesario, pero quizá la clave de todo esté en esta, con la que ya termino:

La democracia tiene que ser enseñada porque no es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles. Lo natural es el clan familiar y la tribu, los lazos de sangre, el recelo hacia los forasteros, el apego a lo conocido, el rechazo de quien habla otra lengua o tiene otro color de piel. Y la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que puedan tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el Sol gira alrededor de ella. El prejuicio es más natural que la vocación sincera de saber. Lo natural es la barbarie, no la civilización, el grito o el puñetazo y no el argumento persuasivo, la frustración inmediata y no el empeño a largo plazo. Lo natural es que hay señores y súbditos, no ciudadanos que delegan en otros, temporalmente y bajo estrictas condiciones, el ejercicio de la soberanía y la administración del bien común. Lo natural es la ignorancia: no hay aprendizaje que no requiera un esfuerzo y que no tarde en dar fruto. Y si la democracia no se enseña con paciencia y dedicación y no se aprende en la práctica cotidiana, sus grandes principios quedan en el vacío o sirven como pantalla a la corrupción y la demagogia.

Ea.

www.planetadelibros.com

miércoles, 20 de marzo de 2013

¡Viva Muñoz Molina!

En mi casa, a Muñoz Molina se le tiene en un altar. Y cada vez que saca un libro se festeja como los argentinos cuando les sale un Papa. 

En mi casa, a Muñoz Molina se le considera casi como de la familia. Mi suegra era clienta del puesto de hortalizas que su padre tenía en la plaza de abastos de Úbeda, y conoce desde siempre a su familia, a su madre, a sus tíos y primos... Fueron vecinos en la calle Chirinos, calle paralela a Fuente Risas (que es la  calle con el nombre más hermoso que yo conozco). Mi suegra lo recuerda de chico, ajeno a los juegos de los demás críos. "Un hurón", lo describía F.

Una vez yo le escribí una carta invitándole a él y a Elvira Lindo a visitar el instituto para que les hablasen de sus libros a nuestros alumnos. A. me afeó que en esa invitación hubiese apelado a ese recuerdo de su madre, y hubiese utilizado esa palabra, "hurón". Creía que no era adecuada y que tal vez no le parecería bien. Pero me contestó MM con una larga y amabilísima carta en la que eludía cualquier referencia a ese recuerdo de mi suegra, reflexionaba sobre la tarea del escritor y la de los profesores, y finalmente se excusaba. O se escribe o se sale por ahí a dar charlas, nos decía. Como siempre, llevaba razón. 

En mi casa a MM no se le puede poner ninguna pega. Si un libro suyo no nos ha gustado tanto como otros, o no estamos del todo de acuerdo con algún artículo suyo, es mejor no decir nada. Los de Úbeda que nos rodean no admiten reproche alguno a su paisano. Afortunadamente, eso no suele suceder. Sus libros acostumbran a gustarnos mucho, y sus artículos nos parecen  inteligentes, lúcidos y amenos. 

En mi casa, en cuanto MM publica un nuevo libro, apenas tardamos unas horas en traérnoslo de la librería. 

Por lo tanto, ya nos hemos leído "Todo lo que era sólido". Y hemos alzado unos metros más el altar donde tenemos subido a este hombre.

Mañana les hablo del libro...



rtve.es

martes, 19 de marzo de 2013

El Papa sabe latín

El viernes, camino del trabajo, avanzaba justo delante de mí un grupo de alumnos de 1º de ESO. Iban enfrascados en animada conversación lingüístico-teológica. Debatían sobre el nuevo Papa. Uno defendía que hablaba español. El resto no se lo creía. "¡Cómo va a hablar en español si es de Buenos Aires!", le replicaban sus compañeros...

Fuera de toda duda el conocimiento del español del Papa y la ignorancia abisal de esos alumnos, lo que está también claro es que, vistos sus primeros pasos y escuchadas sus primeras palabras, este Papa sabe latín. Todos esos gestos humildes y agradables que está mostrando -rechazar la cruz de oro en su pecho, la elección de Francisco como nombre artístico, el ir a pagar personalmente la cuenta de su hotel romano ahora que ya ha encontrado piso en esa ciudad eterna...-, así como las declaraciones que está haciendo sobre los pobres, suenan a gloria bendita y a música celestial. Sin embargo, como estamos hechos unos perros viejos y ya no se cree uno nada de nada, no confiamos demasiado en que no sean, esos gestos y esas palabras, nada más que eso: espejuelos, baratijas, humo, nada...

