sábado, 20 de noviembre de 2010

Manuel Rivas y el paso del tiempo

Acabo de terminar Todo es silencio, de Manuel Rivas. No sé si he leído todos sus libros, supongo que no, pero sí un buen número de ellos. Guardo un buen recuerdo. Especialmente de su novela En salvaje compañía. Me gustó muchísimo. También me parecen muy hermosos la mayoría de sus cuentos, y El lápiz del carpintero. Los libros arden mal, su anterior y voluminosa novela, la leí con gusto, aunque también con la sensación, en muchos momentos, de tener entre manos algo muy parecido a Amar en tiempos revueltos, un culebrón con sus malos y sus buenos, los malos todos muy malos y los buenos todos bonísimos, benditos y santos.



Pues bien, en este nuevo libro, esa sensación ha resultado mucho más intensa, a pesar del intento del autor de mezclarlos a todos un poco. Muy poca psicología para ser una novela; la suficiente para una telenovela o una película popular. Esta filiación cinematográfica es bastante evidente, no solo en las frecuentes referencias cinéfilas que salpican la narración, sino también en la composición de algunas de las escenas más importantes, elaboradas con clara vocación de director artístico.



Se salva, si es que se salva -que no lo tengo muy claro-, por el lirismo de la prosa, por algunas descripciones, por transcurrir en un pueblo con mar y por citar, entre otras, a Centauros del desierto. Y poco más.



Posdata frívola: Fíjense ustedes en las dos fotos del autor que hemos traído hasta aquí. En la primera, de cuando El lápiz…, parece un galán de cine clásico. La otra, de estos días, con esos pelos enloquecidos y desquiciados, parece la de un curandero moderno, un astrólogo o un echador de cartas. Cosas del tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario