viernes, 15 de noviembre de 2013

La magia del ahorro

Hace hoy una semana, los comerciantes del centro abrieron sus tiendas hasta la medianoche para ofrecer sus mercancías a precios rebajados. Aunque no estábamos P. y yo muy convencidos, nos animó A. a acompañarla, que había quedado con su hermana. Como no teníamos ninguna gana de ponernos a corregir, le dijimos que sí.

Estaba la calle a rebosar, y las gentes muy animadas. Cuando P. se enteró de que sus primas se habían quedado en su casa, comenzó a renegar.

-Yo no sé para qué he salido...

Fue decir eso, mientras doblábamos la esquina de la calle Ancha con la calle Mayor, y darnos de bruces con un mago callejero... No dejé pasar la ocasión, y le contesté señalando al prestímano:

-Para esto...

Y es que lleva nuestro hijo, no sabemos la causa, más de un mes viendo vídeos del yutube y aprendiéndose trucos de manos y cartas, y muy atento a un programa de la televisión, de uno de esos canales raros, de un tal Dynamo o algo así, y obsesionado con esto de los juegos de prestidigitación. Entra además a menudo en páginas web de tiendas de magia, y viene a contarnos luego que para Reyes se va a pedir hilo invisible y un reel (?), y no sé qué otras cosas más....Y, lo que es peor, lleva todo ese tiempo persiguiéndonos por la casa para hacernos los trucos que va aprendiendo. Un día, antes de esta salida nocturna, me había preguntado:

- ¿Tú crees que estoy preparado para ser mago callejero...?

Se me heló la sangre...

Luego A. y L. se fueron al Corte Inglés y P. y yo a la librería. Cuando llegamos había una cola que llegaba a la calle. Era para sacarse una foto con Pepa Pig...

En la la librería estaba también la alcaldesa. En broma, le dije a P. que seguro que había ido esa noche para sacarse ella también una foto con esa cerda entrañable, porque nunca antes nos la habíamos encontrado allí... Es una mujer cortada por el  patrón  Esperanza Aguirre. Rubia, delgada, luciendo siempre esa clase de sonrisa artificial que hiela la sangre. Después se nos acercó Ax., nuestra amiga librera, y nos confirmó que la alcaldesa les había pedido, efectivamente, si se podía sacar ella también un retrato con la cerda, con toda seriedad, y que esa broma mía no era broma, sino hipótesis muy cierta, aunque resultase increíble pensar una cosa así... Por supuesto, había intentado colarse, adelantándose a las decenas de chiquillos que llevaban más de hora y media haciendo esperando de la mano de su padres. Pero no se lo permitieron.

Conmocionados por semejante información, nos fuimos a curiosear una rato entre los estantes. Entonces apareció por allí el mago callejero, que había hecho de la librería su cuartel general para esa larga noche, y tras él, un antiguo alumno nuestro, ahora también mago. Estuvimos un rato charlando, le presenté a P. y le comenté cómo estaba aficionándose a hacer trucos de manos y demás juegos mágicos... Encantado al saberlo, mi viejo alumno le hizo un par de prestidigitaciones solo para él, en la librería vacía -todos estaban pendientes de la cerda-, y al final le regaló un naipe y nos dejó su tarjeta de mago profesional...

Cuando recogimos a A. y a su hermana, El Corte Inglés era una verdadera batalla campal de mujeres que se afanaban frente a las cajas registradoras y se veían sepultadas bajo un amasijo de prendas que a duras penas podían sostener entre sus brazos.

-Es que está todo al treinta por ciento...- nos explicaron con los ojos vueltos A. y su hermana, también en la cola. Decidimos P. y yo que nos íbamos a un bar, y que allí las esperaríamos.

Cuando al fin llegaron, cargadas de bolsas, nos explicó A. que, con esas compras, se había ahorrado no sé cuántos euros. Un dineral. A., cuando se compra ropa, suele ahorrar muchísimo, por lo que casi dan ganas de animarla a que salga cada día, a ver si así levantamos la economía familiar y conseguimos amasar un capitalito. Es, esa, otra clase de magia. Nosotros, en cambio, como no habíamos comprado nada, no pudimos ahorrar ni un triste céntimo... 

Consumidos nuestros refrescos, le pedimos a A. que por favor pagase ella.













1 comentario:

  1. ¡Ja, ja, ja, ja! Nunca sé si, ahora que todos nos reímos a carcajadas sin pudor por el guasap, tuiter o feisbuk, he de poner coma entre risa y risa...
    Estaba yo algo mohína y heme aquí poniéndome al día con tus artículos y pasando un rato estupendo. Con el de tu suegra también, pero está feo reírse.

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