jueves, 10 de noviembre de 2011

Un Ydáñez en Albacete

El día de la huelga, antes de la concentración, haciendo unos mandados, pasamos A. y yo por una calle del centro y nos encontramos, en un local en el que antes había un negocio de baños y saneamientos, una tienda de marcos y estampas. Pero lo que llamó nuestra atención fue ver en su escaparate un cuadro de Santi, uno de esos autorretratos que se hace con la cara embadurnada de crema de afeitar. Era un lienzo de grandes proporciones, un primer plano tremendamente expresionista...



Entramos en la tienda. La dependienta, una mujer muy fina y atildada que debía de ser la dueña, nos atendió sin levantarse de la silla. Estaba enfrascada frente al ordenador, y tan solo demostró haberse percatado de nuestra presencia apartándose levemente de su portátil y levantando unos pocos centímetros sus gafas del caballete de una nariz muy estrecha.

-Ese cuadro, el que tiene en el escaparate, ¿es de Santiago Ydáñez, verdad?

Cabeceó afirmativa.

-¿Está en venta?

Volvió a mover la cabeza arriba y abajo como esos perretes que se veían antes en las bandejas de los coches.

-¿Y su precio?

Ya pensábamos que era la mujer muda, y que nos lo iba a apuntar en un papel, o a señalárnoslo con los dedos. Pero no. Habló al fin y dijo:

-7000 euros.

-Ya.- Pusimos cara de comprarnos cada semana dos o tres cuadros de semejante cotización.- Fíjese que  pensábamos que aquí solo vendían marcos-le dijimos por rebajarla.

Vuelta a su estado de mudez, movió de nuevo su cabeza, esta vez de un lado a otro.

Se volvió a colocar las gafas sobre el delicado caballete de sus narices, se acercó al ordenador y siguió a lo suyo.

Abandonamos el local comentando lo simpática que era esa mujer, pero enseguida nos pusimos a hacer cuentas y a fantasear: cinco cuadros de Santi que tenemos en casa, a 7000 euros cada uno... Como secretarias del Un, dos, tres...



1 comentario:

  1. Te leí este artículo el otro día y me sentí tan identificada... No porque yo tenga muchos parientes o amigos artistas, sino porque sé de unas cuantas señoras tenderas (el término también las molestaría) que levantan la vista apenas para cerciorarse de que algún patán ha llegado a importunarlas, igualito que esta que tan bien retratas. Afortunadamente, como una se va volviendo menos prudente con los años, a alguna de ellas la hemos puesto en su lugar. La historia de la vendedora de arte me ha hecho sentir como cada vez que veo la escena de Pretty woman en que Julia Roberts les restriega por la cara a unas señoras tenderas neoyorkinas las ventas que por clasistas acababan de perder. Esa maravillosa frase, "Fíjese que pensamos que sólo vendían marcos" me la pienso guardar para usarla cuando venga bien. En defensa propia, lo juro.

    ResponderEliminar