Con lo que nos gustaría a nosotros que tuvieran traducción rigurosa y rápida en hechos serios y trascendentes, en comportamientos firmes, en decisiones cruciales que aliviasen realmente a los menesterosos de este mundo y les bajasen de una vez por todas los humos a quienes gobiernan y organizan la desigualdad, la injusticia y el abuso de tantos a manos de tan pocos... 

Por ejemplo, lo de los pobres lo tiene en bandeja: que se entreviste con los mercados, con los banqueros, con las grandes fortunas, con los políticos..., y les explique muy claramente a todos ellos que, si continúan como hasta ahora, no solo no van a alcanzar el cielo, sino que van a encontrar en él un enemigo furibundo que no se cansará de denunciar ante sus muchos seguidores sus excesos y atropellos. Que les hará la vida imposible. Y que los trate, al decírselo, ásperamente, y los despida después del Vaticano con cajas destempladas, para que se den cuenta de que Dios, si existe, tiene que andar muy disgustado con todos ellos...



www.elheraldo.hn


P.S. Se ha hablado mucho, a propósito de este nuevo papa, de su condición de jesuita. Yo de esto no tengo nada que decir, solo este chiste que me han contado unos muy buenos amigos: “A un franciscano, un dominico y un jesuita un médico les dice que les queda una hora de vida. El franciscano pide que le sepulten en tierra; el dominico volver a leer a Santo Tomás; el jesuita pregunta ¿no puede venir otro médico?”.

lunes, 18 de marzo de 2013

Pan y papel

Yo los domingos, si no hay novedad, salgo de casa muy temprano, compró el pan y el periódico, me vuelvo a casa y ya no salgo más.

Nos leemos el periódico de cabo a rabo, luego comemos el pan, y ya hacemos lo que corresponda: corregir unos exámenes, preparar algunas clases, leer el libro que tengamos entre manos, ver o escuchar el partido del Sporting... A veces preparamos también las entradas de este blog.

Todos los domingos pasamos, a por el pan, a por el periódico, por una esquina en la que siempre hay, si el tiempo lo permite, cuatro o cinco parroquianos que fuman y charlan a la puerta de un bar. Ayer hablaban de la carrera de Fórmual 1. Lo hacían con una seriedad de catedráticos, como no lo harían si lo estuviesen haciendo de fútbol o política. Estaban solemnes, se escuchaban unos a otros como civilizados tertulianos, sopesaban los argumentos de los interlocutores y ya exponían los suyos con diplomacia y tratando de expresarse del modo más riguroso y preciso que les era posible.

-Gana siempre el mejor coche- pontificaba uno.-En este asunto manda la tecnología, no hay vuelta de hoja... 
-No te puedo dar la razón-se oponía otro, mientras se acomodaba mejor las gafas en el caballete de su nariz-. Qué duda cabe de la importancia del vehículo-dijo-, pero al final es la pericia del piloto lo que pesa más... No lo dudéis.

Yo, que ni siquiera sabía que había comenzado ya esa competición, y por lo tanto tampoco cómo había quedado la carrera; yo, que ni siquiera sé abrir el capó de nuestro coche y que, si llegase a conseguirlo, no entendería nada de lo que allí me encontraría, como si se tratase del mapa de un país extraño y desconocido; yo, repito, continué camino del quiosco, con mi pan bajo el brazo. Se ve que, cuando se trata de hablar coches, la gente se vuelve civil y respetuosa. Todo lo contrario que cuando los conduce...

Tal vez Fernando Alonso no haya hecho, después de todo, tanto mal a este país...

viernes, 15 de marzo de 2013

Papel mojado

Antes, en mi instituto, se compraban cada día tres periódicos: uno local y dos nacionales, de tendencias enfrentadas, para tener contento a todo el mundo. La gente los leía en las guardias, durante el recreo, incluso había quienes se los llevaban al baño, como harían en su casa. 

Sin embargo, como los presupuestos son cada año más raquíticos y apenas hay ya dinero con el que pagar la luz y el agua y unas cuantas horas de calefacción en los días más crudos del invierno, se tomó la decisión de dejar de comprar esa prensa. Se veía a los lectores de periódicos mustios y cabizbajos en las guardias, durante los recreos, sus visitas al baño se hicieron más fugaces...

