Tranco quinto
(Palacio)
Habíamos olvidado los nombre pero no el paisaje. Los vamos
recuperando por el camino, como quien recoge las migas de pan que le conducirán
de nuevo al hogar: Turanzas, Rales, Vibaño, La Herrería (y aquí, el
indicador que te dirige a El Allende, que es como quien dice El Confín, y nos
parece a nosotros el nombre más hermoso de todos…), Riofrío, Puentenuevo… Es
aquí donde abandonamos la carretera principal y pasamos, efectivamente, por un
puente –no tan nuevo pero sí pequeño y estrecho-, y por la carretera que parece
un río –vueltas y revueltas-, subimos hasta el lugar de Palacio, hasta la casa
en lo más alto del pueblo, frente a la mole del Mazucu, en el valle secreto y
misterioso de Ardisana.
Amarillean como nunca los prados, agostados este mes de
julio a causa de tantos días sin haber probado ni una gota de agua. Por el
contrario, nos parecen más frondosos los bosques, cargadas sus ramas de verdes,
temblorosas hojas. Medraron las lluvias en mayo y junio, tan constantes y copiosas
que parecía el diluvio. Sin embargo, al llegar julio cesaron. Hace ya dos
semanas que no hay noticia alguna de ellas…
Ha salido hoy el sol envuelto en una gasa. Es un sol
modernista y decadente. Cuando atardece, antes perderse tras las montañas, va soltando sobre el paisaje,
como un orfebre, polvo de oro…
Después de diecinueve días esplendorosos –aquí esta clase
de contabilidad se lleva muy rigurosamente-, de días de soles benéficos y
cielos despejados, abiertos, incontestablemente azules, despierta hoy cuajado de
niebla, perdido el paisaje tras la borrina. Se agradece esta variación. Uno
acaba por cansarse de casi todo. Ya se escuchaban quejas en la cola del
supermercado, y en el campo se lamentaba el estado de los prados. Se hacían
votos, en uno y otro lugar, por un poco de lluvia.
Luego, cuando al fin vengan dos o tres días como el de hoy,
esas mismas gentes –y nosotros con ellas- lamentaremos un verano tan húmedo, y
en las calles se pararán los amigos y conocidos a comentar un clima tan miserable.
Y anunciará uno de ellos que, esa misma tarde, hará las maletas y cruzará el
puerto, camino de León. “A secar”.
Y así rodarán los estivales días en esta bendita tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario