jueves, 17 de mayo de 2012

La que se avecina

Hoy ha salido nuestro artículo del mes, este:

El pensamiento mágico
Hay quien piensa que hemos evolucionado mucho porque hemos llegado a la luna, puesto miles de satélites en órbita, mandado máquinas a Marte; porque podemos volar, y, últimamente, hacer cosas prodigiosas con los ordenadores y los teléfonos portátiles… En este último caso, mi hijo me descarga unas aplicaciones utilísimas en el smartphone, por ejemplo una que convierte cualquier voz en la de Darth Vader, y otra que te localiza los aviones que están pasando en cada momento por encima de tu cabeza, y que te dice de dónde vienen y a dónde van, información que a mí siempre me deja soñador y melancólico… Sin embargo, en otros asuntos, por ejemplo en el de la elección de aquellos que van a gobernarnos, continúa prevaleciendo en muchos el pensamiento mágico, y la gente cree y confía en los líderes políticos como los trogloditas en sus hechiceros…
Por ejemplo, Rajoy ha sido visto por muchos, antes incluso de su victoria, como un mesías que vendría a calmar la voracidad de los mercados y arreglaría en un santiamén todos los desafueros socialistas. Así lo declaraba él mismo con un lenguaje cabalístico y mistérico: “Haré lo que tengo que hacer, porque eso es lo que hay que hacer”, decía don Mariano entre las nubes del incienso electoral. Pero aunque no ha sido así, son muchos los que siguen creyendo en él y sus conjuros como en las recetas de un alquimista. “La culpa de todo lo que ocurre es de los que tienen la culpa de todo lo que ocurre”, se queja ahora, sibilino y zahorí, con los ojos vueltos, como en un trance… Y sus seguidores, igualmente arrobados, se postran de rodillas…
Mi padre, por ejemplo, a pesar de que todas estas medidas que está tomando cada viernes, tacita a tacita, como quien tiene ese día cita con sus amigotes para echarse un partido de tenis, están resultando inútiles y dañinas, mi padre está convencido de que Rajoy nos va a sacar de esta. Y si le pones cara de escepticismo –porque nosotros siempre hemos sido un poco ateos y descreídos- te responde encendido que qué sabremos nosotros. En eso, mi padre lleva razón. Yo en concreto no sé cómo se pueden hacer las cosas tan mal y tan torcidamente.
Pero, claro, con esa oratoria que se gastan, de naturaleza órfica y sagrada, resulta natural que encuentren un buen número de acólitos entregados y dispuestos a ponerles también cada viernes una vela, como si fuesen San Antonio o Santa Rita, que ya saben ustedes que patronean las causas perdidas, y que confíen en ellos como los primitivos en las señales celestes…
A estos fieles, como a los seguidores de cualquier religión, no les gustan aquellos que, ignorantes y descreídos, no compartimos esa fe suya y pensamos que la solución no puede pasar por echarle tierra al pozo, enterrando de paso a los más débiles y desfavorecidos; aquellos que no nos tragamos que la culpa de esta crisis sea de los funcionarios, los jubilados, los enfermos, los emigrantes y los pobres, y que la única solución sea arrebatarles a todos estos derechos fundamentales; aquellos que creemos que son la corrupción política y las codiciosas actividades financieras de bancos y grandes empresas, y el fraude fiscal, y los privilegios de los chamanes políticos, los que desangran la economía mundial. Estas herejías no las toleran bien. Y entonces, incómodos e irritados, en lugar de darnos un guantazo, que es lo que les pide el cuerpo, se ven en la obligación de hacer proselitismo, y te toman del brazo cuando pasas a su lado, y mirándote con lástima y conmiseración, te dicen que lo que para nosotros es una pesadilla es para ellos gloria bendita, y que están muy tranquilos porque don Mariano lo va a arreglar todo.
Pues bien, yo encuentro que, puestos a ser irracionales, es más sensato creer en San Antonio, Santa Rita o Santa Filomena que en cualquiera de los políticos que nos gobiernan… Ante estos señores me declaro ateo, y, repito, considero cien veces más razonable creer en uno de esos santos cuyas vidas puede uno leer en libros tan maravillosos como La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine o De santos y milagros, del maestro Cunqueiro, dos productos acabados y sofisticados de la cultura humana… Hay en esos dos libros belleza, luz y esperanza, alimentos todos indispensables para el hombre. Al contrario, el verbo de todos estos estadistas de pacotilla y de sus voceros es oscuro, miserable y falso. Como oír a un pícaro charlatán que lidera una secta.
Lo dice Ramón Eder en uno de los aforismos de su muy hermoso tomo La vida ondulante: “Un político es un ciudadano menos”. Pues eso.

 Sin embargo, a mí el que me hubiese gustado escribir es este: http://www.jotdown.es/2012/05/enric-gonzalez-el-naufragio/ Tentado estuve de plagiarlo, pero me acordé de Ana Rosa y del berrinche que tuvo que pasar la pobre cuando el suyo, y lo dejé pasar.
¿Lo han leído? No quisiera yo ponerle mal cuerpo a nadie, pero me parece que lo que se avecina son emociones fuertes. También lo dicen otros que, como Enric González, nos son precisamente unos indocumentados
Y lo que tal vez sea más convincente, lo niega el ministro Guindos (http://economia.elpais.com/economia/2012/05/15/actualidad/1337066758_606803.html) y ya se sabe que donde estos dicen una cosa resulta ser la otra. En fin.

1 comentario:

  1. El principal problema que veo yo es la vocación. Considero que hay determinadas profesiones que se deberían ejercer por pura vocación: la medicina, el sacerdocio, la enseñanza y, también, la política.
    He ahí la cuestión, ¿qué político en toda España trabaja para mejorar las condiciones de su pueblo, para que las generaciones futuras tengan una enseñanza de calidad, para que ningún español pase hambre, frío...? ¡Ninguno!
    La única vocación que tienen todos ellos es el sueldazo que les espera y todos los beneficios que van a sacar de su puesto de trabajo.
    Así va España, así va Europa, así el mundo.

    ResponderEliminar