jueves, 14 de noviembre de 2013

El milagro

Todas las semanas -salvo cuando se me olvida, no pocas veces-, echo una quiniela, por ver si salimos de pobres...

Me gasto un euro. Cubro dos columnas, sin fantasías, esto es, sin dobles o triples combinaciones que encarezcan la apuesta. Todas las semanas, el lotero trata de convencerme de que hay otras posibilidades, y me explica que la ciencia estadística dice que si hiciese otro tipo de apuestas tendría muchas más posibilidades de ganar algo. Como también crecerían esas probabilidades de fortuna, me dice, si en lugar de quinielas comprase lotería, que reparte muchos más premios, y mucho más golosos... Me gustan los retos difíciles, le contestó cada semana.

El otro día, mientras reflexionaba sobre cuál sería el resultado del encuentro entre el Mirandés y el Gerona, me abordó un infeliz... Tenía los dientes descompuestos y amarillos, y le colgaba un moco seco, como una lágrima petrificada, de la fosa nasal izquierda.

Llevaba en la manos una primitiva, y alzándola hacia el techo de la administración, me preguntó con torpe lengua:

-¿Tú crees que me va a tocar...?

-A lo mejor... Pero pregúntale al lotero, que sabe más que yo...- le contesté con una sonrisa.

-Ayúdame a que se haga un milagro, y a que me toque- me pidió, y me cogió la mano para que alzase junto a él su boleto hacia el cielo raso...

Me dejé hacer, y se quedó mirando su papel con los ojos vueltos, mientras murmuraba, con ronca voz, milagro, milagro, que se haga el milagro... En esa posición, se le veía mejor el moco, que estaba efectivamente muy seco.

Pensé que era esa escena una versión modernizada del jorabado al que se le pasa el billete de lotería por la giba, y que evidentemente el corcovado era yo, y que qué cara me habría visto aquel infeliz para pedirme a mí un milagro...

Era como una escena de Buñuel. Pasados un par de minutos, le puse la mano en el hombro, le miré sonriéndole, le guiñé un ojo y me fui... Me sonrió bobo y allí se quedó, con su boleto en lo alto y el moco colgando, esperando a que se hiciese el prodigio...



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