jueves, 31 de mayo de 2012

Sorpresa desagradable

El jueves pasado, al llegar al vestuario para el partido semanal M. nos dijo que había muchas bajas de última hora en el equipo rojo (nosotros vamos de azul celeste), y que se las había visto y deseado para encontrar sustitutos. 

-Al vecino tuve que llamar, y menos mal que puede venir-nos contaba.

-Tenéis que saber quién ye -nos dijo a A. y a mí- Ye el coordinador vuestru...- M., aunque lleva un montón de años aquí, en la base áerea, que es militar de alta graduación, como los alcoholes, nació en Lugones, y los jueves, que es cuando nos vemos, hablamos los dos así, como si estuviésemos paseando por La Corredoria.

-¿Cómo dices, oh?, ¿qué coordinador?-preguntamos temiéndonos ya lo peor, congelado el acto de subirnos las medias...

-Sí, home, el periféricu que dicen ahora, ye vecinu míu...

-Cagunmimantu-grité yo. A. no dijo nada parecido porque es un hombre tranquilo y de Granada.

- Me estás diciendo-proseguí- que va a venir semejante personaje, el que nos está dando por ... Esto se avisa, M., esto se avisa...

Y, en efecto, al rato, cuando ya nos pudimos vestir de corto y estábamos estirando, llegó él. Naturalmente, no puedo hacer aquí una descripción objetiva del personaje, pues veíamos en ese hombre raquítico y desmañado mucho más que su simple y desgarbada estampa. Veíamos al títere político, al hombre fiel y obediente a las órdenes de Toledo que estaba aquí para hacer mucho más difícil nuestro trabajo, al abogado con carnet del partido que poco o nada sabe de la cosa educativa, ni ganas debe de tener de saberlo, que a él le han puesto en ese cargo para otra cosa... En fin, nosotros veíamos a un monstruo.

"¿Y si encima juega bien, qué va a ser de nosotros?", pensaba yo mientras movía los tobillos en círculos. Porque nosotros, a una persona que juega bien al fútbol, le tenemos siempre una consideración que en muchas ocasiones no se merece.

Pero no, no jugaba bien. En realidad, ni bien ni mal. Extraña figura, extraña forma de correr, lo controlamos sin mayores problemas. Eso sí, nos metió, el muy..., tres goles, con tres tiros raros, de puntera, muy poco elegantes, desde fuera del área. No nos dolieron demasiado porque ya íbamos ganando por seis a cero...

Me volví a casa pensativo. "¿Debería haberme negado a jugar con un tiparraco como ese? Sí, hombre, y perdernos por su causa el partido de los jueves, una de las pocas alegrías que va teniendo uno en esta vida. ¿Y por qué no lo habíamos freído a patadas, por qué no le habíamos hecho una entrada brutal, salvaje y violenta? No, no, eso habría sido rebajarnos, ponernos a su altura. Eso es lo que hace él cada día desde su despacho, cobarde,  con la educación pública..." Habíamos tenido un par de carreras codo con codo, y en las dos ocasiones le habíamos quitado el balón limpiamente. "¡Qué nobleza la nuestra!" Todas estas cosas íbamos pensando de vuelta a casa. "Si vuelve a venir, un patada sí que se la lleva...", concluimos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario