martes, 4 de octubre de 2011

El libro del otoño

Esta vez nos ha encontrado el otoño metidos en la lectura de Los paisajes iluminados, de Castroviejo, que era muy cazador y, por ello, gran amante de esta estación melancólica y dorada. Es un libro de artículos que se leen como quien se toma un licor de guindas destilado en alguna alquitara aldeana. Altos grados, áspero aroma y color prodigioso. He subrayado algunas frases que le dedica al otoño:



"Suavemente, y casi sin que nos demos cuenta ha llegado otra vez como una dulce herida el Otoño".

"La mano llena de octubre va derramando pródiga los mejores ocres y oros de su paleta sobre la mancha abierta del paisaje".

"En ciertos momentos la luz es ambarina, para velarse luego con la alcahuetería de la niebla baja, que hace estremecer de melancolía a los parques y a los estanques antiguos, sobre los que se desgrana, en infinitos adioses, la cantata nórdica del petirrojo..."

"Lentamente, muy lentamente, se desprenden del bosque -ese gran secreto de melancolías- las hojas áureas. Sobre la rumorosa corona de los viejos árboles se ha posado todo el oro del otoño. Con desgana, dulcemente, planean, en el cristal inmóvil del aire, hojas de roble, hojas de acacia, hojas de abedul, hojas de sauce..., hojas, hojas. Antes de posarse como aves heridas sobre el montón de sus hermanas muertas, danzan, de acá para allá, el último vals de la tarde".

Y escribe del "rosmar" de las aguas atlánticas, de tardes "auricadentes", de una luz de "crisoberilo"...
Sale uno, de estas lecturas, un poco embriagado, pero también muy feliz, muy contento y en armonía con el mundo, más amigo, si cabe, de esta estación meláncolica y dorada...

Castroviejo y  familia
"Cada estación e incluso cada día y lugar tienen su libro...", dice también en este suyo Castroviejo, el hombre que hablaba con los cuervos.


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