Menos mal que llegó, un año más, "El País de los Estudiantes". Como hace unos cuantos cursos algunos profesores se dieron de alta en una de sus ediciones, desde entonces, cuando llega el momento, nos mandan  gratuitamente desde Madrid seis o siete ejemplares de ese periódico cada día.

Pero es el caso que quien los trae lo hace muy temprano, cuando aún debe de ser noche oscura. Tan temprano que se encuentra el instituto cerrado y lanza los siete ejemplares por encima de la verja. Y como estos últimos días han sido muy lluviosos y húmedos, se los encuentran los bedeles como pasta de papel. Algunos, los menos perjudicados, los meten dentro y los colocan sobre los radiadores, o sobre la mesa de la sala de profesores, a ver si se secan...

Dan bastante lástimas los periódicos mojados, tendidos allí como en una morgue, como ahogados recién sacados de la mar. 

Sin embargo - pongámonos pedantes -, todos los periódicos son papel mojado. Las noticias que nos dan      de rancho cada día comienzan a envejecer casi en el mismo instante en que se producen, y un nuevo caso de corrupción oculta al que ocupaba las portadas el día antes, el partido del siglo se juega cada semana y las fumatas negras se suceden una tras otras como si se tratasen de un gran espectáculo... Y de lo que de verdad importa, de eso no sabemos casi nada y pasando tantas cosas parece como si no ocurriese nunca nada... Y como esos periódicos que llegan cada madrugada a mi instituto, así andamos nosotros, ateridos, muertos de frío, pingando...




miércoles, 13 de marzo de 2013

El sobre vacío

Una vez, cuando era uno muy joven, encontré mis zapatillas, después de mucho tiempo buscándolas, dentro de la nevera. Justo al lado de los yogures.

En qué estaría pensando uno cuando las metió en lugar tan fresco, es cosa que no recuerdo. Pero debía ser reflexión muy profunda e incumbente.

Cuento esto para demostrar que estas cosas me pasan a mí desde siempre. Que no son fruto de la edad. 

Hace unos días tuve que ir a correos a enviar un sobre. Un sobre dentro de otro sobre, este acolchado. Enviaba en él la patilla rota de las gafas de P. Como se las habíamos comprado este verano en mi pueblo, y aún estaban en garantía, llamamos a la óptica y nos dijeron que no había ningún problema. Tan solo nos pidieron que les mandásemos esa patilla tronchada, que se la exigían en la  casa para darles una nueva. Y eso fue lo que hice. Pasé por la papelería, compré los dos sobres, me los metí en el bolsillo del abrigo y me encaminé a la estafeta postal. Una vez allí, cumplimenté un par de formularios para que nuestro envío llegase a su destino lo más rápidamente posible, cerré el sobre acolchado con sumo cuidado, lo sopesé un rato considerando qué podría ocurrir con la patilla que allí iba, si llegaría, en esas condiciones, más estropeada aún de lo que ya estaba. Pensé que eso ya no tenía la más mínima importancia y escribí con esmerada caligrafía el destinatario: "Óptica Martínez. Plaza Santa Bárbara, 8, 33600, Mieres, Asturias". Se lo entregué al funcionario y pagué lo que me pidió.

Luego todavía hice un par de mandados más y ya me volví a casa tan contento.

Fue al día siguiente cuando me di cuenta, cuando me volví a poner el abrigo y metí la mano en el bolsillo.

-¿Qué es esto?-me pregunté a mí mismo al sacar de allí un sobre blanco, normal y corriente.

Todavía no había cerrado ese signo de interrogación cuando caí en la cuenta. Efectivamente, allí tenía aún la patilla rota de las gafas de P.

El sobre acolchado, como si de una manifestación artística sobre el sinsentido de la vida fuese -una performance que diráimos ahora-, viajaba vacío hacia el norte.




Interior de un tren correo (zazzle.es)



martes, 12 de marzo de 2013

Los policías

Cada quince días salimos media docena de profesores a la entrada del instituto para protestar por lo que están haciendo los gobernates con la educación pública...

Al principio nos mandaban media docena de policías y tres o cuatro de la secreta, sin uniforme, que rondaban alrededor, a cierta distancias, incómodos y furtivos. Como los buitres de los documentales a la espera de que las fieras acabasen de devorar a una cebra -por ejemplo-... Fue entonces cuando me encontré con aquel antiguo alumno que yo creí docente y resultó que no...

