Tranco decimosexto (Palacio)
Después de comer, me fui al bar, a tomar un café y a leer "La Nueva". Es este un periódico impagable del que somos partidarios entusiastas porque se pueden leer en él, además de las novedades acostumbradas, historias peregrinas y extraordinarias. Por ejemplo, esta:
" Un paseo mortal.
Los erizos europeos son habitantes comunes en las periferias de las ciudades, en los barrios que conservan el contacto con el campo, pero rara vez suelen aventurarse por el centro. Sin embargo, ayer uno de estos osados paseantes llegó de noche al núcleo de Oviedo. Y allí murió, atropellado... Irónicamente, en mitad de un paso de cebra".
Son artículos muy variados, que tocan, además de aspectos de la vida animal -como se ve en este primer ejemplo-, todas las facetas del alma humana, tan insondable y misteriosa. Un clásico de este periódico son las crónicas que rastrean el origen astur de personajes ilustres, célebres o famosos, aunque también se deja constancia de estas raíces en el caso de personajes más oscuros, ya sean ladrones, atracadores, estafadores, prófugos o asesinos... Si alguien, por esto o por aquello, salta a las páginas de un periódico y tiene un abuelo asturiano o pasaba los veranos en Gijón - o en cualquier otro lugar de esta tierra-, no dejará "La Nueva" de darnos noticia de ello.
Una tarde anterior, había leído esto:
"La búsqueda de un ojo de cristal perdido en la playa revoluciona a los bañistas de Luanco.
Los socorristas, tras ser requeridos por la dueña de la prótesis, avisaron por megafonía del extravío, pero nadie halló el óculo".
Continuaba esta noticia dando detallada cuenta de la hora exacta de la pérdida -las dos y diez de la tarde-, del color del ojo -marrón- y del poco entusiasmo y las chanzas que despertó entre los bañistas el anuncio de los socorristas.
Terminaba la crónica con una larga reflexión sobre la cantidad de cosas que se pierden en una playa: monedas, alhajas, juguetes... Hasta una dentadura postiza se perdió una vez. Y concluía con un impactante y desesperanzado testimonio: "En el mismo arenal de Santa Marina, la bañista Paula García perdió sus gafas de sol entre la arena y tampoco las recuperó".
No me digan que no es hermoso poder leer noticias como esta. Y escritas así, además, como si estuviesen sacadas de un periódico de hace muchos, muchos años, con palabras tan bonitas como "óculo" o "bañistas", que parecen exhalar un perfume antiguo.
Dos días después, apareció esto:
"Un bañista encuentra el ojo de cristal que perdió una turista en la playa de Luanco.
La afectada agradece la devolución de la prótesis dada la dificultad de reponerla. La pérdida del óculo se produjo debido a un golpe de mar". Esta alegre noticia venía a tres columnas y con el acompañamiento de una foto del ojo de cristal recuperado, a todo color. Efectivamente, era un ojo marrón.
Hoy, lo estaban comentando los parroquianos, traía, además de su esquela, la noticia de la muerte de un cura en Avilés, oriundo de este valle y que será enterrado mañana en el cementerio de Villanueva.
- Pues se va a poner esto bueno de curas- comentó la tabernera.
- Creo que va a venir hasta el arzobispo- añadió uno que venía de Llanes y parecía estar bien informado.
Nos quedamos todos cavilosos y en silencio. "¡Un arzobispo aquí!", parecíamos pensar. El silencio lo rompió un bebedor de la barra:
- Un cuervo muy grande para un lugar tan pequeño.
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