martes, 5 de noviembre de 2013

Viaje a Liétor

Barajamos varias posibilidades para el puente que pasó: Madrid, Granada, Valencia... Al final, como teníamos bastante trabajo que hacer (preparar exámenes y controles de lectura, organizar las exposiciones orales, repasar los próximos temas de los bachilleres...), nos quedamos en casa y, para orearnos un poco y evitar la sensación de haber perdido una oportunidad de viaje y descanso, decidimos hacer el sábado una excursión a Liétor.

Es este un pueblo pintoresco en las estribaciones de la Sierra del Segura, con un órgano famoso al que se acercan de vez en cuando a tocar organistas tan famosos o más que el propio instrumento. Japoneses, alemanes, coreanos... Tiene también una ermita, la de Belén, un convento con momias y unos cuantos miradores. Como nunca lo habíamos visitado, hasta allí nos fuimos el sábado por la mañana, sin madrugar mucho, pues el ordenador nos había indicado que desde Albacete, tardaríamos, minuto arriba, minuto abajo, apenas una hora.

Tenemos ordenador, sí,  pero no GPS, y aunque la ruta parecía fácil, nos perdimos. Se ve que entramos al pueblo de Hellín por donde no debíamos y que preguntamos a las personas equivocadas: uno, un señor mayor y desdentado nos mandó hacia un sitio, y otro, un joven de aspecto formal, hacia el contrario... El caso es que tardamos en alcanzar la carretera que buscábamos, la 3213, un buen rato, no sin antes dar unas cuantas vueltas por un barrio, de nombre Calvario, que no habría quedado mal en cualquier capítulo de The wire... A la puerta del Bar Sifones, vimos a tres tipos que habrían interpretado unos secundarios maravillosos en esa serie... El caso es que tardamos en llegar a Liétor más o menos lo que nuestra amiga M.J. a Frankfurt, que se fue este puente a visitar a su hija, suya y de la diáspora...

Hellín, mientras tratábamos de salir de la madeja de sus calles, nos pareció un lugar desangelado, sin gracia, grande y destartalado... Probablemente ayudó mucho a provocarnos semejante impresión  el que anduviésemos perdidos y ya un poco cansados de no encontrar la salida. Sin embargo, un lugar que tiene como gran galardón pasarse la Semana Santa atronando con miles de tambores, no sé, a mí me crea muchas dudas... 

Cuando al fin enlazamos la carretera que había de llevarnos a Liétor, comenzamos a ver el paisaje con otros ojos... Era un día espléndido, brillaban los pinos adustos y parecía como si hubiesen bruñido la sierra. Esta clase de paisaje me recuerda siempre a las películas de Anthony Mann, y mientras conducía, no me habría extrañado lo más mínimo ver aparecer entre unos riscos la figura desgarbada de James Stewart, con el wichester 73 en la mano, acosado por un grupo de bandoleros...



Cuando llegamos al pueblo, lo encontramos lleno de turistas con las cámaras de fotos colgadas del cuello, saliendo y entrando de los conventos, de ver las momias o el órgano... Los del pueblo, por el contrario, contemplaban todos estos afanes con escepticismo, desde las barras de los bares... Decidimos  imitar a los oriundos y nos sentamos a tomar unas cervezas y a comer... El órgano, las momias y la ermita, las visitaremos en otra ocasión, cuando tardemos menos en llegar...



Al salir nos tomamos un café en una terraza... Vimos a un actor, que se andaba paseando por allí con unos amigos. No sabemos cómo se llama, pero sale en varias series, me parece a mí que casi siempre en el papel de cura, un hombre alto con la nariz aguileña... Dicen que en los alrededores de este pueblo, y en  Ayna, próximo a este, rodaron Amanece que no es poco... Esta película nosotros no la hemos visto entera nunca. Cuando la estrenaron fuimos al cine, solos, porque mis amigos eran gentes de principios y entre estos estaba el de no ver jamás cine español. Salí a la mitad, irritado, porque ese humor surrealista no lo entendía y no me hacía pizca de gracia. Luego he visto escenas, fragmentos, pero nada más. A la gente sí le gusta, y esta película es hoy una película de culto...

Luego ya nos dimos una vuelta por el pueblo... Es bonito, aunque tan descabalado como suelen serlo esta clase de lugares. Las casas están levantadas cada una a su manera, y subidas unas encima de otras... Los miradores presentan unas vistas espectaculares. Vimos una fuente de tres caños de azulejos bien bonita y nos pasamos un buen rato debajo de un puente, a la orilla de un regato cantarín.









A la vuelta, como mi cuñado tenía que echar gasolina, volvimos a entrar en Hellín, otra vez por ese barrio del Calvario. "Si pinchamos ahora, o se nos estropea el coche, les decimos que somos periodistas, de Callejeros, y que estamos preparando un programa sobre el barrio...", les dije a A. y a P. mientras contemplaba unos individuos buñuelescos, patibularios y muy malencarados... Afortunadamente, salimos de aquel lugar con bien y alcanzamos la autovía.

En la carretera, ya muy cerca de Albacete, el día se deshacía, rosa y malva, muy kicht.






3 comentarios:

  1. Más que sólo fuente, es pilón. O fuente pilón. El pilón de Liétor

    (Y sí: soy el mismo anónimo del anterior anónimo)

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  2. Dos cosas sencillas y rápidas:
    - En Liétor,previo aviso, les hubiese dado a ustedes gustosamente alojamiento y compañía. Incluso de cicerone y guía turístico me habría atrevido. No en vano, paso alguna temporada que otra en dicha localidad.
    - Los letuarios que se precien nunca llaman a la fuente aludida pilón, nada de eso, le llaman pilar.

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  3. Muchísimas gracias, amigo Jesús. No sabía yo de tus orígenes, aunque ya Marijose me informó de ellos hace apenas unos días. Te tomo la palabra porque es voluntad nuestra volver, porque nos gustó el pueblo y también por desquitarnos y tardar menos en llegar...

    Y qué bonito eso de llamarle a una fuente con el nombre de una mujer... Pilón a mí siempre me ha sonado a Villatripas de Arriba o de Abajo, que en estas cosas tanto monta...

    Un saludo.

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