miércoles, 9 de noviembre de 2011

El rechazo

Íbamos los tres, A. , P.  y yo por la calle, camino de la óptica.

-Papá, como sigas vistiendo así yo no voy a poder salir contigo. No me gusta que vayas así... 
-¿Así? ¿Qué quiere decir "así"?

Yo llevaba la chaqueta del muerto, que ahora ya me parece a mí que me queda bien, porque he engordado un poco, y una camisa.

-Pues así..., con esa chaqueta como de señor, y esa camisa. Me gusta más cuando llevas camisetas...
-Ya, pero eso que has dicho, eso de no salir a mi lado..., solo por cómo vaya vestido... Eso no puede ser...
-Es que, si vas así, a mí me da un poco de vergüenza...

Esto de la vergüenza ya fue superior a mis fuerzas, y si no me doblé por la mitad, como cuando te dan un golpe en el estómago, fue por puro milagro...

A. mientras tanto, como le sigue sin gustar la chaqueta, se partía también, pero de la risa. Acepta que, efectivamente, esa chaqueta me sienta mejor que antes, pero añade que eso no quiere decir que me vaya bien, y que cuando me ve con ella sigue pensando que el difunto era más grande...

Yo no daba crédito... Comencé a explicarle a P. que las apariencias no importan y que no puede juzgar a la gente por su manera de vestir, que eso es una gran tontería... Pero él insitía en que le daba vergüenza ir a mi lado si yo llevaba esa chaqueta y A. no dejaba de reírse...

-Pues que sepas -probé con el conocido método pedagógico de si no quieres taza, taza y media-, que a partir de ahora voy a ir siempre a sí, y además con corbata...

Pero no me creyó, y se unió a su madre en las risas...


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