miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Y qué veo yo ahora?

Hace una semana terminé de ver la quinta temporada de The Wire. Sentí una gran orfandad. No encontraba, en los días siguientes, nueva serie o película que me apeteciese. Yo lo que quería era continuar en Baltimore, saber qué va a ser de tdos y cada uno de los personajes de esa narración áspera, durísima y maravillosa... 

Tratando de curar esa herida, de cubrir ese vacío, me leí un libro en el que varios escritores cuentasn cosas de la serie. Allí me enteré, entre otras muchas informaciones de gran enjundia, de que he visto, desde julio y hasta hace apenas unos días, unas sesenta horas de televisión. En el verano, cada días después de comer, y desde la llegada del otoño y las obligaciones laborales, cada noche, acostados A. y P. 

Ya sé que la serie, a estas alturas, la ha visto prácticamente todo el mundo, y que este entusiasmo mío puede sonar ahora como el descubrimiento de la pólvora... Pero cada uno llega a los sitios cuando puede, y nosotros nunca nos hemos caracterizado por la precocidad en ningún aspecto de la vida, al contrario, somos de llegar más bien tarde a todo... Pero hemos llegado...

Además del libro que les digo, y de un par de novelas -estupendas- de Pelecanos, para curar tanta melancolía por ese relato sabio y torrencial, hemos escrito este artículo para la página de Tersites (blog que deberían ustedes visitar a menudo por los artículos de nuestro buen amigo C.G. De una indignación lúcida y enérgica, da gusto leerlos). En primicia:






La gran novela americana


La gran novela americana no es una novela sino una serie de televisión. Una novela como las de antes, decimonónica, poliédrica y exuberante, y una serie como no se había hecho nunca. Una muy voluminosa narración, estructurada en cinco volúmenes-temporadas, más de sesenta horas de televisión en las que, como en las novelas, no corres el riesgo de la interrupción publicitaria...

La serie se llama The Wire, y a estas alturas ya la habrá visto todo el mundo y seguramente está viniendo ahora uno hasta aquí a descubrir la pólvora. Incluso la idea de identificarla con una novela tampoco es novedad, ni idea propia, pues al parecer ya lo han dejado dicho sesudos analistas, expertos hermeneutas... Esta serie se estrenó hace varios años, circula en DVD desde entonces, y son muchos los que ya han proclamado su admiración rendida ante ella. Hemos llegado tarde. Pero hemos llegado.

No abrió uno sus páginas hasta este verano, cuando, con más tiempo y fuerzas, le dedicamos todas las horas de las sobremesas estivales, y, con la llegada del otoño y las obligaciones laborales, todas las noches desde septiembre y hasta quien dice ayer.

Y andamos ahora en un estado de gran exaltación, proclamando a los cuatro vientos las excelencias de esta narración prodigiosa. Y si damos, pobre inocente, con alguien más rezagado que nosotros, no le damos cuartelillo y lo acosamos sin piedad. “¿Cómo puedes vivir sin haberla visto aún?

Y es que The Wire es uno de esos grandes relatos que Benjamin pensaba que habían desaparecido definitivamente, una obra de arte perdurable, una ficción realista que demuestra que probablemente solo a través de la ficción se puede llevar a cabo un análisis contundente y lúcido de estos tiempos que estamos viviendo. Sinfonía de la gran ciudad, también se la ha descrito de este modo. Pero la gran ciudad es todas las ciudades, emblemas de un mundo despiadado.

Sus creadores, un antiguo periodista y un ex-policía y ex-profesor de secundaria en un instituto público, han levantado, junto con la ayuda de un productor de cine y un puñado de escogidos guionistas, el más acabado retrato de lo que nos ocurre a todos... Albacete no es Baltimore, ni España los EE.UU., pero son muchas las semejanzas que se pueden encontrar al seguir las peripecias de los personajes de este gran relato.

Después de terminar de ver el último capítulo, huérfanos y desolados, nos lanzamos a la búsqueda de algo que nos curase tan profunda orfandad, y nos hicimos con un libro sobre esta especie de novela rusa en imágenes. Entre sus páginas, comprobamos que sus creadores sabían bien lo que se traían entre manos. De manera que es vano que seamos nosotros los que continuemos intentando ponderarla cuando ellos mismos se han explicado con una claridad luminosa. Así que, como las citas que les ponen algunos editores a sus libros en esa fajas con las que los envuelven, vamos a dejar aquí algunas de las declaraciones de David Simón, el principal responsable de The Wire y luego ya me dicen ustedes:

The Wire describe un mundo en el que el capital ha triunfado por completo, la mano de obra ha quedado marginada y los intereses monetarios han comprado suficientes infraestructuras políticas para poder impedir su reforma. Es un mundo en el que las reglas y valores del libre mercado y el beneficio maximizado se confunden y diluyen en el marco social, un mundo en el que las instituciones pesan cada día más, y los seres humanos, menos.

The Wire es una tragedia griega en la que el papel de las fuerzas olímpicas lo desempeñan las instituciones postmodernas y no los dioses antiguos. El Departamento de Policía, la economía de la droga, las estructuras políticas, el sistema educativo o las fuerzas macroeconómicas son los que arrojan rayos jupiterinos y dan patadas en el culo sin ninguna razón de peso (…) En este drama, las instituciones siempre demuestran ser más grandes y los personajes que tienen suficiente hybris para desafiar al postmoderno imperio americano resultan invariablemente burlados, marginados o aplastados. Es la tragedia griega del nuevo milenio...

La serie trata sobre el capitalismo salvaje que va arrasándolo todo, sobre cómo el poder y el dinero se confabulan en una ciudad americana postmoderna y, finalmente, sobre por qué los que vivimos en ciudades relativamente grandes no sabemos resolver nuestros propios problemas ni curar nuestras propias heridas.

Aquí y en todos los rincones del mundo, los seres humanos valemos cada vez menos (…). La primera temporada trató de cómo se devalúa a los polis que patrullan las calles y a los tipos que venden droga en las esquinas; la segunda trató de cómo se devalúa a los estibadores y su entorno laboral; la tercera trató acerca de las personas que quieren hacer cambios en la ciudad; y la cuarta de los chavales a los que se está preparando -pésimamente- para una economía que ya no los necesita realmente. ¿Y la quinta? Trata de la gente que se supone que hace el seguimiento de todo lo anterior y que da la señal de alarma: los periodistas. La sala de prensa en la que yo trabajé albergaba a cuatrocientas cincuenta personas. Ahora alberga a trescientas. La dirección dice: “Tenemos que funcionar con menos”. Esa chorrada la suele decir la gente a la que solo le interesa la cuenta de resultados. Pues no, señor: con menos siempre se hace menos”.

The Wire es disidencia pura (…). Es, tal vez, la única ficción televisiva que sugiere abiertamente que nuestros constructos políticos, económicos y sociales ya no son viables, que nuestros dirigentes nos han fallado una y otra vez y que no..., que no nos movemos en la buena dirección”.

¿Les suena de algo todo esto?

Una periodista que vivió el rodaje desde cerca ha dejado escrito esto:

Los creadores de The Wire nunca dirán que su trabajo es tan bueno como el de Tolstói o Dickens, pero tampoco se oponen a que se haga la comparación”.

Si es así, pienso que hacen muy bien, pues si tuviésemos que buscarle unas raíces, unos antepasados, no los encontraríamos en la televisión, sino en la literatura de gigantes como esos que se nombran: Tolstói o Dickens, Balzac, Melville, Galdós...



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