lunes, 26 de marzo de 2012

El corazón es un reloj

Andaba el corazón de mi padre como el viejo reloj que tienen en su salita y que los ha acompañado, desde que se casaron, en cada vaivén y mudanza.

Es un reloj centenario, de péndulo y pared, que da las horas muy sonoramente, y en ocasiones, cuando se acuerda, también las medias. Todos los lunes tiene mi padre que darle cuerda, con una pequeña llave oxidada, para revivirlo, porque ya al final de la semana comienza a desmayarse un poco, y suena muy lento y grave, y hasta se retrasa unos minutos.

En el centro de la esfera, casi medio borrado ya, se adivina el nombre del maestro relojero que lo compuso: Nicasio Fernández. Las primeras sílabas del nombre ya han desaparecido, camino del olvido. Los números que señalan las horas, sin embargo, se mantienen aún rotundos, nítidos, bien perfilados... El tiempo siempre gana...

Justo debajo de ese nombre que se va borrando, hay dos orificios, para darle cuerda y que no se pare.

Pues más o menos como este reloj se le estaba volviendo el corazón a mi padre, desmayándose poco a poco, latiendo cada vez más despacio... De manera que se lo han llevado al hospital para ponerle un marcapasos, que viene a ser lo que él hace con ese reloj tan antiguo todos los lunes: darle cuerda al corazón.

Y, claro, hasta allí me he ido yo, a estar a su lado...

2 comentarios:

  1. Bienvenido.Espero que tu señor padre se recupere lo mejor y más rapidamente posible.Un saludo

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