miércoles, 22 de junio de 2011

Una mosca en la sopa

Este nos lo hemos leído en apenas tres días. Nos ha gustado muchísimo. De su autor, poeta, no hemos leído ni un solo verso, pero estas memorias se las agradeceremos siempre.


Como ocurre con todos los grandes libros, lo maravilloso es que, aun siendo extraordinarias todas  la peripecias que narra (esa vida terrible de niño en mitad de la 2ª guerra Mundial; la posguerra  en el Belgrado comunista; los intentos de fuga con su madre campo a través;  la adolescencia de refugiado en París; el viaje a los E.E.U.U.; la llegada fascinada a Nueva York...), lo que nos seduce y conmueve es la naturalidad con la que todo eso se nos cuenta, el tono menor que emplea, sin solemnidades, sin victimismos... El encanto que no encontramos por ningún lado el otro día en aquel libro sobre las ballenas, se halla a raudales en estas memorias que son también un ensayo sobre el valor de la poesía, una galería de impagables retratos familiares (inolvidable la figura del padre), un diario de sus años de policía militar en Francia (un poco a la manera del Ardor guerrero de Muñoz Molina), un pequeño centón de anécdotas divertidísimas y, como todos los libros de verdad, un espejo donde  mirarnos.





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