martes, 12 de noviembre de 2013

Zapatillas, segunda parte.

El otro día, justo después de dejar aquí la entrada sobre el encuentro con nuestro buen amigo E. y nuestra conversación sobre las zapatillas, me acordé del Romance de las tres horas de Trapiello, que termina autocalificando los suyos en ese poema, versos en zapatillas...

Si pueden, búsquenlo y léanlo, y todo lo demás que puedan de este autor. A nosotros no hay escritor que nos guste más, que nos acompañe y consuele mejor, que más nos entretenga las melancolías... En uno de los último asientos de su blog -bien hermoso como todo lo suyo-, traemos hasta aquí este párrafo a propósito de una exposición de Català Roca y la cultura durante el franquismo:


La voz baja es propia de los grandes artistas y una realidad sin banderas es siempre más hospitalaria. A la gesticulación, a las banderas y a los gritos sólo recurren los demagogos y los que llevan entre manos una estafa famosa. Català Roca, acabamos de verlo en esta exposición, parece decir: “Lo que sufre, sufre menos si se sufre juntos”. El franquismo no pudo o no supo o no quiso impedir que lo dijera y a nosotros nos gusta recordarlo así, recordarnos así, como él nos vio: en blanco y negro. En blanco y negro todos nos parecemos más.





En voz baja, en blanco y negro, esto es, cuando abandonamos los chapines de charol, nos enfundamos las zapatillas y andamos con ellas no solo por la casa, sino también por las calles, como esas abuelas que en los pueblos salen así a hacer los mandados...



Fe de erratas: El otro día, llevado por el entusiasmo y por mi mala cabeza, escribí que el enfrentamiento lo había tenido Unamuno con Queipo de Llano, en lugar de con Millán Astray, como sucedió en realidad. Queipo estaría ya en Sevilla, y por Salamanca el que pasó, con sus ortopedias a cuestas, fue ese Millán Astray que, de solo verle en las fotos, todavía causa espanto, miedo y pavor. Me lo indicó, con toda delicadeza, nuestro amigo E. Corregido está, y yo que se lo agradezco.








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