Qué estampa la otra tarde al salir de casa. Era temprano, ni siquiera las tres y media aún, y se veía la calle vacía, pues a esa hora anda la gente todavía en la sobremesa, tomándose un café, recogiendo la mesa y el mantel o, desmayada sobre ellos, echándose una cabezadita antes de proseguir con los afanes del día... Solo lo vimos a él, un pequeño hombre enfundado en un mono azul, contemplando atentamente el anuncio del circo que acababa de llegar a la ciudad, colgado en lo alto de la farola. Lo miraba muy fijamente, con gran atención, y le brillaban en los ojos entusiasmos infantiles, recuerdos que debían ser muy felices, viejas risas que aún estaban vivas en él, allá en lo hondo de su memoria y que le salían en ese momento, al contemplar ese cartel de colores, como quien saca un agua muy pura de un viejo pozo.
Esto me recuerda mucho a un libro que he leído recientemente: Agua para elefantes.
ResponderEliminarMuy recomendable.