jueves, 16 de junio de 2011

Eclipse

Ayer, antes de irnos a acostar, nos asomamos un ratito a la terraza de la cocina a contemplar la luna. A esas horas  es ese pequeño rincón el único de la casa desde el que se la puede ver. Lo hacemos a menudo. Sobre el patio de luces, en mitad del silencio de la noche, con la ropa tendida que cabecea mecida por la brisa y la luz de dos o tres ventanas (¿quién estará detrás?), verla allí alzada, engastada en el cielo oscuro, nos tranquiliza y serena y nos vamos a la cama más conformes, más interesantes, como poetas simbolistas y antiguos.

Ayer, cuando nos asomamos, estaba a punto de terminar el eclipse, y se veía, después de él, si cabe más hermosa. Como si la hubiesen pulido. Le hicimos una foto.

2 comentarios:

  1. Anoche, ya bastante tarde, también salí yo a la terraza, pero creo que por un motivo bastante diferente, pues no sabía que hubiera ningún eclipse.
    Aquí os dejo unas líneas, muy simples, que escribí al contemplar cómo el mundo seguía su curso ajeno a mi justificada alegría.

    Las calles y el cielo están vacíos,
    los vecinos duermen.
    Solo me acompaña una suave brisa,
    que se lleva, sin prisa,
    los últimos rastros de humanidad,
    las últimas preocupaciones,
    dejando un mundo apacible
    y un corazón eufórico.

    ResponderEliminar