lunes, 19 de diciembre de 2011

La derrota amarga

El partido de este viernes, el de baloncesto, el de P., fue, sin duda, el más doloroso de todos. Porque el equipo contra el que se midieron era más o menos como el suyo, o incluso un poco peor. Y sin embargo también perdieron.

El principio fue esperanzador, 6-0. Luego remontaron los otros, y de nuevo el EBA se despegó, 12-6. La cosa fue marchando más o menos así hasta que tras un nuevo empate los que se estiraron fueron ellos. Nunca se iban muy lejos, pero allí estaban. Se sucedieron los empates, pero al final, 35-39 para los contrarios... La cara de P. era un poema. Y eso que consiguió una canasta impresionante, en carrera y desde bastante lejos, con una soltura y naturalidad que yo no le conocía... Se la alabe mucho, a ver si le alzaba el ánimo, pero nada...

Yo creo que no jugó demasiado, que el entrenador lo mantuvo mucho tiempo en el banquillo.Se lo habría dicho a su entrenador si no supiese que eso a P. le habría avergonzado lo indecible. Se lo habría afeado amargamente y con aspereza si no fuese un entrenador tan alto y fornido -es el pívot del equipo que juega la liga nacional-. Cuando metió esa canasta imposible, la gente lo aplaudió mucho. Estuve a punto de decirles a todos, en voz alta, que ese era mi hijo. Me contuve en el último instante. Y  me di cuenta de que, si no me controlo, podría llegar a ser, sin esfuerzo alguno, uno de esos padres energuménicos y ridículos que siguen a sus hijos a los partidos como las madres de las folklóricas a estas, y matar por él, como la princesa del pueblo.

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