martes, 28 de febrero de 2012

El largo y dulce viaje (Vuelta)

El martes pasado dejábamos Asturias con un día luminoso, espléndido... Con una iluminación como esa, tan lujosa,  nuestra tierra parecía de esmeralda y plata. Brillaban felices los prados y con las aguas de sus ríos, antes de una reputación tan negra, podrían ese día los plateros componer las más maravillosas joyas... Joyas que bien podrían guardarse luego en Santa Cristina de Lena, ese pequeño relicario románico que se puede contemplar en un precioso y elegante plano-secuencia desde el tren, cuando este pasa a su lado, en una dulce y prolongada curva. Al salir de ella, en el horizonte al que nos dirigimos suave e inevitablemente, se levanta de pronto la monarquía de las montañas silenciosas, con el armiño de la nieve sobre sus hombros...



En Busdongo, el de los panes medievales y rotundos, redondos y enormes como ruedas de carro antiguo, dorados como el sol de Castilla, cambia definitivamente el paisaje. Es ahí donde nos despedimos de ese reino feliz de esmeralda y plata ...Y ya dejamos de mirar por la ventanilla porque lo demás es solo viaje, largo y dulce viaje, sí, pero solo eso. Dejada atrás Asturias, lo único que importa ya es el destino, nuestra casa, donde A. nos espera.


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