jueves, 11 de noviembre de 2010

Artículos

Hace ya unos cuantos años que, una vez al mes, nos dejan publicar un artículo en La Tribuna. Se lo debemos a la generosidad de Cristóbal  Guzmán, que no solo nos invitó a ello sino que además nos deja escribir lo que nos da la gana.  Una vez al mes resulta, para alguien de naturaleza perezosa, un margen de tiempo  ideal.  Si tuviésemos que escribir cada día, o incluso una vez a la semana, no sabríamos cómo hacerlo. Además, las dos ideas y las tres convicciones que uno posee no darían para tanto.
Acostumbramos a pasárnoslo bastante bien escribiéndolos  porque, entre otras cosas, tenemos tiempo más que suficiente para ir pensando el asunto y sus derivados y, decididos estos, componerlo  con tranquilidad, sin prisa ni urgencias. Aunque ha habido ocasiones en las que nos hemos visto obligados a escribirlos  en una tarde, un poco a la diabla, porque ya se acercaba nuestro jueves mensual y aún no habíamos escrito ni una frase. Sin embargo, esto nos ha sucedido solo en un par de ocasiones.


Generalmente, nos parece milagroso, una vez concluidos, que haya podido uno llegar hasta los 4.500 caracteres que ocuparán el espacio concedido. Nos da la impresión de que el artículo se ha hecho solo. También nos asalta a menudo la sensación de estar plagiando a nuestros escritores favoritos: Pla, Cunqueiro, Julio Camba, Vicente  Risco –cuyo Libro de horas es el más hermoso de entre  los libros de artículos que uno haya leído jamás-, Andrés Trapiello, Ibargüengoitia…, o a esos dos o tres columnistas que leemos cada día en los periódicos: Enric González, Elvira Lindo, David Trueba… Cada vez que nos ponemos a escribir, pensamos en todos ellos y tratamos denodadamente de imitarlos, pero nada, lo que nos sale es siempre otra cosa, muy poca cosa, porque nunca se escribe lo que  se quiere sino lo que se puede.
Hace unos meses cayó en nuestras manos un  delicioso  libro de Carlos Puyol (el escritor, no el bravo defensa culé). Se titula Cuadernos de escritura e incluye dos tomitos publicados hace ya algunos años, de aforismos y artículos sobre el oficio de escribir. En el llamado Tarea de escribir, hay un breve texto dedicado a los artículos. Me lo sé casi de memoria. Entre otras cosas dice: “El artículo (…) requiere  una buena dosis de levedad, ha de tratar sobre casi nada y sobre casi todo, como sin darle importancia, lo cual no significa que no la tenga”. Y concluye definiendo lo que es, para él, un artículo: “Unas palabras en un papel volandero, una divagación que arranca de cualquier cosa y acaba abarcando el universo, pero sin enterarse, sin pretensiones; si uno quiere conseguirlo, ya no le sale bien. Por eso hay que dejar que los artículos se escriban solos. Como el que silba una canción que no sabe dónde ha oído, que nos hace incomprensiblemente felices, y que quizás alegre también a otros. Como en un juego, y no se debería jugar con el ceño fruncido”. Amén.



Y para concluir, ponemos el enlace del artículo de hoy AQUÍ, y les damos las gracias más sinceras a todos los que nos leen, amigos y espontáneos. De verdad, muchísimas gracias.

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