jueves, 2 de junio de 2011

A mí el pelotón

Hace una semana cerramos nuestra temporada futbolística. Lo hacemos cada año en el club de golf, en un campo de hierba que tienen allí. Ese partido último nadie se lo quiere perder. Ese pequeño campo es nuestro Wembley particular.


Luego nos vamos a la casa-club, y nos tomamos unas cervezas y unos platos de jamón, mientras contemplamos el atardecer sobre los greens y las largas calles impecablemente peinadas. Lo que antes eran unos bancales arenosos lo han transformado en un paisaje de la campiña inglesa.


Este año ha sido, todo eso, mucho más dulce, porque el partido lo ganamos con contundencia. 4 - 1. Como siempre, jugué por la izquierda, serio en defensa, cerrando hacia el centro cuando correspondía, y, cuando teníamos la pelota, lanzándome intrépido hacia el área contraria, ensanchando el campo. Lo más meritorio me salió al final. Vi la jugada varios segundos antes. Esta especie de videncia me sucede muy raras veces. Casi nunca. Lo normal es que me ofusque y me enrede. Me imagino que a los grandes jugadores, talentosos y geniales, les sucede, en cambio, cada poco. Por esa razón les resulta tan difícil explicar cómo han hecho ese regate, ese pase, ese gol...

Recuperé el balón en mi banda, se lo cedí rápidamente a A., que es el que sabe; tocó este para P., mientras yo aprovechaba para desmarcarme; P. me lo envió hacia la esquina del campo; y allí, la epifanía: tres segundos antes de que sucediera, supe qué iba a pasar: acomodé el balón con mi zurda, y, con esa misma pierna, lancé un pase envenenado, entre el portero y el defensa de cierre, hacia el segundo palo. Tocado, con la fuerza justa, inalcanzable para ambos pero no para X., que colocó su cabeza y remató a las mallas -que ese campo las tiene y en buen estado- el cuarto y definitivo gol.


Mientras nos tomábamos las cañas y el jamón, recordé lo que dice Patxo Unzueta en su maravilloso libro sobre el fútbol en general y el Athletitc en particular, A mí el pelotón, que ya tiene un sitio privilegiado en nuestra colección de libros de fútbol.

"Los zurdos: gentes que amagan hacia fuera, pero recortan hacia dentro, personas que frecuentan el borde exterior y amenazan irse, pero se quedan. Disidentes, en una palabra, en cuyo corazón luchan los bandos y que solo aman el presente por lo que de pretérito imperfecto tiene".


Zurdo cerrado cuando juego al fútbol, esa cita me suena muy bien. Claro que mi zocatería es asunto raro, ya que otras muchas cosas, escribir por ejemplo, lo he hecho siempre con la diestra. No sé qué dirá un neurólogo, probablemente que tengo un lío cerebral de mucho cuidado. Pero el gol y esa cita me hicieron más agradable si cabe ese atardecer frente a la campiña inglesa de Albacete.

2 comentarios:

  1. Fíjate que a mí me sucede lo contrario. Soy zurda de nacimiento, pero nunca he logrado controlar con la izquierda un balón, ni una raqueta.
    Una vez le pregunté a M., el profesor de gimnasia, si era normal lo que me sucedía, y me dijo que era una especie de síndrome que sufre una persona cada muchos miles.
    ¿Prodigiosos, o bichos raros?

    ResponderEliminar
  2. Las dos cosas, prodigiosos bichos raros.

    Enrique

    ResponderEliminar