Hubo un momento en que éramos casi tantos policías como manifestantes.

Ahora ya no. Del mismo modo que vamos menguando nosotros, también se ha reducido mucho el número de fuerzas del orden que nos envían. Últimamente mandan solo a dos. Y, por lo que nos pasó el otro día, no de los más avispados.

Caminábamos tres compañeros hacia el lugar donde ya estaban casi todos los demás con las pancartas desplegadas, cuando nos salió al paso la pareja de municipales. Eran muy jóvenes. Un muchacho y una muchacha. Yo pensaba, no sin cierta ilusión victimista, que nos iban a prohibir el paso, obligándonos a un rodeo, como parece que hacen a veces en Madrid, o, mejor aún, que nos iban a pedir los carnés... Pero nada de eso. Mi gozo en un pozo. Muy educadamente, nos preguntaron por el motivo de nuestra protesta. Nos confesaron que nadie les había informado de nada, tan solo les habían ordenado que fuesen a esa calle, que había una concentración, sin entrar en más detalles. Supongo yo que debían de estar sorprendidos al descubrir tan desangelada reunión. En los botellones de la juventud seguro que tiene más faena. Estuve a punto de indicarles que leyesen la pancarta que tenían a menos de cincuenta metros, pero consideré más prudente callarme. Les explicamos de qué se trataba y, por confraternizar un poco, les dije:

- Como podéis ver, no tenéis motivo de preocupación alguna. Somos pocos y muy pacíficos.

Se envararon como si les hubiese pedido que leyesen la pancarta y que nos dejasen en paz, y, muy seria, me contestó la muchacha que ellos estaban allí para protegernos, pues en las protestas no era raro que se enfrentasen gentes de ideologías o pensamientos opuestos y que hubiese algaradas y disturbios...

Casi me entra la risa.

Así que ya saben, si ven a unos policías vigilando una manifestación, ya saben el motivo. Y si de pronto eso mismos policías comienzan a repartir estopa a diestro y siniestro, a jóvenes o jubilados, a infantes o mayores, a inquietos o sosegados, es por el bien de todos ellos, por protegerlos, que ya se sabe que los mayores demonios son los que lleva cada uno en su interior.

Luego les dimos las gracias y ellos nos desearon mucha suerte...






lunes, 11 de marzo de 2013

Censura

Tenía que suceder...

He decidido que ya no voy a escribir ni un artículo más para el periódico. Se acabó mi carrera de columnista provinciano. Lo explico:

El jueves pasado no se publicó el artículo de La Tribuna que escribimos, cada semana, uno de los componentes del Colectivo Tersites (este nombre se lo puso J.B., que es hombre muy ilustrado y muy emérito profesor de Griego). Le tocaba esta vez a C., que es el impulsor de esta actividad letrada, el único que trabaja en ese periódico y quien nos abrió sus puertas. Se trataba de escribir de lo que nos diese la gana, con una libertad gozosa, sin atadura alguna. Dada la línea editorial de ese periódico, a mí me sorprendía que nos publicasen muchos de los artículos. Y me alegraba que no se dejasen llevar por sus inclinaciones o sus intereses empresariales, y nos dejasen barbarizar sobre lo que nos diese la gana. Tampoco es que lo considerase un gran mérito teniendo en cuenta que solo nos debían de leer unos cuantos amigos y dos o tres familiares. Pero me alegraba que aceptasen nuestras críticas a estos y aquellos sin quejas ni reproches. Hasta la semana pasada. El artículo de C., que a nosotros nos parece magnífico, decidió el periódico no publicarlo. Sin embargo, como en este blog mando yo, aquí se lo dejo:


El balbuceo culpable

Cristóbal Guzmán / Colectivo Tersites

Llegó enarbolando la bandera de la regeneración, como gran fustigadora de los males ajenos, ejemplo de honradez, de recta moral: el brazo ejecutor, en fin, de la irremisible sanción a los despilfarradores.

Encarna la apoteosis de unos principios ideológicos que han conducido a la especie humana a la ruina y al sufrimiento, pero no le tiembla la mano a la hora de aplicarlos. Despiadada y distante, acompaña con una fría sonrisa el desmantelamiento de lo bueno que han sido capaces de construir sus conciudadanos. Escondida en las moquetas de palacio, trata como una basura a los trabajadores públicos y deja para los tiburones que ha colocado en las consejerías el trabajo sucio de una involución sin precedentes.

Llama a lo blanco negro y a lo negro blanco, no anuncia visitas para no recibir abucheos, y a su confort plurisalarial añade la amenaza permanente a los ciudadanos que se permiten el atrevimiento de poner en solfa sus principios, con ese rictus de Dama de Hierro que recuerda que tiene la sartén por el mango y que aquí se va achicharrar todo Dios.

Miente todo lo que puede consciente de sus poderosos altavoces -hasta hace un cuarto de hora voceros de sus enemigos-, atenta contra el sueldo de los funcionarios, convierte una baja laboral en un asalto de El Tempranillo, despoja de sus derechos a los ciudadanos, reprime a los disidentes con multas propias del tardofranquismo.

Ella, la Dama de Hierro, es personaje avezado en la mayor estafa electoral de la historia de España, pero amenaza a diestro y siniestro con querellas, e incluso con la cólera divina, que para algo una se pone mantilla en los desfiles residuales del nacional-catolicismo.

Ella, la Dama de Hierro, levanta la mano, presurosa, cuando el profe pregunta por el déficit. Ha valido la pena, aunque sea a base de que 1.600 becarios trabajen sin cobrar en los centros educativos, de que decreten días de baja actividad en la Sanidad pública o de que una curiosa mutua (hay que ver a lo que se dedican nuestros emprendedores más insignes) amenace por escrito a los funcionarios que están de baja.

Ella, la Dama de Hierro, le cortará la lengua a quien se atreva a pronunciar desahucio, desalojo o privación de la vivienda porque es más propio del verbo versallesco, y menos tendente a la conspiración, decir que el impago producirá los efectos previstos en la normativa.

Ella, la Dama de Hierro, envía a sus mastines pedagógico-sanitarios a arremeter contra los médicos porque se duermen en las guardias, contra los profesores porque no saben enseñar con calidad, o contra la Justicia que paraliza el cierre de las urgencias aunque hayan evitado un crimen social contra los abuelos de pueblos recónditos.

Ella, la Dama de Hierro, venderá los bosques públicos y cualquier cosa que le venga en gana porque lo privado es mucho más eficiente que lo público, dónde va a parar, aunque para parar la sangría de los gurús de la economía  hayan metido 40.000 millones de euros en la banca, hayan subido un disparate los recibos de la luz, no se invierta un puñetero duro en el servicio o para darte de baja en el teléfono haya que recurrir al Tribunal de La Haya.

La Dama de Hierro, tiesa como un témpano, no dudará ni un momento en reclamar su papel de alumna aventajada en los recortes del gasto, botón de muestra de ese del dogmatismo fanático que renuncia a aumentar los ingresos cuando, según los técnicos de Hacienda, en la región en que gobierna a sus súbditos el fraude fiscal asciende a 3.500 millones de euros por mor de la “nefasta” lucha contra el fraude fiscal.

Pero hubo un día en que la calculadora Dama de Hierro flaqueó, porque tal cosa puede colegirse de esta respuesta desde su atalaya genovesa: “Una indemnización en…en diferido, en forma… efectivamente… de simulación, de simulación o de lo que hubiera sido en diferido… en partes de una… de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social”. Y la seguridad dio paso al balbuceo, y la frialdad a los nervios, y la lección de transparencia a la sospecha.

Y la imperturbable y férrea María Dolores devino figurilla de hojalata, rehén, como el Gobierno de la nación, del que ha puesto a buen recaudo los papeles de la vergüenza.

viernes, 8 de marzo de 2013

Niños de fuego

J.A. se ha hecho empresario. Junto con su chica, N. Y uno, como buen tito, utiliza esta modestísima tribuna para hacerle publicidad. Ustedes me perdonarán, pero es que lo que hacen nos gusta mucho...


Tienen una PÁGINA estupenda donde seguro que encuentran algo de su gusto.


P.D. Además, en el apartado Fotos, sección Niños, sale nuestro P., muy guapo...(aunque él se ha quejado porque dice que ya es preadolescente). 





jueves, 7 de marzo de 2013

El arte de multiplicar

Ver un partido de fútbol al lado de gente a la que no le gusta en absoluto ese deporte es una experiencia difícil. Sobre todo cuando, por cortesía y no aburrirse, fingen mostrar interés.

A mí esto me sucedía a menudo con mi madre. Aparecía en la salita, se sentaba a nuestro lado y comenzaba a hacer preguntas:

-¿Quién juega?
-¿Y los del Sporting quiénes son, los de blanco o los de azul?
-¿De quién es esa portería?
-Eso del fuera de juego..., ¿en qué consiste?

