viernes, 2 de marzo de 2012

235 marranos

Conté las cajas de cartón grasientas que estaban tiradas en la calle, en el paseo, al lado de los bancos que hay en él, y también las que se veían caídas sobre los escalones de la iglesia de la calle San Sebastián, muy próxima. Abiertas, vacías, con grandes lamparones como gabardina de pobre. Las conté y el resultado fue ese, 235 cajas que los adolescentes que se pasaron el día haciendo cola frente al Telepizza que tenemos frente a nuestra casa dejaron abandonadas en el suelo. También había, entre esos cartones tristes, restos de comida, los bordes de pizza que alguno de esos jóvenes no quisieron, y que también decidieron dejar tirados por el suelo. Esto sucede, cada año, una vez, cuando esa empresa decide vender esas tortas a un euro. Ese día, como el de ayer, las colas para entrar duran todo la jornada, porque se ve que cualquier hora es buena para comer esa clase de alimento. 

Yo, la verdad, habría llamado a los antidisturbios, y les habría dicho: "Ahora sí", pero no me habrían hecho caso, y seguro que hasta me habrían tratado como a ese señor de Gijón que llamó al 112 porque no querían servirle más copas en un bar. Lo urgente resulta a veces asunto muy relativo...

Pasó algo parecido hace una semanas, cuando se celebró en esta ciudad el Jueves Lardero. Yo no lo vi, que me lo contaron, pero al parecer dejaron los jóvenes el campus hecho una verdadera lástima, lleno de desechos, botellas vacías, bolsas y vasos de plástico y todo tipo de basuras y otras porquerías que es mejor no nombrar. Casualmente, ese mismo día estaba la policía poniendo bien calientes a unos muchachos valencianos que protestaban por la falta de calefacción en sus colegios e institutos, por las bajas de profesores que no se cubren, por lo escaso de los recursos... A esos sí que los visitaron los antidisturbios y les dieron una buena lección. Aquí, sin embargo, se les dejó marranear todo el santo día... 

Que los jóvenes se diviertan, que se emborrachen hasta perder el sentido es, al parecer, una gran cosa, y las autoridades no les estorban jamás esas actividades. Tampoco cuando se ponen hasta las cejas de comida rápida y dejan las calles hechas una mierda... Ahora, si se ponen tontos y empiezan a reivindicar derechos, eso sí que no se lo consienten. "Nene", parecen decirles, "¿es que no te dejo que te lo pases bien, que ensucies, metas ruido, grites y te mees en las esquinas todos los fines de semana y fiestas de guardar, además de sus vísperas...? Entonces, ¿a qué vienes ahora pidiendo cosas razonables?" Eso parece que les dicen...

Al día siguiente, como había muy pocos alumnos en las clases, que hicieron huelga, algunos trataron de que la clase discurriese por senderos menos académicos: "Profesor, lo vi ayer. Iba usted por el Paseo, yo estaba en la cola del Telepizza..."

Los fulminé con la mirada. "¿Y tú qué hiciste con la caja de cartón? ¿Fuiste tú uno de los 253 marranos que la dejaron tirada en la acera?" Cuando les contesté de esta manera, con mirada furibunda y voz tronante, se encogieorn como dentro de un caparazón, y, con un hilo de voz, acertaron a responder: "No, profesor, no, que yo fui a comérmela a casa". "Ah, bueno...", les repliqué. Y ya empezamos con la clase normalmente, que tocaba tratar los elementos lingüísticos de los textos narrativos...




No hay comentarios:

Publicar un comentario