Esta mañana, 8º bajo cero, me dejé olvidadas en casa las orejeras.
Cuando al fin llegué al instituto, tenía las orejas como porcelana. En cuanto entré en el departamento, con el cambio de temperatura, se me quebraron. Primero una, y luego la otra, se cayeron al suelo y resultó muy difícil recomponerlas.
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