viernes, 1 de abril de 2011

Muñecos de cera

Una vez visité el Museo de Cera de Madrid. No recuerdo haber estado en un lugar más triste y horrible, y eso que les podría contar algunos relatos de terror a propósito de ciertos hoteles y pensiones en los que tuvimos que alojarnos durante nuestra juventud, y a que una vez también estuvimos en  la ciudad de Guadalajara.


Aquello era la apoteosis del mal gusto. Sombrío y deprimente, pasear por aquellas salas polvorientas con olor a desinfectante resultó una experiencia bien desagradable. Lo curioso es que no eran las escenas de viejos y famosos crimenes lo más siniestro del lugar, no. Siniestras, tétricas y desdichadas eran todas y cada una de las figuras que allí se mostraban: cantantes y actores y escritores, toreros, científicos y políticos, príncipes, princesa y reyes..., todos disecados con unas expresiones inefables. Así como una buena pinacoteca está llena de vida, esta clase de museos son como el tétrico cementerio de un circo especializado en monstruos, mujeres barbudas y hombres elefante. A lo mejor, tendrían que esperar a que estos personajes célebres se murieran, y entonces, en lugar de componerles un molde de cera, plastinarlos, ya saben, y tal vez quedasen mejor, más auténticos y humanos. No sé.


Por todo esto, tengo para mí que una de las razones por las que Marichalar se divorció de la infanta Elena fue para que lo sacasen de semejante lugar. No sé si ustedes vieron las fotos del día en que  retiraron su figura en una carretilla de esas que se usan para llevar las cajas de cervezas a los bares. Lucía una sonrisa que yo creo que, mientras permaneció dentro del museo, no la tuvo nunca. Normal.



Y es que esos muñecos, más que homenajear a los hombres famosos y celébres,son una forma sutil de asesinarlos. Si a mí me hiciesen una cosa así, yo creo que me moría del disgusto.


Todo esto explica también la razón por la que resultan tan inquietantes algunos seres vivos que, sin embargo, parecen una de esas figuras de cera: Ruiz Mateos, Berlusconi, Julio Iglesias, Camilo Sexto ..., tan retocados que no se sabe bien si han sido tratados por un cirujano plástico, por un taxidermista o por uno de los técnicos de estos museos cerúleos. A lo mejor, por los tres a la vez.


El caso es que toda esta reflexión viene a propósito de la que le han hecho al buenazo de Iniesta. Como es habitual, se le parece poco Sin embargo, el otro día comprobamos con cierto repelús que a quien se asemeja en verdad esa figura es a su primo. Nos dimos cuenta al ir a tomar una caña al bar donde este chico -el primo de Iniesta-trabaja. Desasosegados, nos bebimos la cerveza de un trago y nos fuimos de allí a la carrera.

2 comentarios:

  1. Vaya, yo que siempre había deseado visitar el Museo de Cera, después de esto se me han quitado las ganas.
    Lo cierto es que las figuras son bastantes feas, y asustan un poco. Pero bueno, siempre me quedará la ilusión de ir al Madame Tusssauds.

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  2. Yo, en cambio, nunca visité el Museo de Cera. De pequeña me habría gustado, pero ahí estaban mis tíos y mi padre para reconducir nuestros gustos. Había que visitar el Museo del Prado,por ejemplo, un poco aburrido, entonces, para nosotros. Ahora lo agradecemos.
    Me ha encantado esta entrada.

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