jueves, 23 de junio de 2011

Paradoja del escritor

A veces sueño que me toca la lotería -a la que nunca juego- y que abandono el trabajo y me hago escritor. Entonces, me pongo a pensar cómo organizaría mi tiempo.

Para escribir como es debido -pienso- tiene uno que quedarse en su casa, sentado en su cuarto, delante del ordenador, largas horas. Sin embargo -reflexiono-, si quiere que lo que escriba recoja el latido de la vida, es indispensable salir a la calle, mezclarse con las gentes, hablar con todos, observarlo todo. Hay varias soluciones para este terrible entuerto, a saber:

Salir por las mañanas y escribir toda la tarde.
Escribir toda la santa mañana y salir por las tardes.
Dormir toda la mañana, pasearse por las tardes y escribir toda la noche.
Dormir toda la mañna, escribir toda la tarde y pasearse por las noches.

Escribir la mañana, dormir por la tarde y salir al anochecer no parece muy atractivo, pero también es otra posibilidad.

Según su carácter, cada escritor puede elegir una u otra combinación.

Pero surge entonces la pregunta más importante, ¿cuándo leer? Porque escribir sin leer eso es cosa imposible.

Casi mejor que no nos toque la lotería.

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