lunes, 27 de junio de 2011

En el campo de Montiel

Como desde este año es fiesta el día del Corpus en toda la comunidad, y también el viernes, San Juan, aquí en Albacete, nos fuimos todos estos a los campos de Montiel, a las afueras del lugar de Ossa, a orillas de las Lagunas de Ruidera. Contentos y cervantinos.


Nos alojamos en unas casas rurales muy bonicas, con la recepción en un viejo molino de viento. Con su pequeña piscina. Estaban rodeadas de otras muchas casas del mismo estilo, todas pegadas unas a otras, en una promiscuidad arquitectónica muy rara. Con lo anchos y desiertos que son estos lugares, ¿a qué tanta estrechez, abigarramiento y cercanía? Se encontraba en todo esto cierto aire a poblado del Oeste, con los caminos de tierra, y apenas unos cuantos árboles, desangelados y polvorientos. El pueblo, Ossa de Montiel, también tiene esa pinta, entre manchego y far-west, mitad Almodóvar, mitad Marcial Lafuente Estefanía, con música de Ennio Morricone. De hecho, uno de los bares del pueblo, en un esquina de la carretera general que lo cruza, estaba bautizado como "Cafetería Texas. Saloon".




Era, eso sí, un lugar muy tranquilo, muy solitario, con muchas más moscas que personas. Moscas, además, kamikazes, suicidas y enloquecidas. Tuvimos que hacer tres o cuatro genocidios cada día. ¿Habría tantas en tiempos de don Miguel?, nos preguntábamos, ¿cómo lo sufriría, sin insecticidas? Pues como tantas otras cosas de su asendereada vida, nos contestamos mientras fumigábamos las habitaciones y veíamos cómo caían las moscas tal que aviones en la Segunda Guerra Mundial.

Pero luego llegó la noche, y comenzaron a encenderse, una a una, todas las estrellas. Nos quedamos embobados contemplándolas. Apenas somos capaces de distinguir la Osa Mayor, pero estábamos encantados. Las moscas del día ya estaban todas muertas y recogidos sus cadáveres, y no se escuchaba ni un ruido. Era el maravilloso silencio cervantino que tantas veces debió escuchar don Miguel por estos campos, muy cerca de donde estábamos nosotros, sentados a la entrada de la casa, tal vez en el mismo lugar, fantaseamos, si es que hubo aquí una venta, o cuando esto era un bosques de encinas...



Continuará

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