Tranco Noveno (Palacio)
Qué hermosa una casa frente a un
bosque y, trasera, una pequeña terraza sobre un río lírico e infatigable… Así
encontramos varias camino de Teyeu, en el camino real, que fue calzada romana y
por la que se puede llegar, si uno quiere y tiene tiempo y fuerzas, hasta los
mismísimos lagos de Covadonga, tan famosos.
Al ir a bajar la basura, a la
hora entre fusco y lusco, nubes doradas en el cielo. A la izquierda, hacia la
marina, habían encendido ya las luces de El Allende. Colgaban de la montaña
como candiles diminutos.
En el jardín, esta mañana,
escanciando la sidra que nos trajo V. Rompía contra el borde del amplio vaso
–el vaso de sidra tiene ancha la boca, y se va estrechando algo hasta la base-
y se deshacía en una espuma rubia y murmuradora. No hacía falta acercar el oído
para comprobar que sonaba, la sidra así batida, como el mar cuando hay oleaje y
parece hervir.
En Villanueva, después de tres
años todavía no sabemos qué camino lleva al campanario, que está exento de la
iglesia, y más alto, en un otero de carbayos cabe esta. Debe de ser camino
secreto, que se abra solo para el campanero, cuando va este a tañerlas y a
hacer rodar las redondas campanadas sobre todo el valle, sobre Palacio,
Ardisana, Mestas…
Pasan a nuestro lado dos
caminantes. Van embebidos en su charla. El más alto le cuenta a su compañero que
sabe él de unos collares que traducen a la humana lengua el ladrido de los
perros. Le pregunta entonces el otro que a qué idioma, pues si no es al
castellano, de poco le va a servir a él… Le explica el otro que no hay problema
en eso, pues existen collares para todos los idiomas civilizados: castellano,
francés, italiano…, e incluso, por motivos obvios, para otros más difíciles y barbáricos: inglés, alemán, noruego… Esto es lo que pudimos escuchar, al
pasar a nuestro lado esos dos señores, muy serios e preocupados…
A la hora de la siesta, cuando
más distraídos estábamos, se presentó una lluvia muy sonora y enérgica,
estruendosa en el tejado. Y al poco y lejano, el rugido de varios truenos como
un retumbar de caballeros antiguos. Como si todavía anduviesen por estos valles
don Pelayo y los suyos, al galope por el camino real, rumbo a Benia, Corias,
Abamia o Cangas…
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