miércoles, 8 de febrero de 2012

Bolsillos insondables

"El misterioso fondo de mis bolsillos", "Viaje al fondo de mis bolsillos", "Bolsillos profundos"... De todas estas maneras podríamos haber titulado esta entrada, y todas para hablar de los sustos que me llevo cada vez que meto mi mano en uno de ellos y no acabo de encontrar las llaves del coche, o las de casa, o, peor aún, tampoco la cartera. Cuando estoy a punto de darme por vencido, aparecen al fin, como por arte mágica. Sin embargo, esos segundos de zozobra no nos los ahorra ya nadie.

Me ocurre esto con casi todos los chaquetones y cazadoras, incluso con la chaqueta del muerto, pero el peor es, sin duda, el abrigo de lana que me compré hace ya unos cuantos años en unas rebajas de enero. Es un abrigo de señor que tengo impecable porque es un abrigo bueno, de esos que duran para toda la vida, y también porque durante un tiempo no me lo puse apenas. Decía A. que se había pasado de moda. Afortunadamente, como la moda es de naturaleza circular y no deja de rodar ni un solo momento, ahora ya no parece un abrigo antiguo, y aquí está otra vez sobre mis hombros, tan elegante y tan al día.

Es este abrigo, por ser de lana, prenda de mucho abrigo, y como estas últimas semanas ha afilado el invierno su navaja manchega, y vienen las mañanas aguzadas y cortantes, me lo pongo cada vez que tengo que salir de casa. Y, claro, cada vez que busco la cartera, o las llaves de casa, o las del coche, me llevo unos sustos imponentes. Y ando así desasosegado y sin aliento.

Porque tiene mi abrigo unos bolsillos insondables, y aunque no lo parezca, estoy convencido de que podría perfectamente echarme en ellos el mismísmo ordenador portátil, como si se tratase de un mechero, y hasta a alguno de mis alumnos de 1º, tan chiquitillos, podría llevar dentro de ellos, y darles una vuelta. El problema sería tratar de recuperarlos.

Tan prodigiosos son estos bolsillos que temo perder en ellos, cualquier día, mis propias manos, extraviadas en esas galerías y profundidades, sin saber cómo encontrar la salida...


P.D. Esta entrada vana fue escrita, en un folio con membrete del instituto, en la tarde de ayer, para no aburrirme mientras mis alumnos de 2º de Bachillerato hacían el primer examen de esta evaluación, la mano en la mejilla casi todos, y sus miradas melancólicas y muy lejanas, perdidas, digo yo, en aquellos primeros años del siglo XX, tan vanguardistas y tan llenos de fiebre... O en cómo copiarse mientras yo me distraía con estas cosas.

1 comentario:

  1. Hablando de bolsillos. Recomiendo la lectura de "Los sudarios no tienen bolsillos” de Horace McCcoy

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