Si el partido era importante y se veían llenas las gradas, antes de volver a sus afanes, mi madre suspiraba y expresaba siempre la misma fantasía:

-Si cada uno de esos -decía cuando el realizador mostraba un plano general de los hinchas- me diese veinte duros, vaya alegría...

El martes volvimos a vivir una escena semejante en el Manchester - Real Madrid.

A. andaba ocupada en la habitación, pero tenía a mi lado  P. y a su abuela F. P. tenía encendido el portátil sobre la rodillas y no hacía mucho caso a lo que ocurría en la pantalla. Pero F. comenzó a hacerme, más o menos, las mismas preguntas que aquellas que acostumbraba a hacerme mi madre:

-¿Quién juega?
-Y si son extranjeros, ¿para qué lo ves?
-¿El Madrid? Entonces, ¿dónde está Casillas?
-¿Y por qué no van de blanco?
-¿En qué portería tienen que meter los goles?

Cuando llegó el fin de la primera parte, recogí las bandejas con los restos de la cena y, desde la cocina, escuché que F. le hacía a su nieto la siguiente reflexión:

- Yo no entiendo cómo corren tanto y se afanan de esa manera por una misma pelota cuando ya tiene cada uno dos...

Escuché cómo P. se partía de risa y le daba la razón a su abuela.

Comenzaron entonces a hacer la multiplicación, por ver cuántas pelotas tenían entre todos. Y no contentos con eso, sumaron también a los suplentes, los árbitros, entrenadores, utilleros... Cuando les dije que yo me iba a ver la segunda parte al estudio, en el ordenador, estaban incluyendo también a todos los hinchas...







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miércoles, 6 de marzo de 2013

Visitas

El otro día se batió el récord de visitas de este rincón. Ciento cuarenta en un solo día.

Lo habitual es una media docena, cinco o seis amigos pacientes y generosos, y el resto que llega de casualidad, completamente despistados. Las jornadas en las que esa cifra sube un poco son aquellas en las que le ponemos un título muy genérico a la entrada. La que nombramos "Londres", por ejemplo, es muy popular.

Lo del otro día es mérito del programa "Salvados" y de Ramón Muñoz. A los pocos días de haber contado aquí que me había leído "España. Destino tercer mundo",  sacó Évole en su programa al autor. Y como habíamos titulado la entrada igual que el libro, pues la cosa se disparó. Se ve que se metió la gente en el google y le salió nuestro enlace. Dos o tres anónimos han dejado su comentario, fundamentalmente que se van a comprar ese libro. Me parece muy bien, pero como ya quedó dicho no es lectura fácil ni agradable. Les voy a contestar que yo no me responsabilizo...

Entonces fantaseamos un poco con tener cada día esa audiencia prodigiosa, y pensamos que deberíamos ponerles a las entradas títulos así, de seres y asuntos de actualidad, aunque luego hablemos de otra cosa, para ver de atraer a más gentes... "La verdad sobre Bárcenas", "La enésima operación del rey", "Corinna, esa mujer"...

Y nos haríamos de esta manera la ilusión de ser blogueros influyentes y exitosos...


               

martes, 5 de marzo de 2013

Tarde de lluvia

Tenía pensado pasar esta tarde de lluvia en casa, escribiendo estas cosas sin importancia, preparando las clases de mañana, leyendo un rato -ahora el "Jardín inglés" de Pujol, como todas sus novelas una de las formas de la felicidad-... Pero no.

Ayer por la noche, al quitarme una de las lentillas, tuve cierta dificultad y se me irritó el ojo lo indecible. Además, aunque el ojo volvía a mirar miope el mundo que me rodeaba, la lentilla usada no se veía por ningún lado. Me puse las gafas, y tampoco.

Pasado un tiempo, seguía el ojo molestándome tanto que llegué a pensar que se me habría quedado esa lente escondida en algún rincón del globo ocular... Pasé la noche inquieto y desasosegado -hasta llegué a soñar que amanecía tuerto, que me compraba un parche como el que llevaba John Ford y que se moría la vecina del primero (los sueños son muy raros)-. Sin embargo, al levantarme las molestias habían remitido. Y la vecina, afortunadamente, continuaba viva.

Di mis clases sin mayores contratiempos y en la sobremesa regresaron las raras sensaciones en el ojo. De manera que me fui a nuestra óptica de confianza, donde hay un optometrista magnífico. Yo soy muy fan de ese hombre. Es muy riguroso y didáctico. Cuando nos anunció que P. era, como nosotros, miope sin remedio, nos estuvo explicando a los tres durante media hora larga qué cosa era esa de la miopía y cómo se podía aliviar, y las investigaciones que están llevando a cabo los chinos y no sé cuántos datos más... P. salió contentísimo, deseando ponerse unas gafas. 

Cuando llegué me atendió al momento. Me explicó que no era raro que se perdiese de ese modo una lentilla, que a veces anidaban en algún rincón escondido, pero que no tardaban en reaparecer. Me miró a conciencia. Nada. Y tampoco vio nada anómalo, alguna pequeña úlcera o herida por el toqueteo al que había sometido a mi pobre ojo. 

Me volvía a casa contentísimo, feliz por haber evitado convertirme en un tuerto, por la vecina del primero también, por la tarde de lluvia, una lluvia dulce y civilizada, sin esos dramatismos que muestra en ocasiones por esta tierras ya un poco levantinas. Un lluvia feliz.


lunes, 4 de marzo de 2013

No hay dos sin tres

Ayer fuimos a casa de mis cuñados a celebrar el cumpleaños de F., que está alojada allí estos días. Íbamos a celebrar su cumpleaños oficial. El oficioso y real fue hace una semana. En realidad F. nació el 20 de febrero, que es cuando la felicita todo el mundo, pero como lo hizo en mitad de la Guerra Civil, cuando la fueron a inscribir en el resgistro el funcionario no aceptó la fecha que le decían y puso la del día, 3 de marzo del 37. Y como somos todos golosos, se les ocurrió a sus hijas llevarle una tarta.

Nos la comimos entre todos después de que F. soplase las velas -en realidad una sola, cifra de todos sus años-. Estaba encendida la televisión. María Teresa Campos y sus invitados lamentaban la muerte de Tony Ronald que, al parecer, había estado en ese programa justo una semana antes. Alguien recordó a María Asquerino, fallecida unos días antes. Entonces mi cuñada dijo:

-Pues los famosos suelen morirse de tres en tres...

Ante nuestra hilaridad, insistió y afirmó que solía ser así: se muere uno un día y otros dos le siguen indefectiblemente al cabo de muy poco tiempo. Nos reímos todos un rato y comentamos que si el rey estaba al cabo de esa ley natural, se encontraría muy inquieto antes de entrar al quirófano.

Al rato, un mensaje escrito al pie de las imágenes anunciaba una última hora: acababa de morir Pepe Sancho.

-Veis -gritó mi cuñada -.¿Qué os decía yo?

Y aunque lamentamos mucho todas esas muertes, nos entró una risa enorme. Y más aún cuando recordó F., ya que estábamos hablando de muertos, que su madre había tenido que viajar en una ocasión con una muerta, concretamente con la primera mujer de tito Juan Antonio, que se murió en Jaén y que como querían llevársela hasta Úbeda, les dijeron los médicos que o se la llevaba la familia por sus propios medios o tendrían que esperar un par de días. Y que si decidían lo primero, que no perdiesen el tiempo ahora que estaba el cuerpo aún caliente, pues luego sería mucho más difícil. Que le pusiesen una manta encima y se la llevasen en el coche. Y así lo hicieron.

-Un viaje malísimo tuvo mi madre, que llevaba a la difunta  sentada a su lado y se le caía encima en las curvas...


                 

viernes, 1 de marzo de 2013

El deshielo

Breve es la belleza, como la vida breve. Y la que trajo a esta ciudad ayer la nieve apenas ha durado un día. 

Lo efímero de la hermosura lo documentan sobradamente la filosofía y la literatura, pero en esta ocasión ya lo había confirmado el parte meteorológico, que avisó con tiempo de que esto iba a ser flor de un día.

Efectivamente, de la nieve que hoy cubría las calles a primera hora, al mediodía solo quedaban unos pocos restos, como papeles mojados y sucios en algunas esquinas.

Sin embargo, esa nieve fugitiva nos ha dejado una sinfonía acuática. El agua que cae de las cornisas y sale a borbotones de la boca de las cañerías toca esta tarde una partitura de plata en las aceras.

P.S. De su viaje a Munera nos ha traído A. estas fotos...